Klaus
Todos sacrificamos cosas, algunos en mayor o menor cantidad, pero un sacrificio es un sacrificio. Desde niño tuve al ojo público sobre mí. ¿Privilegios? Sí, tengo y muchos. Puedo hacer lo que quiera, siempre y cuando ni la prensa ni mis padres se enteren. Pero con una corona viene más que fama y privilegios; cuando las personas se enteran de quién soy, todo cambia. O bien me venden a la prensa o se me tiran encima cual sanguijuelas.
En mis 19 años de vida, mi círculo de amigos ha sido solo uno. Además, aprendí que las personas sin dinero siempre van a ser codiciosas y que el amor es efímero.
Mis vacaciones en los Alpes Suizos fueron abruptamente interrumpidas por un rubio con evidente carencia de autocontrol: Frederick Larsson. Al parecer, había tenido una pequeña "conversación" con el director de nuestro internado. Muy imbécil, fue atrapado en una situación comprometedora con la profesora de español. Su tío hizo una jugosa donación para evitar su expulsión, pero en lugar de quedarse en el internado, se transfirió a una escuela en Nueva York: Constance Billard School. Así, todos nosotros tuvimos que trasladarnos también.
Nuestra fama nos precede, así que nuestra llegada a Constance no pasó desapercibida. Hicieron que un idiota, creo que era el presidente de la asociación de alumnos, nos diera la bienvenida. Mis oídos sangraron en ese momento. Alexandre se dedicó a repartir besos a sus admiradoras, y Elenor solo les sonrió a todos.
Así es como llegué a este lugar. Nos dieron a los cinco habitaciones individuales. El padre de Elliot pagó una buena suma para que nos dieran una habitación especial donde pudiéramos reunirnos sin que nadie nos molestara.
—Recuérdenme otra vez, ¿por qué estamos aquí y no en Suiza? —Tenía la mirada puesta en mi celular. ¿Odiaba los cambios? Claro, además que en este lugar había becados, gente que vendería cualquier cosa que tocáramos.
—Porque alguien piensa con la cabeza equivocada. —Elenor se acercó a mí y me quitó mi teléfono; a cierta princesa no le gustaba que usáramos cualquier marca que no fuera Samsung.
—Y porque juramos estar siempre juntos, un pacto que estoy empezando a lamentar. —Elliot cerró el libro que estaba leyendo y posó su mirada en la ventana del pequeño cuarto donde estábamos.
Parece difícil de creer, pero siempre hemos sido nosotros cinco. Cuando nos conocimos, todos habíamos sido traicionados por nuestros "amigos". Con tan solo seis años, ya sabíamos que nuestra posición nos hacía diferentes. La química fue instantánea. En ese momento hicimos un pacto: siempre juntos, nosotros somos familia. Y así nos hemos mantenido. A donde va uno, los otros cuatro lo siguen; si uno está pasando por un mal momento, todos vamos a apoyarlo.
—Hay que mirar el lado bueno, hay chicas muy guapas en este lugar. —El rubio, Frederick, habló por primera vez desde que llegamos aquí.
—Las hay, pero son igual de corrientes como alguien que usa redes sociales. —Para Elenor, estaba bastante claro que nuestra posición social nos hacía diferentes. Por eso siempre dejaba bien en claro quién era la que mandaba.
—¿Por qué esa actitud, pequeña E? ¿Tienes miedo de que Alexandre le ponga el ojo a una y ya no esté detrás de ti? —Y sí, cuando Frederick terminó aquella frase, Elenor le dio una bofetada, bastante fuerte, ya que el sonido de su mano haciendo impacto con la piel del rubio aún se escuchaba en la habitación.
—Cuida tus palabras, Larsson.
Después de decir eso, Elenor salió. Detrás de ella se fueron Alexandre y Elliot. Yo me levanté y le di una mirada desaprobatoria a Frederick; esta vez sí se había pasado. La relación que tenían Elenor y Alexandre era bastante complicada. Ambos eran el primer amor del otro. Todos, hasta ellos, sabían lo que sentían, pero nadie dijo nada. Al parecer, aún después de años, siguen habiendo sentimientos.
Todos llegamos al pasillo principal de Constance. Era casi automático el orden en el que estábamos: Elliot a la izquierda, seguido de Alexandre, Elenor, como era de esperarse, estaba en el medio, yo a su otro costado y Frederick al lado mío. Todas las miradas se posaron en nosotros; los susurros eran demasiado evidentes. Muchas leyendas nos acechaban. La más estúpida era que supuestamente servíamos a Elenor como una especie de harén; otra decía que éramos medios hermanos.
—¿Qué clase tienen primero? —Mi amigo francés, Elliot, habló con su acento bastante marcado. Frederick nos hizo una seña para darnos a entender que todos los demás estudiantes habían hecho silencio para escucharnos hablar.
—Se los dije, corrientes. —Elenor puso los ojos en blanco por unos segundos y luego esbozó una sonrisa. —Química avanzada. ¿Alguien más tiene esa clase?
Todos negamos con la cabeza; Elenor iba a estar sola.
—Tengo Historia con Klaus. —Alcé mi mirada para encontrarme con un muy sonriente Alexandre.
—Arte con Larsson. —Mencionó Elliot. —Suerte con química, Elenor.
—Suerte con Larsson.
Después de decir eso, nos despedimos antes de dirigirnos a nuestras respectivas clases. Alexandre cambió su sonrisa por un rostro algo afligido.
Decidí romper el silencio, haciendo una pregunta bastante personal. Tenía confianza con Alexandre, pero jamás habíamos vuelto a hablar de Elenor, ya que la última vez pasaron cosas que lo hicieron terminar en el hospital por dos semanas. —¿Algo pasó en el verano entre ustedes o me equivoco?
—Ya no existe un "nosotros". Durante el verano recibí una carta de ella, bastante anticuado considerando que su familia es un gigante de la tecnología. —Alexandre se detuvo por un momento y me pareció ver cómo le dolía recordar todo. —Su familia quiere comprometerla, y ella aceptó. No puso objeción alguna, solo aceptó.
Cuando conocí a Elenor supe dos cosas: la primera, era muy impulsiva; la segunda, jamás haría algo que su familia le dijera. Así que probablemente eso del "compromiso" era falso, pero a mí no me correspondía decirlo. Así que solo guardé silencio. Alexandre apretó sus puños; el rechazo de Elenor le había dolido más de lo que quería admitir. Supongo que es normal, ya que ella fue y será su primer amor.
Mientras caminábamos, recordé algo que me había contado Elliot durante el verano. Aunque él no hablaba mucho de sus experiencias personales, esa historia en particular me había sorprendido, ya que él era el mas tranquilo de todos nosotros.
—Por cierto, ¿qué pasó con esa chica que conociste en el verano? —le pregunté a Elliot, intentando cambiar el tema y aliviar la tensión.
Elliot sonrió, pero había un matiz de melancolía en sus ojos. —Ah, la pintora. Nunca pregunté su nombre. Pasamos la noche juntos y al día siguiente ella se fue sin decirme nada, ni una nota o algo así, solo se fue.
Alexandre levantó una ceja, curioso. —¿De verdad? No sabía que tenías ese lado romántico y misterioso.
Elliot se encogió de hombros. —No sé si fue romántico o simplemente extraño. Pero fue... diferente. Algo en ella me hizo sentir cosas que no había sentido antes. Pero se fue y así quedó, además alguien me sacó de mis vacaciones, así que no puede buscarla.
—Eso suena como una historia sacada de una novela —comenté, tratando de imaginar la escena.
—Solo que, en esta novela, Elliot es al que dejan tirado, yo no compraría ese libro —Mencionó Alexandre en un tono burlón.
—Tal vez —dijo Elliot, perdiéndose en sus pensamientos por un momento. Luego, con un suspiro, agregó—: Pero algunas historias no tienen final feliz, solo un final.
Llegamos a nuestras respectivas aulas. Alexandre y yo nos despedimos de Elliot y entramos a nuestra clase de Historia. Mientras me acomodaba en mi asiento, no pude evitar pensar en cómo todos nosotros anhelábamos esa vida simple de otros, problemas comunes y no estar involucrados en tantos lios.
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High Society
Teen FictionQuien no mataría por tener sus vidas, solo por un día, tener el poder de hacer lo que quieras y destruir a quien quieras, fiestas, alcohol, drogas. De eso están rodeados los hijos de los magnates de hoy en día, en Constance podrás encontrar a muchos...