Con un suspiro intenso, Daniel se dirigió hacia la puerta del vecino de arriba. Todo el día había estado pensando en Julián desde que accidentalmente chocaron en el pasillo del ascensor y el recipiente de vidrio de este se hizo añicos, dispersando el sándwich por el suelo. El flechazo fue inmediato; Julián era atractivo. Quizás podría invitarlo a tomar una cerveza.
Daniel se comprometió a sustituir el recipiente ese mismo día. Ahora, para cumplir con su promesa, tocó el timbre. La puerta se abrió y una mujer apareció en el umbral.
—Buenas noches, busco a Julián —saludó él.
—Oh, tú debes ser el culpable del accidente de esta mañana —respondió ella con una sonrisa.
—¿El recipiente era suyo? —inquirió, confundido.
—En realidad, era de ambos. Soy su esposa —afirmó, tierna.
Daniel sintió vergüenza y desilusión.
—Lo siento, no quería molestar —dijo mientras le entregaba el repuesto.
—Gracias. Julián te lo agradecerá. —Volvió a sonreirle con calidez.
Daniel se despidió y entró al ascensor, abatido. Justo antes de que las puertas se cerraran, una mano las detuvo. Era Julián, quien subió y le agradeció por el gesto nuevamente.
—¿Te gustaría ir por una cerveza? —le propuso.
Daniel dejó escapar una sonrisa.
ESTÁS LEYENDO
Microhistorias
AléatoireBienvenidos a mi mundo de microhistorias. Sumérgete en un universo de emociones condensadas en breves relatos de aproximadamente 200 palabras que te llevarán en un viaje emocionante y sorprendente con cada uno de ellos. Desde el amor fugaz hasta el...