Capitulo 11: El amor es... para idiotas 1

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"El gato se enamoró tanto,

Que negoció sus siete vidas

Por una sola con ella."

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Habían terminado de cenar en el balcón después de conversar sobre la nueva organización que habría en la cocina para evitar llamar la atención como esa mañana. Ya era de noche y se podían ver las estrellas. Ella se quedó viendo el cielo y la vio mover los labios como tratando de contarlas. Él la quedó viendo hasta que terminó. —¿Escogiste tu favorita?

Ella volteó a verlo con una sonrisa. —Hay muchas, ni siquiera pude verlas todas porque siempre parecía haber una más. Es una vista muy bonita.

—Escoge una, quizás la conozca. —Ella lo vio intrigada. Sabía de su curiosidad cuando se trataba de la naturaleza. —Hace muchos años hubo una nación al sur que les dio nombre e historia a las estrellas para explicar su nacimiento. Historias interesantes, no aburridas y tontas como las que tenemos nosotros. Vamos escoge una.

Ella volvió a ver el cielo y escogió una estrella brillante cerca a otras dos un poco más pequeñas.

—Esa es Vega, en la constelación de la Lira de Orfeo ¿Has escuchado de Orfeo alguna vez? —Ella negó y él continuó. —Orfeo era un músico tan prodigioso que cuando tocaba su lira, hasta la fiera más salvaje del bosque se apaciguaba para escucharlo cantar. La tierra y las plantas florecían para escuchar su voz. Las piedras y hasta el río cambiaban su camino para oír el sonido de su lira. Escucharlo era como estar en el paraíso. Un día, mientras caminaba encontró un hada del bosque que había nacido dentro del tronco de un árbol, se llamaba Eurídice. Era tan bonita y tan dulce que se enamoró de ella.

Hizo una pausa y ella lo vio interrogante. —¿No serás también un hada del bosque? Bueno, tú serías del río porque nos conocimos ahí.

Kasumi se sonrojó y negó, haciendo que él riera. Ella le sujetó el brazo con ambas manos para llamar su atención. —No digas esas cosas... ¿Y qué pasó?

Él le sujetó una de las manos entrelazando sus dedos y llevándosela al pecho. —Tienes razón, no sería bueno que seas un hada, no esa, al menos ¿En qué estaba? ¡Ah sí! Entonces se casaron y vivieron felices. —Ella lo vio decepcionada por el final abrupto. —Pero un día, mientras ella paseaba por el bosque se topó con el sátiro Aristeo, que era mitad humano y mitad cabra de la cintura para abajo y éste la empezó a perseguir. En su desesperación por huir de él, pisó una serpiente venenosa que la mordió y terminó muriendo en los brazos de Orfeo.

Pero Orfeo no se resignó a dejarla ir. Así que decidió bajar al Inframundo, donde van las almas después de morir. Y con su música domó al perro de tres cabezas que cuidaba la entrada y con su canto convenció al barquero Caronte para que lo ayude a cruzar el río que separa la vida de la muerte.

Llegó hasta Hades, Dios de los infiernos y su reina Proserpina. Cantó y tocó como nunca antes. Fue tan hermoso que todas las almas y penas del lugar se detuvieron a escucharlo y el dios conmovido llamó el alma de Eurídice para que regresara con Orfeo con una condición. Una prueba de fe. Él debía ir adelante sin voltear a verla hasta que ambos estuvieran bajo la luz del sol. Orfeo aceptó y empezó el camino de vuelta con su esposa.

Regresó por acantilados, rocas y el barco de Caronte. Le faltaba muy poco para llegar, ya había pasado lo peor, pero no aguantaba más las ansias. No sabía si ella estaba detrás porque no la escuchaba. Cuando estaba saliendo... —¿Quieres la versión real o la versión feliz?

La Estrella en el CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora