Reflejos rotos.
Cuando llegué, arrojé mi bate a un rincón de la sala y me dirigí a mi habitación en busca de mi caja de cigarrillos. Quería intoxicarme hasta olvidar, hasta borrar el dolor ardiente en mi pecho y la vergüenza desesperante que me consumía. Cogí la caja de cigarros y el encendedor. Vacía. Mierda.
Fui a la cocina y abrí el refrigerador en busca de una botella de ron. Vacía. Carajo, ¿ni siquiera puedo embriagarme en paz? Sentí mi mente desmoronarse. Un mareo ligero me atravesó y di un paso atrás, sosteniendo mi cabeza con una mano. La amarga sensación de vómito subió por mi garganta y corrí al baño. Después de terminar de desahogar mis culpas con el retrete, me levanté para lavar mi rostro. El frío me llegaba hasta los huesos. Levanté la vista y me encontré con mi reflejo. Me odiaba más de lo que podía hacerlo.
Todo lo que había hecho no había servido de nada, como todo lo que hacia. Bajé la cabeza, incapaz de soportar mi propia imagen. Noté la sangre en mi camisa, mezclada con una especie de tinta azul. La sangre del chico. ¿Era siquiera humano? ¿Un monstruo? No. El único monstruo que conocía estaba frente a mí.
Estallé mi puño contra el espejo en un acto de impotencia. Mi imagen quebrada se reflejaba con exactitud ahora.
Salí del baño tambaleándome, cansado de todo. Había jurado no volver a tomarlas, pero si iban a hacer que dejara de ser un maldito esquizofrénico… era mejor que nada. Me dirigí a la habitación y revolví mis cajones, buscando mi medicina. Encontré un frasco lleno de pastillas. Vacié un montón en mi mano y las tragué con un poco de agua, desplomándome en el suelo, deseando que hicieran efecto rápido. Sentía el vómito otra vez acechándome.
Dirigí mi vista hacia la ventana y ahí estaban, los espectros observándome. ¿Qué carajos miran? ¡Dejen de mirarme! ¡Desaparezcan rápido, váyanse, déjenme solo!
El dolor y el delirio se mezcaban en mi cabeza, sostuve mi cabeza en mis manos, sentía que en cualquier momento se desprenderia de mi cuerpo , mientras me hundían más profundo de mi mente repitiéndome.
— Que me costaba haber nacido normal.
Lo susurros de mi mente eran incalmables, como una estática, todo a mi alrededor se sentía tan ajeno a mi. Cerré los ojos, deseando que el vacío me tragara y me liberara de esta tortura. Pero la verdad era que no había escape, no para alguien como yo.
Mierda.
Las pastillas no parecían hacer efecto alguno, aún podía observar a los espectros mirándome desde la ventana, hasta parecía que había mas que antes. Algo no estaba bien, nada parecía real, todo parecía una cruel pesadilla de la cual no podía despertar. Estar más tiempo ahí me iba terminar volviéndome loco.
Agarre mi celular buscando distraerme y noté varias llamadas perdidas de mi manager. Lo que fuera que necesitara, no estaba de humor para atenderla. Me dediqué a revisar algunas redes sociales y mi bandeja de mensajes. Había nuevos mensajes de chicas, pero la verdad, no tenía ánimos de coquetear con nadie. Lo que necesitaba era a un amigo, alguien con quien desahogarme, alguien que me ayudara a calmarme y hacer este dolor un poco menos insoportable. Después de pensarlo un rato, me decidí y abrí el chat de Sam, dejando un mensaje.
—Hey, ¿qué tal? —escribí. No quería empezar la conversación con algo deprimente.
Me recosté en mi cama y dejé el celular a un lado. Cubrí mi rostro con las manos, reflexionando si había sido buena idea, hasta que escuché el sonido de una notificación. Tomé el celular; el brillo de la pantalla me cegó por unos segundos. Abrí el mensaje.
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[BL] blue souls
Fantasy"¿Qué harías si un día descubres que las estrellas son algo más que simples puntos brillantes en el cielo nocturno? Las almas azules, algo que Nethan solía considerar meras almas tristes, resultan ser mucho más. Su conexión va más allá de las almas...