CAPÍTULO 6: A través de los secretos

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Axel

Han pasado cinco días desde que fuimos al balneario con la familia de Sheila.

En estos cinco días solo he hablado dos veces con Chiara, y una de ellas fue por mensaje, así que os podréis imaginar como está la situación entre ella y yo.

No paro de pensar en ella, y ya no sé si estoy enfadado, preocupado, o desesperado.

Pero parece que ella tiene otros sentimientos encontrados.

Se enfada conmigo por todo, incluso por mandarle mensajes preguntándole si está bien, y yo lo hago con buena intención, pero quizás la estoy agobiando, por eso me he prometido a mi mismo que no le mandaré más mensajes hasta que me responda.

Pero cuando me prometí eso, no pensé que sería tan difícil, pensar en ella a todas horas y no poder escribirle ni un mensaje es una auténtica tortura.

Es como estar en medio de un desierto, encontrar agua, pero no poder bebértela.

Pero dejando de lado el tema de Chiara, no ha pasado nada muy emocionante estos días.

He estado practicando con la guitarra, he hablado un poco con mi padre para saber como le iba, y me ha vuelto a insistir en que envíe solicitud a universidades.

Lo cierto es que tiene razón, tengo que ir planteándome a que universidad quiero ir.

No creo tener muchas complicaciones en que me acepten, tenía bastante buenas notas en el instituto.

También he hablado con mis amigos, dicen que pronto nos veremos, pero se supone que vuelvo a Italia a principios de diciembre, y estamos todavía a 23 de octubre.

Aparto esos pensamientos para no amargarme la mañana, son las doce menos cuarto, ya he desayunado, he salido a correr y me he duchado, ahora mismo estoy recostado en el sillón del salón revisando mis redes sociales.

Evan no está en casa, se ha ido a pasar el día con Gema, por lo que solo estamos mi madre y yo, y ella ahora mismo está ocupada con la colada, así que no tengo nada mejor que hacer que malgastar mi tiempo en el teléfono.

–Axel, ¿puedes tender la ropa en la terraza mientras yo plancho la que ya esta seca?– Me dice mi madre con un montón de ropa mojada en los brazos.

No se parea que digo nada, soy un bocazas, con lo bien que estaba yo tranquilo con mi teléfono.

No me queda más remedio que soltar un suspiro y levantarme a hacer la tarea que me ha encomendado.

Maldito Evan, se va justo el día de la colada, dejándome todo el marrón a mí.

Cojo la ropa mojada y me encamino a la terraza.

En realidad no es una terraza, es un balcón con un tendedero, pero es bastante amplio.

En mi edificio, todas las terrazas (o balcones) están uno junto al otro, con un espacio de un metro que los separa los unos de los otros.

Y me doy una no muy agradable sorpresa cuando veo a Sheila, reposada en el muro del balcón que hay justo al lado del mío.

Bufo, y eso parece hacerla percatarse de mi presencia, me dedica una mirada rápida, pero la quita enseguida con desinterés.

No decimos nada, pero yo me fijo que tiene una taza de café entre las manos, y el comentario se me escapa solo.

–No es bueno beber café siendo tan pequeña– Digo sin mirarla y me arrepiento al segundo de haberlo dicho cuando noto su mirada clavada en mí.

UN ARMA DE DOBLE FILODonde viven las historias. Descúbrelo ahora