Prólogo

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Muchos se casan por qué es algo así como un deber social para conseguir prosperar, pocos son los que tienen la dicha de casarse por amor, en mi opinión, el amor es una magia poco entendida y muy ambiciada por aquellos que quieren tener la dicha de ser amados.

Pero parece que Lady y Lord Featherington no conocen de amor, pues a los oídos de esta autora ha llegado la más mórbida de las noticias ciertamente, y es que tanta fue la desesperación del lord por no tener un varón que ha buscado aquello en manos de nada más y nada menos que Adelaide Jhonson.

La muy talentosa hermana de Lady Featherington encontró un pasatiempo entre los confines de los aposentos nupciales de su cuñado.

De los cuales nacieron dos bastardos. Y para  felicidad del lord...uno de ellos es varón.

Ese fue el panfleto que adorno la sociedad alta de Londres esa mañana, desde la casa Bridgerton podía oírse el caos de las cosas siendo estrelladas por quien suponían era una furiosa Lady Featherington, ¡Oh pero que equivoco estaba aquellos pensamientos!

—¡¿Justo ahora?!— gritaba el lord de la casa tirando sus botellas más caras de brandy mientras su esposa entraba al lugar asombrada por tal calamidad.

Y es que la noticia de sus bastardos había sido anunciada justo el mismo día en el que Portia Featherington había anunciado que sus sobrinos que irónicamente también son sus hijastros, vivirían con ellos ahora que su querida hermana había muerto.

—Mas vale que sonría mi lord, después de todo, son sus hijos — murmuró la mujer de exorbitantes colores para vestir mientras miraba a su marido de forma severa.

No había aceptado ser la burla de todo Londres en vano. Adelaide era lo único bueno que tenía en la vida y ahora no estaba, por culpa del hombre frente a ella, su hermana no estaba más.

Y eso era algo que la mujer pensaba cobrarse muy caro.

Delilah || Bridgerton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora