4 (parte 3)

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Ryan no tenía ninguna objeción con que ella entrara sola, en realidad él no quería entrar.

Tomó una de las linternas que habían empacado, junto con una bolsa de sangre sacada del banco del pueblo para así poder adentrarse a la penumbra de la tumba.

Caminaba a pasos lentos, sabía que había al menos dos docenas de vampiros prácticamente muertos, estaban secos por no haberse alimentado durante 500 años.

Conocía a cada uno de ellos, tal vez no sabía sus nombres, pero los había visto o hablado con ellos alguna vez.

Su corazón comenzaba a acelerarse y las manos le sudaban un poco, estaba emocionada, pero a la vez nerviosa, ¿Él aun la reconocería?

Tantas emociones que sentía la hacían recordar a su vida cuando era una ingenua y dulce humana.

Después de casi tropezar con los pies de uno que otro vampiro, logró llegar al final de la tumba, lugar donde se suponía que se encontraba su amado.

Pero él no estaba ahí...

– No lo entiendo... debería estar aquí – no quería aceptar que él no estaba.

Recorrió la tumba entera al menos cinco veces, ninguno de los cadáveres que ahí yacían era de su amado.

Se sentía herida, engañada y frustrada, había pasado los últimos 500 años de su vida tratando de abrir esa maldita tumba y él no estaba ahí.

Su frustración la hizo arrojar la bolsa de sangre contra una de las paredes, causando que esta se rompiera.

Hecha una furia, salió de la tumba, Ryan seguía vigilando a la bruja, quien parecía débil por haber estado manteniendo el sello abierto hasta que ella saliera.

– ¡¿Qué fue lo que hiciste?! – estaba fúrica, esa estúpida bruja había hecho algo. – ¡¿A dónde lo llevaste?!

– ¿De qué estas hablando? – el rostro de la bruja indicaba que estaba demasiado confundida.

Esa maldita, solo estaba jugando con ella.

La rubia alzó su mano derecha y la estampó contra la mejilla de la bruja, definitivamente eso iba a dejar marca, la pelirroja apenas y pudo mantenerse en pie después de aquel golpe con la fuerza descomunal de Shena.

– Dime, ¡¿Qué fue lo que hiciste?! – Sin piedad alguna, la sujetó del cuello y fue directamente a acorralarla contra una pared.

– Te juro que yo no hice nada – lágrimas de desesperación y dolor comenzaban a correr por sus mejillas, la fuerza del agarre de la rubia sobre su cuello era lo suficientemente fuerte como para empezar a cortar su respiración.

– Estas mintiendo – su agarre se hizo más fuerte sobre el cuello de la pelirroja.

La rubia llevaba consigo un pequeño puñal, el cual guardaba siempre en la manga de su chaqueta.

Sin siquiera pensarlo, tomó el puñal y lo enterró en el abdomen de la pelirroja, arrancando de ella un grito desgarrador.

– ¿Shena? – esta vez intervino el azabache. – ¿Qué fue lo que ocurrió?

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⏰ Última actualización: May 28 ⏰

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