41 parte 2

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Nostalgia

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Trato de mantener un semblante sereno, cuando la voz de Lisbeth llega a mis oídos. Me giro para enfrentarla y tiene las manos apoyadas en el capó del auto de Anthony. No sé si es mi paranoia, pero en sus ojos veo una locura chispeante que me asusta.

—No digo lo mismo —medio le sonrío y trato de seguir conversando con el moreno que nos mira con cautela, como si se tratase de dos fieras en una misma jaula a punto de tirarse una sobre la otra.

—¿Qué te tiene así? ¿Por qué no volviste más? —pregunta de manera casual, pero conociendo lo zafada que está, tiene algo más en mente.

—Tengo otras cosas en mente —me limito a contestar y ella camina hacia a mí.

—¿Damon te tiene así?

—¿Así como, Lisbeth? —pregunto molesta.

—Tan acabada —responde con simpleza y una sonrisa—. Tendría sentido; hace un rato lo vi con unas chicas cerca de su auto —me comenta.

—No voy a caer en tus provocaciones.

—Dijiste eso la última vez —sube ambas cejas y mis ojos se clavan en su ceja derecha donde de nuevo tiene un piercing—. Según tú me dejaste razones suficientes para no acercarme más, pero...

—Eres una masoquista de mierda que le encanta joderme cada que le pica el culo, pero, adivina, yo no estoy de ánimos y a unos metros hay un grupo de chicos esperando por ti, puedes decirles que te maltraten lo suficiente si es lo quieres.

Voy a darme vuelta, pero me toma de la mano. Yo reacciono atrapando su muñeca y ella corresponde con la mano libre clavando las uñas en mi muñeca; hago lo mismo y quedamos en un estúpido juegos de manos esperando quien suelta a la otra primero.

—¿Qué pasó con tu tío-padre?

—Déjame en paz.

—Tu mano es la última —suelto aire por la nariz y hace presión.

Mi parte racional dice que la deje y termine con esto, aunque mi otro yo insiste en tratar de causarle el mismo daño, pero con mis uñas débiles no hago mucho.

—Dime que quieres y por favor me dejas en paz.

—Quiero a Damon.

Casi me río de sus palabras, pero la seriedad con la que lo dice me preocupa, ya que realmente tiene una seria obsesión con Damon.

—Bueno, loquita, lo tienes todo para ti —le aseguro, aunque se mantiene impasible—. Si me das un poco de tiempo le puedo colocar un lacito ¿Qué color te gustaría que fuera?

—También quiero que me ayuden a sacar a Ian de la cárcel.

—¿No quieres un pollito con pan, sumando un psiquiatra? También le puedo colocar lacito.

—Ah, mira, hablando en serio —su expresión cambia y ya me asusta el montón de personalidades que puede tomar esta chica, ahora sí parece que habla normal—, quiero a Ian fuera de la cárcel.

—Tu papi tiene dinero, que él lo arregle.

—No sirve pagar y ya, Ian hizo muchas cosas...

—¿Si estás consiente de lo que ha hecho él, por qué lo quieres fuera de la cárcel?

—Porque nos hicimos amigos y también porque no me importa lo que le hizo a alguien más, ya que no fue a mí.

—Estás loca. No voy a hacer nada y si sí, no podría hacer nada de igual manera.

Pisando los erroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora