Epílogo

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Habían pasado 2 años desde que aquella batalla campal entre Ulrains y Lupanis se había desarrollado. Con el resultado de esta, ambos jefes de las tribus decidieron darle fin a todo ese odio, ese rencor que se tenían para crear una alianza entre ellos. A partir de ahora tanto humanos como híbridos conviven juntos.

Al principio fue duro, hubo muchas disputas entre los habitantes y los Lupanis sobre sus derechos y cómo podían transitar por el mismo camino sin pelear, pero con el tiempo el Consejo de Ancianos, que ahora era una unidad más amplia, integró a los grupos de Cazadores y Recolectores a estos seres que con sus cualidades físicas podrían ser de mucha ayuda, si trabajaban juntos podían hacer crecer más su tribu y vivir en armonía.

La Revelación de Instinto en algunos habitantes seguía ocurriendo así como niños nacían con esa marca protectora, pero ahora todos se sentían más capacitados para ayudar a quienes lo necesitaban con aquel estado. Los rebeldes también tuvieron un cambio significativo pero eso no los libró de su castigo. Como parte del Ritual de Exposición Pública, les hicieron la Marca de la Deshonra, en su rostro llevaban un símbolo temporal que les recordaría su falta hacia su tribu.

El tiempo para Fenris había pasado demasiado lento, ahora era miembro del grupo de Cazadores de la tribu y era la mano derecha del Cazador Jefe Brak, a su lado pudo notar que eran bastante similares en personalidad, por lo que Fenris estableció un vínculo de amistad muy fuerte con él.

-Brak.

Hoy el rubio había solicitado un permiso especial para retirarse antes de las expediciones de los Cazadores.

-¿Ya es hora? -Fenris asintió- puedes marcharte...por favor envíale mis saludos.

Él asintió con una sonrisa, se despidió de su amigo y emprendió su camino hacia el Bosque Sombrío.

-¡Fen! ¡Dijiste que nos esperarías!

La voz de Kaela lo sorprendió, con una sonrisa tímida rascó su nuca mientras la miraba.

-Lo olvidé, por favor perdóname.

-Vamos, la estás haciendo esperar demasiado -dijo Niva con una sonrisa- espero que no hayas olvidado los dulces.

Los tres siguieron el camino entre risas y anécdotas, en ese tiempo la pequeña Kaela había crecido en porte, pero para Fenris siempre será su mocosa. Niva también había hecho un cambio, con la unión de las tribus se dio la oportunidad de confiar en ellos, conocerlos y ahora tenía una familia con un Ulrains, tenían un pequeño demonio que no hacía más que entrenar para un día entrar a los Cazadores.

Entre tanto hablar, no se habían percatado que habían llegado a su destino, aquellas frondosas ramas de los arbustos seguían siendo tan características de su lugar secreto, todos ingresaron hasta dar con una pequeña lápida al centro de todo ese relajante y hermoso lugar.

-¡Llegamos, Eli!

Kaela fue la primera en anunciar su llegada, provocando risas por parte de sus contrarios. Fenris y Niva se sentaron uno a cada lado de esa pequeña lápida, él dejó los dulces que había traído para la ocasión en frente de ella y los repartió con una sonrisa.

-Espero esta vez haber mejorado -sonrió con nostalgia- pero siento que jamás podré imitar el sabor que tú les dabas.

Los tres comieron en silencio aquellos dulces, esta vez nadie hizo una mueca de asco, al parecer Fenris había logrado la consistencia de "comestible" y no arruinar su visita otra vez.

-Brak te envía saludos -dijo mirando a su lado- estamos progresando en nuestra relación, ya no me grita tanto, diría que somos buenos amigos.

-¡Eli! ¡Yo entraré al grupo de Recolectores cuando tenga la edad! ¡Quiero ser como tú! -ella sonrió.

-Y yo cuido que estos dos no se maten por alguna estúpida razón -sonrió Niva algo triste- mi cachorro está bien, no te preocupes por ello.

Cada vez que iban a visitar a Elira salían con experiencias nuevas, Niva siempre debía que ella le preguntaba por su familia y se interesaba en saber cómo estaban todos, pero jamás le diría a Fenris que había sentido como ella le pedía que lo cuidara mientras no estaba. Sin duda eso había roto su corazón.

-Bien, creo que deberíamos volver -anunció Fenris.

-¿Podemos venir mañana otra vez? -preguntó Kaela.

-¿Crees que tengo todo el tiempo del mundo, mocosa?

-¡Deja de llamarme así!

Como niños empezaron a discutir mientras avanzaban entre los arbustos, Fenris nunca se despedía de Elira porque para él, ella no se había ido terrenalmente y podía visitarla siempre en su lugar secreto, justo así como cuando se encontraban en el pasado.

-Son unos idiotas.

Niva cubrió aquel dulce que le correspondía a ella para luego levantarse, le dio una última mirada con una sonrisa triste mientras asentía a la nada.

-Estará bien, no te preocupes.

Y salió a encontrarse con los dos que todavía seguían discutiendo afuera, podían ser unos niños a veces, pero habían madurado muchísimo en esos dos años. Fenris había cambiado en cierto aspecto, pero seguía siendo el holgazán que Elira conoció. Habían tenido suertes diferentes, pero gracias a eso pudieron conocerse y enamorarse, vivir la experiencia única del amor en los tiempos de guerra había sido su verdadero lugar seguro.

Suertes DiferentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora