Día 4

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Al día siguiente, Faddei fue a levantar a Zack, quien aún dormía profundamente. Con un ligero toque en el hombro, lo despertó y ambos bajaron al estacionamiento junto a Natalia. Subieron al coche y se alejaron del hotel, intentando mantener un perfil bajo. Sin embargo, a lo lejos, Ravageclaw los seguía de cerca, montado en su moto, decidido a no perderlos de vista.

Faddei se percató de la presencia de Ravageclaw en los espejos retrovisores y, en un intento de despistarlo, dio una vuelta repentina. La maniobra brusca hizo que todos dentro del coche se inclinaran hacia un lado, y Zack, desafortunadamente, se golpeó la cabeza contra la puerta. El impacto lo dejó inconsciente.

—¡Zack! —exclamó Natalia, tratando de reanimarlo sin éxito.

—No hay tiempo, tenemos que seguir —respondió Faddei, con el ceño fruncido, concentrado en la carretera.

La persecución continuó con Ravageclaw ganando terreno. En un movimiento audaz, tomó una rampa improvisada en la calle, lanzándose por el aire y aterrizando con precisión delante del coche de Faddei y Natalia.

Faddei frenó en seco, deteniendo el coche justo a tiempo para evitar una colisión. Ravageclaw, con su imponente figura y su moto rugiente, se quedó parado frente a ellos, bloqueando cualquier escape. La tensión era palpable mientras Faddei y Natalia se preparaban para el inevitable enfrentamiento, sabiendo que tendrían que proteger a Zack a toda costa.

Ravageclaw, confiado, creyó que Faddei no tendría el valor de acelerar. Sin embargo, Faddei apretó el volante con determinación y, sin apartar la vista de su enemigo, le avisó a Natalia.

—Prepárate —dijo con firmeza.

Movió la palanca de velocidades y pisó el acelerador a fondo. El coche rugió hacia adelante, dirigiéndose directamente hacia Ravageclaw. Al darse cuenta de la maniobra, Ravageclaw saltó ágilmente a la acera, pero Faddei no frenó. El coche embistió la moto de Ravageclaw, haciéndola volar por los aires.

—¡Agárrate! —gritó Faddei mientras seguía avanzando, con la moto ahora inservible en su estela.

Natalia miró a Zack, aún inconsciente, asegurándose de que estaba bien sujeto. Faddei mantuvo el pie en el acelerador, zigzagueando por las calles de Sydney, decidido a llegar al aeropuerto lo antes posible. Sabían que una vez allí, tendrían más opciones para escapar y poner a Zack a salvo.

El rugido del motor resonaba por las calles mientras dejaban atrás la escena caótica. Ravageclaw se quedó en la acera, furioso y frustrado al ver cómo el coche se alejaba. Faddei y Natalia, con el corazón latiendo a mil por hora, se dirigieron hacia el aeropuerto, confiando en que habían ganado un poco de tiempo.

Mientras se dirigían al aeropuerto, Faddei y Natalia se vieron alcanzados por un grupo de motociclistas que comenzaron a disparar contra el Camaro. Faddei maniobraba con dificultad, esquivando las balas, pero algunas atravesaron el medallón del coche, obligando a Natalia a agacharse rápidamente para evitar ser alcanzada.

—¡Maldita sea! —gritó Faddei, luchando por mantener el control del coche.

Natalia, en cuanto tuvo la oportunidad, sacó su pistola y comenzó a disparar a quemarropa a las motos que los seguían. Logró derribar a algunos de los motociclistas, pero la situación seguía siendo crítica.

De repente, Ravageclaw apareció frente a ellos, obligando a Faddei a desviarse bruscamente. El coche se salió del camino y se estrelló violentamente contra un árbol. El impacto hizo que Faddei saliera despedido por el parabrisas, golpeándose contra el suelo con fuerza.

Natalia salió del coche tambaleándose, con el brazo roto pero sosteniendo la pistola en la otra mano. Apenas se levantó, los motociclistas le dispararon al hombro, haciéndola caer al suelo, herida y desarmada.

Ravageclaw se acercó rápidamente, la agarró del cuello y comenzó a ahorcarla con una sonrisa sádica en su rostro.

—¡Esto es por interponerte! —gruñó Ravageclaw, apretando con fuerza.

Mientras tanto, los motociclistas sacaron al niño inconsciente del auto, preparándose para llevárselo. La situación era desesperada, y Faddei, aturdido y herido, luchaba por levantarse y proteger a Zack y a Natalia. La sombra de Ravageclaw se cernía sobre ellos, implacable y amenazante.

