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—Amiga, le reventaste la cara.

—Ay, Sasha. Por favor, sos una exagerada —me quejo a la vez que pongo las manos en la cintura. Intento estirar el cuello, aunque no consigo ver entre las cabezas que ahora rodean a Eren como viejas chusmas ¿Tan fuerte pateé?

De mala gana, aunque con una pizca de preocupación, empiezo a caminar hacia el pequeño grupo. Troto unos instantes por la ansiedad que me provocan los murmullos. Los chicos parecen estar muy divertidos ante la situación por las risas que escucho a medida que voy llegando.

—Ah, mirá, tu golpeadora —jode Jean anunciando mí presencia a penas me nota de puntillas detrás de Connie, todos se giran y yo no sé dónde meterme.

—Sí sufrís violencia de género, marca... —comienza a relatar Connie con voz de locutor antes de ganarse un codazo por parte de Armin y mala mirada por los demás.

Acaricio mis muslos con ansiedad, llevando la mirada de uno en uno. Porco también está acá, aunque con los labios temblorosos en un intento de no sonreír mientras Reiner lo mira fijamente.

Veo la gran y encorvada espalda de Eren sentado sobre el pasto amarillento. Sostiene una botella de Gatorade en su mejilla derecha. Ni se gasta en voltearse siquiera.

Tampoco es que le saqué un diente. Estos varones de hoy en día.

Me pongo de cuclillas y le pincho el hombro repetidamente para llamar su atención.

—Che, perdoná. No ví que estabas pasando —me disculpo susurrante, sin preocuparme por si todos escuchan.

—Y no, si es un enano —suelta Porco cruzándose de brazos soltando la risa que tenía bien guardada. Lo fulmino con la mirada, por la cual rápidamente borra la sonrisita burlona que tiene en el rostro.

—Cerrá el ojete, Porco —se defiende Eren entre dientes, mientras levanta la cabeza para clavarle los ojos. Porco enarca una ceja, pero se distrae mirando algo detrás de mí.

Me doy cuenta que tengo la mano sobre su espalda, acariciándolo con vaivenes circulares, de manera inconsciente. Inmediatamente, dejo su piel de lado para ponerme de pie. No por la mirada de Porco o su ceño fruncido, sinó por la sorpresa que me genera tal gesto de mí parte.

—Dale, vamos. En el carrito de allá venden hielo —invito señalando la calle cerca de los numerosos árboles, en un intento de huir del bullicio. Además, para alejar a Eren de las tensas y fijas miradas que se están dando con Porco.

Todos se quedan observándome estupefactos, otra vez más, por lo embozo una mueca desentendida. Siento que Eren va a rechazar la idea ante la ojeada que intercambia con Armin, pero de un salto se endereza y le devuelve la botella. Guarda las manos en el pantalón grisáceo oscuro, dispuesto a la propuesta.

Comienzo a caminar para atrás, siguiendo los movimientos de Eren que hace al acercarse y su cachete con una leve hinchazón, pero notoria. Antes de volverme hacía delante, capto a Porco con un mohín fastidioso. Me encojo de hombros como respuesta, para dejarlo atrás y alejarnos junto a mí compañero.

Ninguno dice nada, y yo pienso que debería volver a disculparme. No puedo evitar mirar su mejilla de reojo, la cual tiene un intenso color carmesí, aunque él no se mosquea.

Coloco una mano en el bolsillo trasero del jean, incómoda, mordiéndome la lengua para no soltar cualquier estupidez con tal de romper el silencio. Hablaría del clima caluroso si no tuviera pinta de que no me tiraría con un cascote.

Ah, era re loquito. Yo sí le hubiera dado un ladrillazo si tuviera el cachete así por su culpa. Sinceridad ante todo.

Cuando a penas llegamos hasta la vereda y el olor a copos de azúcar se acentúa en mis fosas nasales  llenando el ambiente con una vibra infantil; Eren me gana de mano.

𝘼𝙇𝙏𝘼 𝘿𝙄𝙉𝘼𝙈𝙄𝙏𝘼 | Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora