C3 ➤ Huerfapadres

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Eran las cuatro de la mañana. Me desperté sin razón alguna, sentía dolor en las extremidades. 

Con lentitud me levanté en la oscuridad, dejandome guiar por la poca iluminación de la luna. Caminé hasta al baño y prendí la luz. Me paré frente al espejo a observarme un poco. Podía notar que tenía la piel pálida como siempre, mis ojeras estaban allí y venían decorando mi rostro cansado.

Me apoye en el lavabo y suspiré mirando la llave gotear. "¿Desde hace cuanto me despierto de la nada?" Me preguntaba.

Era algo irónico, recordaba bastante bien que fue desde que... bueno, él murió.

Decidí caminar hasta la sala y al llegar encendí mi calefactor eléctrico. Tenía bien en claro que no iba a lograr dormir, así que decidí quedarme viendo la televisión por un largo rato.

Mientras observaba comerciales, dibujos animados infantiles o lo que la misma televisión me pusiera enfrente, recordé a Colette y el beso que me había dado. Sonreí sonrojado, enternecido por su forma de ser, pero esos recuerdos traían más y más recuerdos a mi cabeza.

Nunca he sido bueno en el amor, solo sé lo que me ha enseñado mi madre sobre las chicas. 

"Son delicadas, hermosas y bastante valientes. Son mujeres guerreras que luchan por salir a delante a pesar de todo. Ellas necesitan a un hombre quien en sus momentos de vulnerabilidad las cuide como oro, como tu padre o como tú, Edgar"

Solté un suspiro nuevamente. ¿Acaso yo la había cuidado como él? Deje que muriera sola, es obvio que no.

Apagué la televisión y caminé de nuevo a mi cuarto. Me tiré sobre la cama que ya estaba helada, ¿me había olvidado de apagar las luces de la casa? Supongo, pero eso ya da igual, no importa nada ahora.

Me pasé las manos por la cara, me sentía inutil, un idiota más del montón. Quizás si hubiera llegado más temprano, solo unos minutos más temprano, hubiera logrado salvarla o al menos no... No dejarla morir sola.

...

...

...

...

Llegaron las 10 de la mañana, la alarma sono por debajo de mi almohada. Tomé mi celular y con desgano apague el sonido irritante y me levanté a preparar mi desayuno.

Apagué las luces, por alguna razón estaban prendidas, supongo que fuí yo de nuevo. Me preparé un café con unas tostadas con mantequilla, luego de desayunar partí al trabajo.

Al llegar, saludé a Griff con una sonrisa y me senté en el mostrador. Revise mis bolsillos y al parecer había dejado mis audifonos de nuevo en casa. Suspiré decepcionado y no me quedo más que echarme sobre la silla.

Griff se me acercó y con un gesto me dejó un jugo en caja y un sandwich mal preparado.

— Supe lo de tu madre, ten esto para que trabajes con buena cara.

Su tono no fue nada amable, pero al menos agradezco el gesto de dejarme una comida.

Me conformé con escuchar la música de la tienda, una relajada y perfecta para unas compras. Fue ahí cuando el sonido de la puerta interrumpió mi descanso. Colette llegó dando brinquitos y con una bolsa en sus manos.

— ¡Edgar! —Exclamó.

Levanté una ceja para luego sentarme bien en mi asiento.

— Colette —Respondí.

— Te traje algo que quizás sea de tu gusto.

La bolsa cayó sobre el mostrador. Tenía un olor como a perfume barato, pero dulce. 

𝑫𝒆𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒔𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂 - 𝑬𝒅𝒈𝒂𝒓 𝑿 𝑪𝒐𝒍𝒆𝒕𝒕𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora