Capitulo 22. Verano.

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El mundo cobra vida ante ella en colores apagados y oscuros.

El paisaje está pintado con cuidado, con los delicados trazos de un niño sobre un lienzo vacío. El centro de la imagen se pinta primero con una mano detallada. A medida que se alejan del núcleo y salen a los bordes exteriores, los trazos oscilan y la pintura se vuelve opaca y sin forma. Al final, se convierte en nada más que extraños toques de color en los bordes de la pintura, un borde inacabado.

El paisaje es el mismo de siempre. Ella se para frente a la puerta de una casa, sosteniendo la manija ligeramente abierta. La puerta no cruje, no recuerda si lo hizo esa noche o no, por eso permanece muda. No mira hacia atrás, no puede. Incluso si pudiera, no le esperaría nada más que el vacío silencioso, ausente de cualquier cosa.

Es como una película, mira: sólo se ve lo que está en deuda con la cámara. No existe nada más fuera de lo captado ante esas lentes. Todo lo demás existe en un estado de presente, pero invisible, pues nadie se ha preocupado de centrar su mirada en ello.

Y lo que la cámara de su mundo ha captado es esta escena y sólo esto: una noche interminable que hace tiempo ha concluido.

Esa noche había luna llena. Ahora cuelga sobre ella la misma luz suave, gentil y fría. Hermosa y distante, como si fuera el destino. El mundo se extiende ante sus ojos, limitado a la vista de un niño. Las puertas están frente a ella, igual que hace tantos años. Hace tiempo que está cerrado, como se suponía. Una luciérnaga pasa flotando, una pequeña luz en medio de la oscuridad. Como siempre, su mano se extiende hacia él: curiosas y ligeras, las pequeñas manos de un niño. Ella no logra captarlo. Siente que su cuerpo se mueve, no por voluntad propia, sino más bien por una fuerza que la obliga a cumplir su papel en esta noche.

Es una película y ella es uno de los personajes de esta noche tranquila. Es una escena que se repite sin cesar, y ella ha grabado durante mucho tiempo las líneas en su mente, el movimiento en su cuerpo.

Su cuerpo se mueve, siente el aire fresco y limpio entrar por sus pulmones. Sus manos se levantan para atrapar a esa esquiva luciérnaga, pero ésta se escapa. Siente el suelo debajo de ella, sólido y desgastado.

Por fin, llega a las puertas. Ella observa con ojos decepcionados cómo la luciérnaga se le escapa por completo de las manos y observa cómo aterriza sobre sus hombros.

Y ahí está por fin: el otro personaje de esta noche que se repite sin cesar.

Aparece con pinceladas bien pintadas de pintura monocromática, distintivas y familiares. La luna arroja una suave luz sobre su figura mientras él la mira, como bajo el más amoroso de los focos.

Entonces separa los labios y, como siempre, pregunta:

“¿Qué estás haciendo aquí, Mai?”

Hay muchas respuestas que ella podría haberle dado en ese momento. Una cantidad casi infinita de cosas que podría haber dicho, podría haber hecho. Hay miles y miles de mundos que se pueden crear sólo a partir de este momento. Mil mundos donde las cosas podrían haber sido diferentes; tal vez para peor, o tal vez para mejor. Mil mundos, mil de ella y mil de él. Quizás en esos mundos ella podría haber hecho algo. Quizás en esos mundos se hubiera quedado. Quizás en esos otros mundos podrían haber sido felices juntos.

Quizás en esos otros mundos ella podría seguir aferrándose a sus manos y actuar como una mimada.

Quizás en esos otros mundos, él podría ser simplemente su hermano mayor.

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⏰ Última actualización: Jun 06 ⏰

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