Capítulo 3: Luis Alexander

15 2 2
                                    

Se escuchan lindas melodías de pájaros mientras Alex siente los rayos del sol en su cara.
"Vamos, despierta ya cariño"
Las palabras de su madre hacen que se levante con algo de mal humor, no le apetece ir al colegio y menos un lunes.

Me pongo los zapatos como todos los días, botines negros que están rozados de tantos recreos. También me pongo los pantalones y camiseta del uniforme, que me vienen un poco grandes ya que mi madre estaba segura de que a lo largo del curso crecería un poco y si me lo pedía de mi talla se me quedaría pequeño. No pasó.

Mi motivación para ir al colegio es casi nula, sin embargo, hay algo que me anima.

-----⋆˖⁺‧₊☽◯☾₊‧⁺˖⋆-----

Llego a clase de matemáticas, mi amigo Fernando me espera en el pupitre de al lado a las 8:50 como de costumbre.

Me siento, le miro y le saludo lo más bajo posible ya que la clase está apunto de empezar y nuestra profesora de matemáticas no es precisamente muy permisiva, si nos escucha hablar muy alto o de "algo que no tenga que ver con la materia" nos castigará sin recreo, y ya hemos aprendido la lección.

Finalmente, las tres primeras clases han acabado, lo que significa que podré desgastar aún más mis zapatitos, y cansarme hasta que me quede sin aliento  jugando al "pilla pilla".

Corriendo, me choco sin querer con alguien que no parece ninguno de mis amigos, y mi sonrisa se va apagando al ver quien era.

Sebastian, o Sebas como le dicen sus tres amigos contados, me mira con cara de asesino, tiene que mirar para abajo ya que mide unos veinte centímetros más que yo. No es que yo sea precisamente alto, pero es que el niñato que tengo enfrente ha repetido dos veces, mientras que a mi, un niño de ocho años, me estan temblando las piernas al darme cuenta de con quien he tenido el fallo de chocarme.

Nota el miedo en mi cara, y eso le excita. Sabe que soy simplemente su saco de boxeo, puede hacerme lo que se le dé la gana y yo jamás podré hacer nada para impedirlo.

— Pero ¿qué haces pringao? ¿Quien te crees?.

— L-lo siento mucho de verdad... es que... em... estaba yo... no te he visto perdóname...

Me empiezan a sudar las manos y miro hacia abajo sabiendo que lo siguiente que viene es o un insulto o un golpe.

Sin embargo, escucho un golpe, como un puñetazo.

*Sebas grita de dolor*

Asustado y ahora confundido, levanto la cabeza para ver qué estaba pasando, pero antes de poder entender nada alguien me agarra fuerte de la muñeca y ambos empezamos a correr.

Antes de que me dé un maldito ataque al corazón miro a la persona que me acaba de salvar, y suelto un suspiro al ver que era mi mejor amigo Fer.

Ahora, los amigos de Sebas le contaban lo ocurrido a la profesora de inglés la cual los miraba confundida y algo seria, pero no intentó perseguirnos para castigarnos ya que sabía que, en cinco minutos, teníamos clase con ella.

Nos escondimos en un pasillo donde no solía pasar mucha gente hasta que sonara el timbre. Estaba repleto de dibujos y carteles de alumnos. En el techo, colgaban palomas que hicimos en plástica el año pasado por el día de la paz, y enfrente de nosotros había una cartulina naranja enorme con las letras "stop bullying".

-----⋆˖⁺‧₊☽◯☾₊‧⁺˖⋆-----

Siempre nos habían dado charlas de que el acoso escolar es algo que no hay que permitir, sin embargo, Fer y yo no entendíamos como era posible que no hicieran nada cuando acosaban a alguien de verdad. Siempre era camuflado como juegos de niños y los profesores hacían oídos sordos y ojos ciegos.

El colegio era duro, no había día que Sebas y sus amigos no nos molestaran. Era casi como en una película estadounidense, donde una pandilla de "bullies", dirigidos por uno de ellos, casi como si fuera un líder, se divertían molestando a algunos alumnos que no tenían nada que hacer al respecto. Esos éramos Fer y yo, niños indefensos que jamás se defendían y, cuando buscaban ayuda, se les culpaba a ellos de todo.

Recordando esos momentos de mi vida, me cuesta ponerme a trabajar en un centro de educación. Los pasillos y clases, aunque menos coloridos aquí en el instituto, son muy parecidos. En vez de niños, hay adolescentes.

Aún asi, el acoso escolar no es ausente aquí y espero poder hacer todo lo que esté en mis manos para ayudar a cualquier alumno que lo necesite.

Por fin, Pedro entra a la sala de profesores donde llevo cinco minutos esperándole. No llega tarde, he venido yo temprano por los nervios.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 08 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

el 𝛂 y el βDonde viven las historias. Descúbrelo ahora