I: Alivio.

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Un atardecer de colores celestes y anaranjados se desplegaba con delicadeza sobre el cielo de Miyagi, bañando el paisaje en tonos cálidos

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Un atardecer de colores celestes y anaranjados se desplegaba con delicadeza sobre el cielo de Miyagi, bañando el paisaje en tonos cálidos. Por encima de los hermosos árboles verdes y el pasto todavía húmedo por la reciente lluvia, la luz del sol se filtraba creando un efecto casi mágico. El aire fresco, lleno del aroma a tierra mojada, añadía una sensación de tranquilidad al ambiente, mientras los últimos rayos del sol se desvanecían lentamente en el horizonte.

Los imponentes edificios de la preparatoria Shiratorizawa se alzaban majestuosos en el paisaje. Este colegio, conocido por su amplio terreno y su numeroso alumnado, destacaba por su arquitectura imponente y la potencia de sus equipos deportivos. Sus paredes, predominantemente de colores morado y blanco, reflejaban la luz del atardecer, adquiriendo un matiz especial que resaltaba su grandeza. Dentro de sus robustos muros, se encontraba una persona que estaba pasando por una etapa crucial de su vida, enfrentando desafíos y descubriendo nuevas facetas de sí misma.

Esto se debía a una situación que había estado ocurriendo durante poco más de un mes, sumando preocupación a su ya estresante vida como profesora. Cada día, además de lidiar con las exigencias y responsabilidades de su trabajo, debía enfrentar la inquietante realidad de recibir constantes mensajes de un número diferente cada vez, enviados por una persona aparentemente desconocida.

Estos mensajes, aunque no abiertamente amenazantes, eran lo suficientemente perturbadores como para mantenerla en un estado de alerta constante, afectando su tranquilidad y su capacidad para concentrarse en sus tareas diarias. Esta creciente presión la había llevado a un punto de agotamiento emocional, donde cada nuevo mensaje incrementaba su ansiedad y la sensación de vulnerabilidad.

No solamente se trataba de mensajes de acoso, sino que también llegaba comida a su casa ocasionalmente; pero nunca con un repartidor. Además, llegaban flores y chocolates en la misma situación. Todos los regalos llevaban alguna nota impresa con mensajes distintos, pero todos se podían resumir en un:

«Espero lo disfrutes.
-Te amo, Ayumi.»

Ella creía que podía sobrellevarlo, que podía salir adelante sin importar qué. El trabajo como profesora le hacía sentir la paz que tanto anhelaba y le porporcionaba una brisa de aire fresca diariamente; la necesaria como para levantarse e ignorar el peligro en el que se sentía constantemente.

Pero este día, por desgracia, no era un buen día. Habían empezado la época de exámenes, y el estrés era constante. Tenía que corregir trabajos, leer otros pocos y cubrir a uno de los profesores de educación física porque se había enfermado algunos días atrás.

La situación empezaba a sobrecargarla, y todas las opciones para regular sus emociones lentamente se acababan. Ya no sabía qué hacer, ni a quién acudir. No podía ir con sus padres, porque debía ser la niña perfecta y ellos no estaban felices con su trabajo como profesora. ¿Y tenía que añadirle a eso sus problemas emocionales? Jamás. Sería darles la razón totalmente.

Lecciones de Amor || Takeda Ittetsu × Fem!OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora