Deseo y desprecio

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La noche había caído sobre el bosque, envolviendo todo en un manto de oscuridad. Las hojas susurraban con el viento y la luz de la luna se filtraba entre las ramas, creando sombras danzantes en el suelo. Giyu Tomioka y Sanemi Shinazugawa, ambos pilares del Cuerpo de Exterminio de Demonios, habían sido enviados en una misión para eliminar una amenaza demoníaca en una aldea cercana.

El combate había sido feroz, pero los dos guerreros lograron acabar con el demonio, dejando solo restos de cenizas en su estela. Sanemi, con la respiración agitada y las manos aún temblorosas por la adrenalina, se giró hacia Giyu, que limpiaba su espada en silencio.

—Buen trabajo, Tomioka —dijo Sanemi, con un toque de respeto inusual en su voz.

Giyu asintió brevemente, su expresión imperturbable.

—Deberíamos regresar. He traído un poco de sake a mi finca. Podríamos descansar y celebrar nuestra victoria.

Sanemi levantó una ceja, sorprendido por la invitación. No era común que Giyu propusiera algo así. Después de un momento de duda, asintió.

—Está bien. Me vendría bien un trago.

La finca de Giyu estaba en un lugar apartado, rodeada de campos y montañas. Al llegar, Giyu llevó a Sanemi a una pequeña sala, donde ya había preparado un par de botellas de sake y unos platillos para acompañar.

Ambos comenzaron a beber en silencio. Las tensiones de la misión se disipaban lentamente con cada sorbo, y las barreras que normalmente mantenían en alto comenzaron a desmoronarse.

Sanemi observó a Giyu mientras este tomaba un trago. Había algo en su calma que siempre lo había irritado, pero en ese momento, con el alcohol fluyendo y las paredes cayendo, encontró esa tranquilidad casi reconfortante.

—Nunca imaginé que te gustara el sake —dijo Sanemi, su voz un poco más suave de lo habitual.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Sanemi —respondió Giyu, con una ligera sonrisa.

La conversación fluyó más libremente a medida que las botellas se vaciaban. Las risas comenzaron a llenar la sala, algo raro en la presencia de Giyu. Sanemi se encontró disfrutando de la compañía más de lo que habría esperado.

Finalmente, el alcohol y la proximidad hicieron su trabajo. Miradas se cruzaron, toques se hicieron más frecuentes, hasta que ambos cedieron a una atracción latente.

Giyu acercó su rostro al de Sanemi, sus respiraciones mezclándose en un ritmo acelerado. Sanemi sintió el calor del aliento de Giyu en su piel antes de que sus labios se encontraran en un beso intenso y apasionado. Giyu se apartó un momento, sus ojos buscando una respuesta en los de Sanemi, quien respondió empujándolo contra el tatami, besándolo con más fuerza y necesidad.

Los kimonos fueron retirados con torpeza y urgencia, revelando piel contra piel. Giyu acarició la espalda de Sanemi, sus dedos explorando cada músculo y cicatriz, mientras Sanemi mordía suavemente el cuello de Giyu, arrancándole suspiros y gemidos.

Giyu sintió el peso de Sanemi sobre él, sus cuerpos moviéndose al unísono en un ritmo primitivo. La habitación se llenó de susurros y jadeos, sus nombres entremezclándose en el aire.

Sanemi, con una mezcla de firmeza y ternura, guió a Giyu a una experiencia de placer intenso. Cada toque, cada movimiento, estaba cargado de una pasión contenida que finalmente se desbordaba.

Finalmente, ambos alcanzaron el clímax, sus cuerpos temblando y sus respiraciones entrecortadas. Se quedaron así, abrazados, disfrutando del calor y la intimidad que compartían.

La noche se llenó de susurros y gemidos hasta que ambos quedaron exhaustos y se durmieron juntos, satisfechos y en paz.

El sol de la mañana se coló por la ventana, iluminando la habitación con una luz suave. Sanemi despertó primero, sintiendo el peso de Giyu sobre su pecho. Observó el rostro sereno de su compañero dormido y, sin poder evitarlo, sonrió como un idiota.

Te amo... (Sanegiyuu) (Sanemi x giyuu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora