Microhistoria 4: Sin Salida

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Él gritaba con todas sus fuerzas en aquella oscuridad, buscando desesperadamente una salida. Sabía que había metido la pata hasta el fondo y su jefe jamás lo perdonaría. Solo tenía un encargo, un simple trabajo que cualquier guardaespaldas podía cumplir: cuidar bien de aquella mujer. ¿Qué podría salir mal si exageraba en los cuidados protectores de una mujer tan sensual?

Roberto, de apenas veintiocho años, había sido contratado por un mafioso, cabeza de una amplia red de narcotráfico, para proteger a su mujer. Ella parecía haber sido sacada de un video de música urbana y estaba convencida de que Roberto, aquel guardaespaldas robusto, extremadamente atractivo y rudo, podía protegerla muy bien. No obstante, aquellos cuidados no incluían las mieles del sexo desenfrenado al que ambos se habían acostumbrado. Temían por sus vidas y, de ser descubiertos, sabían que sería el fin para los dos.

Por este motivo, Roberto se encontraba allí, probablemente a varios metros bajo tierra, en un cajón de madera, enterrado vivo por los matones de su jefe. Gritaba con todas sus fuerzas y rasgaba con sus uñas aquel cajón, mientras esperaba su muerte.

Sabía que no había salida.

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