Capítulo I

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—¡Largo!

A pesar de la demanda de Rhaenyra, Alicent se atrevió a tocar por segunda vez la puerta de la habitación de su amiga. —Soy yo —respondió ella.

—Muy bien —gritó la princesa, aunque no parecía emocionada ante la perspectiva.

Al abrir la puerta, Alicent atravesó la sala de estar de Rhaenyra y entró en su dormitorio. Para su sorpresa, la princesa no sólo estaba acostada en la cama, sino que todavía llevaba puesta su camisola para dormir a pesar de que ya era más del mediodía.

—Me siento demasiado vestida —dijo Alicent en broma, echando un vistazo a su propio vestido de terciopelo verde.

La broma no provocó ni una risita por parte de Rhaenyra. El mayor esfuerzo que hizo fue sentarse y preguntar: —¿Qué quieres de mí, Alicent?

—Se suponía que nos reuniríamos para almorzar —le recordó gentilmente a Rhaenyra—. Me preocupé cuando no viniste.

Rhaenyra puso los ojos en blanco ante su propio error. —Dioses, lo siento. Se me olvidó por completo.

—Está bien, pero... —Alicent vaciló antes de agregar: —Incluso si no vinieras a almorzar, ¿por qué sigues en la cama? ¿Tomaste vino fuerte anoche?

—Nada como eso. Simplemente no tenía ganas de levantarme.

Hubo un tono petulante en la respuesta de Rhaenyra, pero Alicent la conocía lo suficientemente bien como para darse cuenta de que no estaba simplemente siendo una mocosa. Había algo que la molestaba, algo que intentaba encubrir. Alicent se sentó en la cama junto a la princesa y puso una mano amistosa en su pierna. —¿Qué pasa, Rhaenyra? No pareces tú misma.

Rhaenyra negó con la cabeza. —Sólo déjame en paz. No deseo hablar de eso.

—Como desees, princesa. —Alicent se levantó y solo dio dos pasos hacia la puerta antes de detenerse repentinamente, su nariz se torció cuando percibió un olor completamente inesperado. Se había vuelto mucho más sensible a esas cosas desde su reciente presentación como omega y este almizcle fuerte y pesado no era en absoluto a lo que estaba acostumbrada de Rhaenyra. Si la princesa se hubiera acostado con un alfa o...

Rhaenyra suspiró al darse cuenta de a qué estaba reaccionando Alicent. —Soy yo —dijo en voz baja. —Me presenté ayer... como alfa.

—Oh. —Alicent no dijo más y no era necesario. Ambas conocían los problemas que esto podría causar. La Fe enseñaba que las mujeres no estaban destinadas a ser alfas, como tampoco los hombres deberían ser omegas. Sucedió, por supuesto, pero fue algo vergonzoso, un destino que toda joven adecuada rezaba para que no le sobreviniera cuando se presentó.

—Sí, 'oh' —espetó Rhaenyra. —Así que ahora puedes ver por qué no estaba de humor para almorzar en los jardines.

Alicent hizo todo lo posible por sonreír, tratando de encontrar un lado positivo en este giro del destino. Sabía que Rhaenyra había temido al parto desde la muerte de su madre. Eso, al menos, podía evitarlo. —No es tan malo —ofreció—. Ahora puedes engendrar tus propios herederos, en lugar de tenerlos.

Rhaenyra negó con la cabeza. —¿Herederos de qué? ¿Aún crees que algún día me sentaré en el Trono de Hierro?

—Sí. ¿Tu padre realmente te desheredaría por esto? No pensé que a los Targaryen le importaran tanto esas cosas.

—A los Lores de Westeros sí. Ya iba a ser bastante difícil lograr que me aceptaran como su reina. Hacerlo como alfa será aún peor.

Si eso era justo o no, probablemente era cierto, así que Alicent no insistió en ese punto. —Entonces, ¿qué va a pasar ahora? —preguntó ella en su lugar.

A True Heir || RhaenicentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora