Es extraño. Pasaba tiempo de que agarraba confianza tan rápido. De un momento para otro, iba camino a casa de Colette, siendo que nos conocímos apenas hoy.
Podía observar en la oscura noche a el paisaje urbano pasar. Muros rayados, gente caminando e interactuando, y lo que más me llamaba la atención; Los pobres, mejor conocido como vagabundos.
Mi madre siempre me hablaba de ellos. Decía que eran personas que eligieron el camino de las drogas, del alcohol, y que yo nunca debería escoger aquello por mi seguridad.
Ellos se juntaban en grupos como familias, bajo algún lugar con techo (Específicamente lugares como afuera de alguna tienda cerrada). Se cubrían con bolsas o periódico, algunos con mantas viejas o sucias, eran las únicas cosas que tenían.
Fue en medio de mi pensar que derrepente Colette me movió el hombro, sacandome de mi ensimismamiento.
— Vamos llegando, levantate.
Asentí y me levante para caminar apenas a la salida del microbus, donde Colette le diría al conductor que nos bajaríamos.
Al poco tiempo nos bajamos en un barrio limpio, con su toque natural y urbano, como me gustaba.
Caminamos bajo arboles más o menos pequeños, mientras farolas débiles nos alumbraban.
— ¿No habías pasado por aquí? —Preguntó ella, caminando delante mío.
— No desde que me intentaron robar, jaja —Respondí.
Ella rió mientras continuabamos caminando. Era uno de esos chistes rápidos y que alegraban el ambiente, para luego dejar la paz del silencio.
Cuando llegamos a su hogar, ella entró luego de abrir con llave.
Pude ver diversos cuadros de ella con lo que parecían ser Brawlers, pero tenía otros con flores, algunos platillos y familiares.
— ¿Y que opinas? Es mi humilde vivienda —Dijo ella, girandose donde mi—. Acá preparo mi comida, duermo, socializo conmigo misma y disfruto la vida.
Observé detenidamente alrededor. Habían muebles viejos, sofás y asientos cómodos (Por lo que parecían) y distintos detalles pequeños.
— Supongo que tienes suerte —Le respondí, caminando para la cocina, Colette me siguió por detrás.
Sin duda vivía mejor que yo, y eso que no parece alguien de mucho dinero. Eso es algo que me orgullece, supongo. Supuse que ella gastaba su dinero ganado en cosas útiles como muebles usados, cuadros, y no en el vicio.
Me tomó de la mano y me guió a una mesa ubicada al centro de la cocina (La cual era grande). Ella me señalo el asiento con una exagerada reverencia, y yo respondí de la misma manera.
— ¿Que quieres comer? Puedo prepararte arroz y pollo teriyaki, si quieres ramen, pero tendrías que dormir conmigo hoy, BROMAAA.
Recalcó la última palabra de forma extraña, con un grito. Aún así lo encontre gracioso y reí por debajo de mi bufanda.
— Pero ya enserio, me gustaría prepararte una pasta, mejor si la hacemos juntos, ¿no? —Me preguntó, esta vez con un tono más tímido.
— Hm... Supongo que puedo intentar
Ella corrió con una sonrisa a buscar harina, huevos, y lo que tenga que llevar la pasta casera.
Colette desocupó rápidamente la mesa y colocó harina. Procedió a hacer un volcan con la misma para luego romper dos huevos con gentileza.
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𝑫𝒆𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒔𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂 - 𝑬𝒅𝒈𝒂𝒓 𝑿 𝑪𝒐𝒍𝒆𝒕𝒕𝒆
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