Las densas nieblas se arremolinaban sobre la ciénaga putrefacta, envolviendo a Hevel y Kayin en su manto ahogante. Con cada paso hacia las profundidades del pantano, el terreno bajo sus pies se volvía más traicionero, succionando sus botas hacia el cieno. Los mugidos de extrañas criaturas resonaban entre la bruma espectral, junto con risas y llantos distantes transportados por el viento.
Al avanzar por entre los retorcidos manglares, la razón comenzó a abandonar sus mentes, cediendo paso a los delirios y alucinaciones que emanaba de aquel nexo de locura. Las ramas desnudas semejaban dedos esqueléticos que se cerraban a su paso, atrapándolos en una vorágine demente.
Fue entonces cuando lo supieron: habían cruzado el umbral al reino prohibido de la demencia. Debían mantenerse unidos si querían preservar el hilo de cordura que aún los unía o perecer devorados por la infinita irracionalidad que habitaba el pantano. Pero escapar requeriría enfrentar los terrores anidados en lo más recóndito de sus mentes.
Conforme se adentraban en las entrañas del pantano, las fauces del fango amenazaban con tragarlos en su vorágine. Las raíces y enredaderas cobraban vida, ciñéndose como tentáculos sobre sus miembros, arrastrándolos hacia las profundidades. Cuanto más luchaban, más se aferraban los apéndices espinosos sobre su carne.
El cántico de las sombras los envolvía, profiriendo susurros acusadores:
"Asesina..."
"Tirano..."
Los rostros marcados por el dolor de sus incontables víctimas destellaban entre la niebla, clamando justicia. Las paredes vivas del pantano se estrechaban, envolviéndolos, retorciéndose contra sus cuerpos como si quisieran estrangular toda maldad contenida en su interior.
Los tentáculos arrastraron a Kayin a una fosa oscura. Ella pateó desesperada intentando liberarse, pero sólo hundía más sus piernas en el lodo. Gritó el nombre de su hermano en busca de ayuda...
Las visiones de sus crímenes pasados se volvieron más vívidas, taladrando sus mentes.
Kayin vio el rostro de un niño, lágrimas negras corriendo por sus mejillas. "¿Por qué me mataste?" sollozaba incesantemente.
Ella se cubrió los oídos, pero la voz infantil seguía resonando.
Hevel se halló frente a una mujer de cabello blanco, mirándolo fijamente con sus cuencas vacías. "Mis hijos murieron de hambre mientras tú celebrabas. ¡Maldito seas Hevel!"
Él retrocedió horrorizado, pero la figura lo seguía impasible.
Los relámpagos iluminaban decenas de rostros acusadores rodeándolos. El trueno replicaba sus lamentos.
"No puedo más, el peso de nuestros pecados me destroza..." gimió Hevel.
Kayin lo miró con ojos centelleantes. "La guerra contra ti Hevel era inevitable. Esos sacrificios eran necesarios para alcanzar mi victoria y la gloria que me corresponden por derecho", proclamó convencida de la justicia detrás de sus actos.
Hevel negó con la cabeza. "Nada puede redimir lo que hemos hecho. Sólo nos queda arrepentirnos."
Kayin endureció la mirada. "Me rehúso a mostrar debilidad. El arrepentimiento es para los débiles. Yo forjo mi propio camino sin rendir cuentas al pasado."
Los rostros multiplicaron su acoso. Ya no había escape.
Atormentados por los rostros de sus incontables víctimas, Hevel y Kayin se derrumbaron de rodillas sollozando.
"Perdónenme por las aldeas masacradas, los campos envenenados, los niños huérfanos..." gime Hevel.
"Yo ordené la quema de cosechas para que murieran de hambre..." admite Kayin.
De sus bocas emerge un vómito negro como alquitrán, símbolo de la culpa que corrompe sus almas. Se retuercen violentamente, poseídos por sus acciones.
"¡Perdóname hermana, te imploro!" ruega Hevel entre espasmos.
Kayin voltea la mirada, indiferente. Sólo se escucha el crepitar de la sustancia negruzca al caer sobre el fango podrido.
La niebla se arremolinaba a su alrededor, encerrándolos en su tormenta de culpa y desesperanza. No hay salvación posible para quienes han derramado tanta sangre inocente.
Sintiendo que las fuerzas lo abandonan, Hevel gatea buscando una salida. En ese instante, Kayin se aferra a su pierna con mirada impasible y calculadora.
"Hermano...sácanos de aquí y te perdonaré" musita en tono monocorde, sin pizca de sinceridad.
Hevel asiente agotado y comienza a arrastrarse hacia un hilo de luz, con Kayin aferrada a él como un parásito.
Logran emerger cubiertos aún por la sustancia negruzca. Kayin esboza una sonrisa triunfal, sin rastros ya de debilidad. Su redención fue una farsa fríamente ejecutada para escapar.
Agotados, Hevel y Kayin emergen del pantano hacia la luz del alba, la oscuridad de su interior expuesta pero no extirpada.
Hevel vislumbra la magnitud de sus pecados y entrevé el inicio de un tortuoso camino de redención.
Kayin, en cambio, solo siente el aguijón del remordimiento pero rehúsa al genuino arrepentimiento que exige sacrificio. En su orgullo, se cree más allá de toda salvación.
Ahora, nuevos desafíos aguardan a la cima de la Montaña Sagrada, donde habrán de enfrentarse a la poderosa Roca en un juicio final. ¿Revelará este encuentro los secretos del mineral nefesh? ¿Será éste el fin de la vanidad y corrupción que ahoga sus almas?
Sólo al ascender por las escarpadas laderas, atravesando nieblas arcánicas, lo sabrán. Por ahora, descansan de las torturas infligidas en el pantano, donde purgaron parte de la locura aún arraigada en su interior.

ESTÁS LEYENDO
Ashes of Hope
FantasyEn un planeta devastado por la guerra entre dos reyes mellizos, un hechicero siniestro los transporta a un mundo paralelo donde deberán enfrentar pruebas descarnadas que los llevarán a cuestionar sus ambiciones. En esta dimensión espectral, explorar...