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—Es joda, ¿no? —pregunta Mikasa con una expresión horrorizada que contrae sus rasgos filosos. Los que pasan a nuestro lado se ganan su mirada molesta y provoca que apuren el paso.

Niego con la cabeza, mordiéndome el labio inferior por culpa de la vergüenza que me acecha desde ayer y junto las piernas para dejarlas un poco quietas.

Apenas puse un pie en los adoquines de la entrada le mostré el mensaje sin leer de Porco a mí mejor amiga y eso casi causa querer esperarlo afuera para matarlo apenas lo viera. Idea tentadora, pero me rehusé diciendole que hay que terminar el año sin ninguna expulsión de la escuela.

Todos saben que es un metido pero nunca pensé que llegaría a serlo conmigo. Además que ya no somos lo suficientemente cercanos para tales jodas, pero ¿está jodiendo o habla posta en serio?

La noche anterior casi no pegué un ojo, otra vez,  por estar pensando en qué responderle. Admito que me revolvió el estómago, dándole vueltas y vueltas por un mensajito que seguro mandó diciendo: "A ver esta pelotuda, anda muy tranquilita. Le voy a cagar la noche".

Después de comerme la cabeza se instaló un sentimiento de bronca en mí pecho, que casi me hace decirle de todo por mensaje, pero que era demasiado inmaduro. Aunque Porco no se quede atrás yo no voy a ser igual que él, aunque sí quiera cantarle las cuarenta.

Me pregunto por qué de repente decidió meterse en mí vida, luego de que ni siquiera se detuviera a saludarme en los recreos cuando me pasaba por al lado. Fingiendo que no existía, evitando mí mirada cuando yo buscaba la suya, mientras cuestionaba qué hice mal.

Y lo del parque... puf. Sí que es tarado. Ya no estoy para tantas bobadas, ya no.

—¿Pero entonces para qué te invitó?

—Ni idea, vos viste que ni me habló en ningún momento —me encojo de brazos viendo de soslayo que cada vez llegan más chicos a través de la puerta principal, acercándose la hora de comienzo. —Me hace mucho ruido.

—Sí, a mí igual. Una bronca —coincide Mika revoleando sus ojos grisáceos que brillan furiosamente. —No tiene derecho.

Asiento, como pérdida. Me percato de que me estoy mordiendo las uñas, por lo que saco la mano de un tirón. Todo en mí está nervioso por alguna boba razón. Tal vez porque deba enfrentar a Porco, recriminarle su actitud, o por la idea de que todos piensen lo mismo. Lo cual no tiene sentido porque Eren no es más que mí compañero. 

No hay chance.

Un suspiro pesado me saca de los enredos de la cabeza, Mikasa señala con un movimiento de mentón a las chicas al otro lado del patio, dándome palmaditas en la espalda. Nos habíamos alejado un poco con la excusa de que íbamos al kiosko y así poder hablar a solas. Todavía no voy a contarles nada, no hasta que lo resuelva. Cosa que pienso hacer en el primer recreo o, si Dios quiere, en una hora libre. Todas mis amigas tienen suficiente con Porco, no quiero que se forme una secta que tenga como meta matarlo.

Empezamos a caminar hacia el círculo de chicas mientras siento que parte de mí energía se va por los drenajes del patio y eso que recién son las siete de la mañana.

—Tardaron un montón, ¿qué estaban regalando?

—No seas tóxica Sasha —reprocha Mika lanzándole una mirada de advertencia a nuestra amiga, quien ya está dándole mordiscos a un pedazo de torta con crema. Su tono es algo grosero, sacando a la luz que algo anda mal, pero ninguna parece darse cuenta.

—Bueno, era porque no me va alcanzar este pedazo de torta hasta el primer recreo. 

Los minutos pasan lentamente, provocándome una ansiedad de locos, y no me doy cuenta que estoy completamente quieta en mí lugar hasta que la profesora me llama la atención.

𝘼𝙇𝙏𝘼 𝘿𝙄𝙉𝘼𝙈𝙄𝙏𝘼 | Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora