🪻♥️Capitulo III♥️🪻

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A  Kyojuro su deber le pesaba en los hombros, era muy bueno en oratoria y amaba a su pueblo, pero no se sentía merecedor de gobernarlo, tal vez era muy poco a comparación de su padre, nunca estaría a la altura de ser soberano. La única distracción de sus deberes como heredero eran las tardes que podía escapar con Giyuu para mimarlo y dejarse mimar, estar con él lo calmaba, su aroma lo calmaba, su voz suave, su delicada piel, su pequeño jueguito de niños llevaba casi dos años sucediendo, y siempre iba a decirlo, amaba los labios delgados de aquel beta dueño de sus fantasias más lujuriosas y sus pensamientos más románticos, solo en su compañía se permite ser auténtico; no el futuro rey, solo Kyojuro.

Su padre le daba entre cenas algunos consejos sobre las alianzas comerciales y amistades diplomáticas, se llevaba bien con todos los futuros herederos de los reinos aunque  tenía unas pequeñas trabas, Zenitsu era de la edad de su hermano, un niño rubio de grandes ojos color miel y piel intensamente sonrojada cada que hacía el más mínimo movimiento. No hablaba mucho con él, pero heredaría dos reinos y era hijo del mejor amigo de su madre; aunque había tiempo para conocerlo más adelante, el rubio se llevaba muy bien con su hermano y con Tanjiro lo que ya era una ventaja.

Tengen, uno de los tres albinos, alto de ojos rubíes y demasiado extravagante, lo más curioso de él es que era un alfa dominante y de ellos habían muy pocos; era por así decirlo como un hermano, actuaba más en fechas recientes como doctor corazón, le ayudaba a mantener otras perspectivas sobre sus sentimientos; se conocieron a los 6 años y conectaron al instante; se enviaban cartas aunque no supieran escribir con ayuda de sus ayudantes de cámara, pero él no era el heredero, de hecho era su hermano mayor Toshio, quien era alguien poco hablador, con un semblante fuerte e imponente.

Y la peor de todos, Hanako, Hanako Kibutsuji era su enemiga jurada, desde el momento en que utilizó su vestido favorito para limpiar el frasco de tinta que derramó por accidente cuando jugaban juntos en una reunión de sus padres cuando ambos tenían 5 años, ella lo aborrecía desde entonces, aunque hubieran pasado más de diez años, era demasiado fría con él y sus miradas acuchillaban si tan solo te atrevias a mirarla, aunque también poseía una belleza innata, que por supuesto nunca se compararía jamás a la de su Giyuu, pero las largas pestañas negro carbón y los ojos de un rojo profundo no pasaban desapercibidos ante los ojos calenturientos de un adolescente.

El único que sabía de sus miedos irracionales era Giyuu, él lo conocía desde sus cabellos, había contado cada una de sus pestañas y hasta la punta de sus pies, en sentido metafórico, ya que aún no habían cruzado la barrera de los besos, pero ni siquiera él conocía del repudio que tenía hacia el alcohol, se podría decir que incluso miedo, ya que su abuelo había muerto siendo alcohólico y su padre padeció de lo mismo, sentía que si tomaba al menos un sorbo su destino sería igual que el de sus antecesores, por lo mismo, aunque siempre le seguía la corriente a Tengen, él se mantenía al margen cuando el albino robaba el vino en las reuniones, tenía miedo de ser violento con los que amaba. El mismo Shinjuro lo había sido con Ruka y con él cuando estaba en espera de su hermano, mismas fechas que él se refugió en el alcohol. Nunca los agredió físicamente pero el trato hostil le creó una coraza que se convirtió en el fuerte sentido de justicia que tenía.

Cuando regresó a casa después de esa reunión solo añoraba al beta de ojos azules. Bajó del carruaje dejando a su padre atrás, saludó a su madre a la cual ya había superado en altura y la abrazó, entró rápido dirigiéndose al segundo piso, encontrando a su hermano en el pasillo.

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