4 (parte 2)

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Jamás en su vida se había sentido como en ese momento, se sentía tan culpable de no haberse asegurado que su hermana menor hubiese regresado a casa.

Tal vez ya era una adulta, pero él aun la veía como su pequeña princesita de 4 años, esa misma pequeñita que lloraba por las noches y le pedía dormir a su lado.

Se sentía como si se hubiera traicionado a sí mismo, había prometido protegerla por el resto de su vida, no podía creer que en una sola noche había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Su corazón latía lo más rápido que podía mientras corría por todo el pueblo, buscando rastros de su pequeña princesa.

Había perdido la noción de cuantas vueltas ya le había dado al pueblo o cuanto tiempo llevaba corriendo, solo quería encontrar a su hermanita y ponerla a salvo.

Una parte de él le hacía pensar que ya no se encontraba con vida, pero la otra le mantenía viva la esperanza de que ella se encontraba bien.

Sus pies ya dolían de tanto correr y no tenía otra forma de localizarla más que buscando por todos lados, su teléfono estaba intacto en casa, como si lo hubiera dejado ahí antes de desaparecer.

Lo que más le preocupaba es que sus amigos no tenían ni idea de donde podía estar o si quiera de si se encontraba bien, ellos estaban igual de preocupados por ella que él.

El pecho comenzaba a dolerle, el cansancio se apoderaba de su cuerpo a cada segundo que pasaba, sentía que en cualquier momento se desmayaría, pero aun debía encontrarla y no se rendiría hasta lograrlo.

Estaba tan agitado que su sentido de la audición lo aturdía con el fuerte sonido de los latidos de su corazón, no lograba escuchar nada más que eso.

La desesperación comenzaba a ganarle, no sabía que más hacer para encontrarla y no tenía el valor de contarle a su padre que su hermana estaba desaparecida.

La pelirroja ya estaba desesperada por salir, no tenía ni la más mínima idea de cuánto tiempo llevaba cautiva o siquiera donde estaba, lo único que la hacía sentir más tranquila era que sus captores la dejaban explorar el lugar a su completa dispo...

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La pelirroja ya estaba desesperada por salir, no tenía ni la más mínima idea de cuánto tiempo llevaba cautiva o siquiera donde estaba, lo único que la hacía sentir más tranquila era que sus captores la dejaban explorar el lugar a su completa disposición, siempre y cuando no fuera a huir.

Desde su perspectiva, sus captores no eran tan malos, la alimentaban y pasaban tiempo a su lado par que no se sintiera sola y bueno, la dejaban ver televisión una hora cada cierto tiempo, aunque solo fuera para entretenerla y que no les cuestionara nada.

Ambos eran muy amables con ella, muy a su manera, el azabache la acompañaba a comer, le contaba anécdotas divertidas de sus viajes y experiencias con la rubia, cosa que le sacaba una sonrisa.

Por otro lado, la rubia, le contaba historias de hacía mucho tiempo, incluso, cuando el azabache se iba, le contaba sobre un novio que tuvo hace mucho tiempo, tal vez esos pequeños momentos le ablandaron el corazón, causando que no les tuviera rencor a sus captores.

EthermoorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora