Sanemi estaba en un estado de desesperación constante. No tener a Giyu a su lado lo estaba destrozando, y cada día sin él parecía una eternidad. La culpa y el arrepentimiento lo consumían, y no encontraba manera de aliviar su dolor. Las noches eran las peores, cuando la soledad se sentía más profunda y las sombras de sus errores lo envolvían.
Una tarde, mientras Sanemi entrenaba solo, Iguro y Mitsuri se acercaron a él. Iguro, siendo su mejor amigo, no podía seguir viendo a Sanemi hundido en su miseria sin hacer nada.
—Sanemi, tienes que hacer algo al respecto —dijo Iguro con firmeza—. No puedes seguir así.
Sanemi miró a Iguro, su rostro demacrado por las noches sin dormir y la constante angustia.
—Lo sé, Iguro. Pero no sé cómo arreglarlo. He intentado hablar con Giyu, pero no me escucha.
Mitsuri, con su usual ternura, puso una mano en el hombro de Sanemi.
—Sanemi, si realmente amas a Giyu, debes mostrarle que has cambiado. Debes ser sincero con él y con tus sentimientos.
Iguro asintió, apoyando las palabras de Mitsuri.
—No será fácil, pero debes seguir intentando. Giyu necesita ver que estás dispuesto a luchar por él.
Sanemi asintió lentamente, sintiendo una chispa de esperanza.
—Tienen razón. No puedo rendirme.
Los meses pasaron, y Sanemi seguía intentando acercarse a Giyu. Cada intento era rechazado, pero Sanemi no se daba por vencido. Sabía que debía demostrarle a Giyu que estaba dispuesto a cambiar.
Un día, decidió hacer un último intento. Se dirigió a la finca de Giyu y, con el corazón en la mano, golpeó la puerta. Giyu abrió, su expresión fría e imperturbable.
—Sanemi, ¿qué haces aquí? —preguntó Giyu, su voz cansada.
Sanemi se arrodilló frente a él, su voz llena de desesperación.
—Giyu, por favor. Perdóname. Haré lo que sea necesario para enmendar mis errores. Te amo más que a nada en este mundo.
Giyu lo miró con una mezcla de dolor y frustración.
—Sanemi, ya no sé si puedo confiar en ti. Me has lastimado demasiado.
Sanemi sintió cómo su corazón se rompía, pero mantuvo su posición.
—Por favor, Giyu. Dame una última oportunidad. Te lo suplico.
Giyu negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas.
—No puedo, Sanemi. No puedo seguir soportando este dolor.
Con esas palabras, cerró la puerta en la cara de Sanemi y se alejó, rompiendo a llorar. Sanemi se quedó arrodillado frente a la puerta, sintiendo que todo se derrumbaba a su alrededor.
Más meses pasaron, y Sanemi seguía intentando acercarse a Giyu, aunque cada intento parecía en vano. Akira, por otro lado, no dejaba de insistir en acercarse a Sanemi, lo que solo empeoraba la situación.
Una tarde, durante un entrenamiento conjunto, Sanemi se acercó a Giyu con una mirada decidida.
—Giyu, ¿podemos hablar? —preguntó, manteniendo una distancia respetuosa.
Giyu lo miró, evaluando sus intenciones, y finalmente asintió.
—Está bien, Sanemi. Vamos a hablar.
Sanemi guió a Giyu a una parte más aislada del campo de entrenamiento y comenzaron a hablar sobre sus sentimientos y todo lo que había sucedido. A medida que pasaba el tiempo, Giyu comenzó a ver la sinceridad en los ojos de Sanemi y poco a poco empezó a abrir su corazón nuevamente.
Con el tiempo, Sanemi logró recuperar la confianza de Giyu y, finalmente, ambos volvieron a estar juntos. La relación entre ellos floreció y encontraron la paz y la felicidad que tanto habían anhelado.
Sin embargo, Akira no se rendía. Continuaba acercándose a Sanemi, tratando de interponerse entre él y Giyu. Una tarde, mientras Sanemi y Giyu caminaban juntos, Akira se les acercó de nuevo.
—Sanemi, ¿por qué sigues con él? —dijo Akira, su voz llena de veneno—. Sabes que puedo hacerte más feliz.
Sanemi se detuvo, su expresión endureciéndose.
—Akira, te he dicho muchas veces que no estoy interesado. Estoy con Giyu y soy feliz con él.
Akira intentó tocar a Sanemi, pero fue detenida por Mitsuri y Shinobu, que habían estado observando desde la distancia.
—Deja de molestarlos, Akira —dijo Shinobu, su voz firme y decidida—. No te entrometas en su relación, ¿no ves que por fin son felices sin ti?
Akira, furiosa, insultó a Shinobu, pero antes de que pudiera hacer algo más, Mitsuri la abofeteó.
—¡Basta! —dijo Mitsuri, su voz temblando de rabia—. No permitiremos que sigas lastimando a nuestros amigos.
Akira, sorprendida y herida, se alejó rápidamente, mientras Sanemi y Giyu observaban en silencio. Giyu se acercó a Shinobu y Mitsuri, sus ojos llenos de gratitud.
—Gracias —dijo Giyu, su voz suave—. No sé qué haríamos sin ustedes.
Shinobu sonrió, poniendo una mano en el hombro de Giyu.
—Estamos aquí para apoyarlos, Giyu. Siempre.
Mitsuri asintió, su expresión suave.
—Solo queremos que sean felices.
Los días siguientes, Sanemi se dedicó a demostrarle a Giyu cuánto lo amaba. Se volvió más atento, más cariñoso, y se esforzó por hacer todo lo posible para mantener a Giyu feliz. Giyu, aunque aún herido por el pasado, comenzó a abrirse más y a confiar nuevamente en Sanemi.
Sanemi también se aseguraba de que Akira no se acercara a ellos. Con la ayuda de Iguro y Mitsuri, mantenían a Akira a raya, permitiendo que la relación entre Sanemi y Giyu floreciera sin más interrupciones.
Una noche, mientras estaban juntos en la finca de Giyu, Sanemi se acercó a él, tomando su mano.
—Giyu, quiero que sepas que te amo más que a nada en este mundo. Haré lo que sea necesario para que seas feliz.
Giyu lo miró, sus ojos llenos de amor y esperanza.
—Sanemi, también te amo. Y quiero que estemos juntos, sin importar lo que pase.
Sanemi sonrió, abrazando a Giyu con fuerza.
—Siempre estaré a tu lado, Giyu. Te lo prometo.
Con esas palabras, ambos sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos. Su amor había superado muchas pruebas, y ahora estaban más fuertes que nunca, dispuestos a luchar por su felicidad.
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Este no es el final, así que esperen la otra parte😮💨 Espero y les haya gustado:3 si es así, voten por la historia por fis🩷🩷
