CAPITULO 3 happy house

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AXEL

Cinco días.

Cinco días en los que no he hablado con Chiara.

La he llamado cientos de veces, con la esperanza de que conteste, como ahora mismo que me encuentro sentado en una cafetería desayunando, con los pitidos que emite mi móvil sonando entre el jaleo de la gente al hablar, pitidos que dan a entender que el teléfono no está disponible.

En estos cinco días no he hecho nada en especial, e intentado evitar lo máximo posible a Sheila, y tengo que decir que mi esfuerzo a dado sus frutos ya que no hemos cruzado la mirada ni una sola vez, y no podria estar mas feliz por ello, sin embargo, esa felicidad se evapora en cuando me pasa por la cabeza el pensamiento de que llevo incomunicado de Chiara cinco días.

No he llamado a sus padres o a su mejor amiga para no parecer pesado, pero no creo poder aguantar un segundo más sin saber dónde está o cómo le fue el día, por lo que recurro a la última opción.

Los pitidos del inicio de una llamada inundan mis tímpanos, impaciente, empiezo a repiquetear el dedo sobre la mesa para calmar los nervios, esperando una respuesta del otro lado de la línea.

–¡Pedazo de cabronazo!– la voz de Max suena tan fuerte que hace que aparte el teléfono de la oreja en un acto de reflejo –¡Son las seis de la mañana y es sábado!– se queja –Que clase de karma estoy pagando para que me estés fastidiando tan temprano– Tiene la voz ronca, por lo que supongo que lo he despertado.

Olvidaba que aquí, en manchester, es una hora después, lo admito, soy de los que les gusta madrugar, siento que aprovecho el día al completo, a quien madruga dios le ayuda.

–Oye, ¿Sabes algo de Chiara? no me contesta las llamadas– Voy directo al grano, después de todo el tiempo esperando a que dé señales de vida, no me apetece andarme con rodeos.

–La última vez que la vi fue el jueves, estaba desayunando en un bar con sus amigas, la salude y me fui por mi camino, pero si quieres puedo intentar localizarla y decirle que te llame

Esta vez no me puede poner excusas, no me ha cogido las llamadas porque no ha querido.

–Me harias un gran favor, gracias– Digo y acto seguido cuelgo.

No siento que sea una persona celosa, nunca he armado escenas de celos cuando se trata de Chiara, pero estar cinco días sin dirigirme la palabra es pasarse.

De repente escuchó la campanilla de la puerta y levanto la mirada para ver quien se adentra en la cafetería.

¿Os acordáis de que os he dicho que tengo suerte? pues lo retiro.

La sangre me baja a los pies cuando veo a Sheila entrar riendo con algunas amigas, reconozco a algunas de las que se solían burlar de mi.

Me quedo paralizado viéndolas, entrar como si nada, mientras a mi me esta dando algo por dentro.

Llamo al camarero para que me traiga la cuenta, pagó, y cuando me dispongo a salir, nuestros ojos se conectan.

Por unos breves segundos se me queda la mente en blanco, ella también se queda petrificada, pero parece volver a la realidad ya que me vuelve a dar la espalda para participar en la conversación de sus amigas.

Me pongo la capucha y vuelvo a casa ignorando lo que acaba de pasar.

A medio camino empieza a llover, y no puedo evitar preguntarme si ella habrá traído paraguas, o si ha venido en coche, no, eso es imposible ella no tiene edad para tener coche, o alomejor la ha traído una de sus amigas.

UN ARMA DE DOBLE FILODonde viven las historias. Descúbrelo ahora