El Circo de los Secretos

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No sabía bien dónde estaba... ¿Acaso había muerto yo ahora? Nunca me había imaginado la muerte así; estaba flotando en un lugar blanco, sin poder ver el final. Esto realmente era raro, pero parecía que no podía salir de este lugar.

—¿Casandra? ¿Eres tú? —Oh mierda, esa voz... ¿Acaso era Yeiko? Sonaba igual que él. Traté de buscarlo por este mundo blanco, pero no llegaba a encontrarlo. Sin embargo, aún escuchaba su voz y no podía darme por vencida todavía.

De pronto, comencé a escuchar la típica música de circo, y cuando me di cuenta, todo ese mundo blanco parecía volverse un circo. Para qué mentir, se me pusieron los pelos de punta al ver la carpa de circo, como las típicas carpas de circo blancas y rojas.

Me acerqué cautelosamente a la entrada y sin duda me sorprendió mucho: era mucho más grande por dentro. Su exterior era mucho más pequeño de lo inmenso que era el espacio dentro. Además, no parecía un circo por dentro, lo cual me confundía un poco. Se parecía más a un teatro, con asientos hasta donde alcanzaba la vista. Me sentía tan pequeña en ese sitio. Decidí subirme al escenario para ver mejor el lugar, pero cuando subí, un humo rojo pareció inundar todo el circo. ¡Esa mierda de humo parecía que me estaba dejando boba! Cuando me quise dar cuenta, era demasiado tarde. Estaba tosiendo en el suelo a punto de caer inconsciente, y mi vista estaba reducida por culpa del humo. Pero antes de desplomarme en el suelo, llegué a observar unos pies. Oh no, otra vez ese arlequín.

Abrí los ojos y no podía ver nada; todo el lugar estaba oscuro. Además, estaba atada a una silla. No tardó mucho hasta que escuché un chasquido y las luces se iluminaron, apuntando directamente a mí. Enfrente tenía a ese arlequín demoníaco.

—¡¿Qué haces?! ¡Suéltame ahora mismo! —Mis palabras sin duda no iban a hacer mucho en este caso; sin duda, estaba metida en un buen lío.

—Tranquila, mi querida Casandra, no te haré nada. Es de mala educación tratar mal a mi invitada especial —soltó una risa burlona justo después. Aun así, el miedo que recorría mi cuerpo no me dejaba pensar mucho más allá de lo que estaba sucediendo.

—Solo quiero que recuerdes que aquí lo imposible puede llegar a ser posible —Un sabor a sangre invadió mi boca en ese momento y, a su vez, el arlequín colocó un dedo en mi frente, empujándome hacia el suelo.

Desperté. Estaba en mi casa y en mi cama. ¿Un mal sueño? Se sentía demasiado real, pero mis pensamientos se vieron interrumpidos por ese sabor a sangre. Con mi dedo comprobé si en verdad tenía sangre en mi boca y, sin duda, tenía la boca inundada en sangre. Así que me dirigí al baño para quitarme este sabor lo antes posible de la boca.

—Dios... Llené el lavabo de sangre, joder —No quería dejar esa horrible mancha de sangre en el lavabo, así que lo limpié. Dios, no sabía que la sangre manchaba tanto un puto lavabo.

De pronto, escuché en mi oído unos cascabeles y levanté la cabeza rápidamente. Al mirar al espejo, pegué un grito. Quien estaba en el espejo no era yo, bueno, más bien parecía que era yo con un traje de arlequín morado y negro. Pero sin duda, en lo que más me fijé fue en esa máscara, esa dichosa máscara.

No tardó mi padre en llamar a la puerta del baño para comprobar que estuviera bien.

—Casandra, cariño, ¿ocurre algo? —Mierda, menos mal que siempre echaba el pestillo.

—¡No! ¡No ocurre nada, todo está bien! —Escuché los pasos de mi padre alejarse. Eso estuvo cerca, sin duda.

Me acerqué a ese reflejo que se suponía que era yo y lo toqué con mi dedo. En el momento que mi dedo rozó el cristal, el reflejo volvió a la normalidad, pero al parecer yo no.

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