Repentinamente, Faddei se transformó en un tigre y atacó a Ravageclaw con furia. Lanzándose sobre él, el tigre golpeó a Ravageclaw en la mandíbula, obligándolo a retroceder. Los motociclistas, sorprendidos por la repentina aparición del tigre, se ocultaron rápidamente detrás del auto, observando la pelea con cautela.

Faddei y Ravageclaw se enzarzaron en una lucha feroz, el rugido del tigre resonando en el aire mientras se enfrentaban. En un momento de la pelea, Faddei volvió a su forma humana, utilizando su agilidad y fuerza para intentar dominar a Ravageclaw. Sin embargo, Ravageclaw, con su fuerza bruta, tomó la delantera. A pesar de los esfuerzos de Faddei, terminó en el suelo, herido y exhausto.

Intentando desesperadamente levantarse, Faddei vio la pistola de Natalia cerca de él. Con un último esfuerzo, la tomó y apuntó a Ravageclaw. Pero Ravageclaw fue más rápido. Con una precisión letal, le disparó a Faddei en la cabeza. La bala atravesó su cráneo y Faddei cayó al suelo, sin vida.

—¡No! —gritó Natalia, su voz llena de dolor y desesperación. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras lloraba la pérdida de Faddei, su corazón quebrado por el sufrimiento.

Ravageclaw, observando su reacción con una expresión de satisfacción sádica, decidió que también se llevaría a Natalia. Caminó hacia ella con paso firme, decidido a no dejar ningún cabo suelto. Los motociclistas, todavía escondidos, miraban la escena con nerviosismo, esperando las órdenes de Ravageclaw.

—Te llevaré también a ti —dijo Ravageclaw, agarrándola con fuerza mientras Natalia seguía llorando, su resistencia quebrada por la pérdida y el dolor. Ravageclaw la arrastró, mientras los motociclistas se preparaban para llevarse también a Zack.

Ravageclaw y los motociclistas se alejaron rápidamente, llevándose consigo a Natalia y Zack. El cuerpo de Faddei yacía inerte sobre el suelo, su apariencia sin vida evidente a simple vista. Sin embargo, si se observaba con atención, un ligero movimiento en uno de sus dedos sugería algo extraordinario.

De repente, Faddei se incorporó de manera abrupta, como si hubiese sido sacudido de un profundo letargo. En su frente, el agujero dejado por la bala comenzó a cerrarse, la carne y el hueso restaurándose con una rapidez asombrosa. Las heridas en su cuerpo, que antes parecían fatales, se cicatrizaron en cuestión de segundos, como si una fuerza vital imparable estuviera trabajando para restaurarlo.

Faddei se levantó, sus ojos llenos de determinación. El agujero en su cabeza había desaparecido por completo, como si nunca hubiese estado allí. Se tronó el cuello, liberando la tensión acumulada, como si hubiera despertado de una pesadilla.

—No ha terminado —murmuró, su voz firme y decidida, mientras observaba el camino que Ravageclaw y sus secuaces habían tomado.

Al caer la noche, Faddei llegó a un bar de mala muerte, buscando un momento de descanso y claridad. El ambiente era oscuro y cargado de humo, con una multitud de clientes de aspecto rudo. Se acercó a la barra y pidió una cerveza, intentando calmar sus pensamientos mientras reflexionaba sobre los eventos recientes.

Mientras bebía, sus agudos sentidos captaron una conversación en una mesa cercana. Dos hombres, aparentemente ajenos a la presencia de Faddei, hablaban en voz baja pero clara. Lo que escuchó le hizo congelarse.

—...sí, todo fue planeado por Dimitri. El muy bastardo nos engañó a todos —dijo uno de los hombres, sorbiendo su bebida.

—¿Dimitri? ¿El jefe de Mirage? —respondió el otro, sorprendido.

—Así es. El plan siempre fue suyo. Ravageclaw solo es una pieza en su juego.

Faddei sintió una ola de rabia y traición recorrer su cuerpo. Dimitri, su propio jefe, los había traicionado. De repente, todo tenía sentido: los ataques, la persecución, la aparente vulnerabilidad de Ravageclaw. Todo formaba parte de un plan más grande, orquestado por alguien en quien había confiado.

Decidido a confrontar a Dimitri y poner fin a la traición, Faddei se levantó de la barra, dejando el dinero para su cerveza. Sin mirar atrás, salió del bar y se dirigió al aeropuerto con una única misión en mente.

Tomó el primer vuelo disponible a Rusia.

FaddeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora