UNA NOCHE CUALQUIERA.

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CAPITULO 2
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Cerró el local bien entrada las cinco de la tarde, camino hasta casa y una vez llegó tomo una ducha, duro casi veinte minutos y en cuanto salió aun con la toalla puesta se sento a descansar un rato, pues luego de que Sango se fuera le tocó ir hasta una de las granjas cercanas a pueblo, a decorar las caballerizas por petición de los dueños quienes esperaban la llegada de una nueva potranca, aunque solia disfrutar de ello al final sus manos siempre terminaban cansadas y con alguna que otra cortada pues algunas flores contenían espinas en sus tallos, aún así no deseaba hacer nada mas que eso, que cuidar de sus adoradas flores.
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Al cabo de varios minutos se quedó dormida, despertó casi una hora después y se apresuró en buscar algo de ropa, ya eran casi las ocho y aún no estaba lista.

Tomo una falda de jean que le quedaba un poco más abajo de las rodillas pero que tenía una abertura en el muslo, un body blanco y unos tenis y bolsa a juego, se hizo una media coleta y se colocó un lazo del mismo color que predominaba en su vestimenta, por último se aplicó un poco de tinta de labios ya que no le gustaba demasiado el maquillaje.

Salió de casa y ya eran casi las ocho y treinta, apresuró su caminata pero trato de no estresarse pues la casa de su amiga no quedaba muy lejos de la entrada del pueblo así que tarde o temprano llegaría,  sin embargo una vez entro al caserio cambio de rumbo pues por su mente pasi la idea de que no podia llegar tarde y con las manos vacías asi que paso por el minimarket y compro una botella de vino y una pequeña caja de dulces hechos a mano y salió,  está vez si camino tan rápido como pudo para llegar a casa de su amiga, no demoró mas de cinco minutos; llegó y se reacomodo unos mechones rebeldes que se le habían escapado y finalmente toco el timbre, a los pocos segundos Sango ya le había abierto la puerta.

- Casi no llegas- resonga con una sonrisa.

- Lo siento, me quedé dormida- se excusa con pena la menor.

- No te preocupes, anda ven - responde la pelinegra mientras le hace la seña de que ingrese al lugar. - Por cierto, las gemelas fueron a casa de mamá- anuncia mientras recibe a la castaña en un abrazo.

La castaña no corta ni perezosa hizo caso a la petición de su amiga, entro y no tardo en saludar a su amiga, luego a Miroku el esposo de Sango y finalmente a Kohaku, el hermano de su amiga este no tardo en mostrar su interés por la menor quien trato de ignorarlo por completo.
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- Tinto, mi favorito...- suelta Kagura con sonrisa refiriéndose al vino.

- Por eso lo traje- responde con una sonrisa la castaña.

- A veces creo que la conoces mejor que yo...- confiesa en medio de una risilla Miroku inmiscuyendose en la conversación.

- Te recuerdo que antes de que llegarás tu, solo eran ellas dos contra este pueblo- le recalca en el mismo tono Kohaku.

- Que buenos tiempo eran...- suelta Rin mientras se sirve un poco de papas y ensalada.

- Si que lo eran, solíamos hacer recados para los ancianos y nos gastamos el dinero en chucherías... Rin siempre terminaba con dolor de estómago y mamá y Kohaku terminaba por gastar su mesada en medicamentos para ella- habla con nostalgia mientras toma un sirvo de vino.

- Ay! No me recuerdes eso... Aun lo siento Kohaku- pide la joven en un falso gesto de pena.

- No te preocupes por eso, era ayudarte o escuchar tus quejas todo el día- responde con risa.

Lo que perdí en tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora