C4 ➤ Bajo tierra

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Eran las 4 de la mañana. Nuevamente desperte sin ningún propósito, con recuerdos golpeando mi mente.

Sentí como mis pulmones rogaban por un poco de aire fresco, por lo que prendí rápidamente la luz y corrí a pies descalzos a la ventana. Al llegar, pude aliviar un poco la asfixia con el aire frío de la noche.

El aire helado logró calmar la ansiedad por unos momentos. Me sapoyé en el alfeizar de la ventana intentando ordenar mis ideas.

No pude evitar que los recuerdos de mi madre inundaran mi mente. Recordaba su rostro amable, su risa cálida y sus abrazos reconfortantes. Extrañaba oír su voz diciéndome que todo estaría bien. Un nudo se formó en mi garganta al pensar que ya nunca más la tendría a mi lado.

El dolor en mi pecho se hizo insoportable. Tuve que levantarme rápidamente en busca de agua para aliviar la opresión. Me dirigí a la cocina y serví un vaso con manos temblorosas.

Me senté a la mesa del comedor a beber, intentando calmar mi alterado estado. Apenas llevaba puesta una pijama ligera, sintiendo el frío del suelo colarse por mis pies descalzos. Fijé la vista en un punto vacío frente a mí, tratando de contener las lágrimas.

Y entonces lo recordé. Hoy tenía que ir a trabajar, vería a alguien especial. Ver a Colette lograba aliviar siempre este sentimiento de vacío que me embargaba. Su dulzura y comprensión lograban despejar por unos momentos mi oscura neblina mental.

Eso me dio fuerzas para terminar el vaso de agua. Tal vez las cosas no estuvieran tan mal, al menos tenía un rayo de luz a quien aferrarme.

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El reloj marcaba las 9 de la mañana. Pese al poco sueño, decidí preparar algo de desayuno antes de irme al trabajo.

Me levanté pesadamente y calenté un café, buscando algo de energía. Revisé la alacena y sólo encontré pan duro y mermelada vencida. Tendría que conformarme con eso.

Unté la mermelada en una rebanada y le di un mordisco, aunque apenas sentí su sabor. Mi estómago se sentía revuelto ante la falta de apetito. Terminé el café con gran esfuerzo, buscando cómo lidiar con el dolor de cabeza que comenzaba a aumentar.

Miré la hora nuevamente para constatar que ya debía partir. Salí apresurado de casa sin apenas poder mantener los ojos abiertos. El sol me deslumbró al cruzar la puerta, recordándome que aún seguía vivo en el mundo exterior.

El viaje se me hizo eterno. Cada minuto sentía que el sueño y la jaqueca incrementaban su fuerza. Llegué al parque y me dirigí directamente a la tienda de regalos, donde al entrar me encontré con Griff. 

El se tomó un momento antes de saludarme como siempre. Con la ceja alzada me analizó de pies a cabeza.

— Te ves horrendo. ¿Un café?

— Si, necesito uno.

Caminé hasta el mostrador, donde me deje caer encima de la mesa agotado, solo quería desaparecer y dormir para siempre, y si no se puede, me gustaría ser un gato...

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Griff regresó una hora después con dos tazas humeantes de café. Dejó una frente a mí y tomó asiento a mi lado. ¿Por qué tardó tanto?

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⏰ Última actualización: Jun 27, 2024 ⏰

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𝑫𝒆𝒕𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒕𝒖 𝒔𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂 - 𝑬𝒅𝒈𝒂𝒓 𝑿 𝑪𝒐𝒍𝒆𝒕𝒕𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora