CAPITULO 4

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La piel se eriza, una sensación recorre de pies a cabeza a ambos chicos sueltos en la noche, sueltos en la vida.
Paran en seco, agudizan el oido, hay una conexión que sin hablar Diego sabe que Arturo se pregunta si ambos lo oyeron.
—Si, también lo escuche ¿Vivo o muerto?
—Espero sea un muerto.
—Estas loco, Arturo, muy loco.
Los susurros apenas se escuchan un poco mas alto que el viento.
Arturo lo toma de la mano y lo jala lento, suave, apenas se oyen los roces de la hierba en sus pies, inhalan lento y largo y exhalan igual.
—¡Quién anda ahi!
La voz rasposa que proviene de algún lado los pone a temblar
—Es un vivo.
—Eso es obvio.
Arturo piensa en lo cruel que es la vida, apenas y se atreve a besar a su novio y viene una desgracia con eso.
—No es nada...vamos a darnos prisa, ¿quieres?
—No, juro ver a alguien, vi su sombra justo por ahí.
—Lo sabríamos si trajeras una maldita linterna.
—No, no podemos encenderla, nos descubrirían.
Arturo y Diego escuchan cuidadosamente a aquellos hombres.
—Bueno, no encendemos una linterna pero si una motosierra ¡Vaya!
El chirrido de aquel artefacto suena, pero eso no es lo que molesta ni duele a los chicos que están como troncos, inmóviles, enojados y sin poder hacer nada. Aquella maquina entra al tronco del árbol, lo hace crujir, a los pajaritos huir, a la tierra sufrir.
—No, no, no, por favor...Diego, lo van a cortar.
—Llamemos a la policia.
—No haran nada.
Una ardilla pequeña corre frente a ellos, asustada, aturdida, Diego quiere que se detenga para abrazarla y protegerla, pero la ardilla no los ve diferentes a los que destrozan su hogar, también les tiene miedo, y es entendible, el primer árbol cae, hace ruido, pero no uno que oirían, no grita, no se defiende, se deja caer, se muere.
—¡Este es otro bueno, eh!
—Si, mucho mas grande.
La motosierra ruge bien fuerte y pasa su hoja otra vez en un árbol nuevo.
Arturo, aprieta las manos, tiene rabia.
—¡Basta!
—¿Qué haces?
—Basta.
Se silencia todo...Todo es oscuro, pasos lejanos, se acercan, huelen el sudor, oyen sus respiraciones, sus corazones quieren salirse del pecho.
—Corre.
Susurra Arturo.
—¿Cuando?
—Ahora
Como la ardilla temerosa, Arturo y Diego huyen de los depredadores, de los malos, si, los persiguen, los persiguen porque saben que corren peligro, saben que lo que hacen lejos de lastimar al planeta es un acto que trae otros problemas, que a causado guerrillas, muertes, los cuatro corren de algo, todos corremos de algo, pero no siempre podemos estar corriendo.
—¡Ahi esta el pueblo, Arturo!
—No dejes de correr, Diego, por favor.
Arturo tiene miedo, en su cabeza, él deja a Diego, deja que lo atrapen, se salva él, pero el Arturo real, no lo dejaría, no lo hará.
—Creo que sangro de la rodilla.
—Solo no dejes de correr Diego, por favor.

Cuando están a salvo, en el puente, Diego posa su cabeza en el hombro de Arturo.
—Este es mi lugar favorito.
—¿Este puente?
—No, tu.
Arturo llora.
—¿Qué paso?
—Fui un imbecil, te puse en peligro.
—Tranquilo...no paso nada.
—Pero...y si no, no me perdonaría, Diego, no debí hacerlo.
—Tranquilo.
Con un beso en la mejilla lo intenta calmar.
—¿Debemos denunciar?
—Si, sin duda, le diremos a Pepe el sabrá que hacer.
—¿Crees qué regresaron a talar mas arboles?
—Quizá.
Si a la humanidad le doliera tanto como a Arturo que un árbol caiga quizá nadie nos atreveríamos a hacerlo.
—¿Puedo ver tu rodilla?
—Lo había olvidado.
La tela de su pantalón se pego con la sangre seca.
—Rayos, no se puede.
—Espero no se infecte, será todo mi culpa.
—Okay, espera.
Diego se pone de pie y desabrocha el pantalón, lo baja lento que hace el mismo sonido de pasar la mano por la hierba, siente frio en las piernas, pero no vergüenza.
—¿Quieres que cierre los ojos?
—¿Qué?
—Ya sabes...
—No seas tonto.
—Este soy yo.
La noche casi termina, todo es de un azul marino, los gallos suenan a lo lejos, la piel blanca de sus piernas brilla como la luna, Arturo lo ve, ve la galaxia en esa piel.
—Woow, es...mmm...hermoso, eres hermoso.
—Qué dices.
—¿Puedo ver?...la rodilla...si la rodilla.
—Sip.
Se acerca, siente el lo cálido que emana de la piel, respira el sudor.
—Solo es un corte, gracias al cielo.
Arturo tiembla, Diego también, Arturo besa la rodilla, justo en la herida, se lleva en sus labios algo de sangre.
—Bueno, ya esta, nada grave.

Yo vivo por ti (Arturo X Diego) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora