Jenny Merlot contra LaDínastíaDorada (#6)

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PARTE SEIS

De Místicas y de Bramidos

Las sombras de los aparejos se extendían como telarañas, jugando con la luz intermitente de la enorme embarcación de transporte. Una veintena se matones de diferentes clanes desfilo por el puente para inyectarse sustancias y acariciarse con paternal vehemencia.

El monstruo entre los pasajeros del transatlantico seguía siendo un misterio.

Un tiburón blanco sería seleccionado de entre las criaturas que habían quedado atrapadas entre las redes.

El fragor de la noche envolvía el transatlántico mientras los trabajadores organizaban los elementos en la cubierta. Vasijas y artefactos antiguos eran dispuestos con cuidado, y una luz estratégicamente ubicada sobre la columna que sostenía los aparejos apuntaba directamente hacia la goleta antigua que transportaban. Allí tenía que ser depositado el asesino animal marino.

Sin observar las tareas, Pai Zembrano y Lisette, su bella esposa se deleitaban con la gárgola de la ancestral nave de guerra. Ella llevaba el paraguas cerrado por que la lluvia había amainado invitando a apreciar con mayor detalle la decoración de la pieza arqueológica. El vestía una toga bordó de diseño precolombino y una corona de plumas amarillas sin encastres.

En el pasado en la goleta habían combatido guerreros del imperio, los seiscientos años que habían transcurrido trajeron un millar de mellas pero ninguna quebradura. Las antorchas ceremoniales no tenían brillo. El fuego iba a ser encendido en ellas de un momento a otro.

En un gesto de autoridad, Bilik ordenó que se apagaran las luces del transatlántico, ya finalizada la pesca, sumiendo el ambiente en una oscuridad ominosa.

La cubierta estaba envuelta en una penumbra espesa, solo interrumpida por el débil reflejo de las luces sobre el mascaron.

Las risas de los mercenarios resonaban mientras sujetaban al tiburón, mezclando emoción y alivio ante el rito de reclamación ancestral. Bilik, con gestos respetuosos, entregó al invitado un maletín lleno de secretos y promesas de poder.

Al abrirlo, los ojos de Zembrano se iluminaron al confirmar la increíble leyenda familiar.

Colocó el Rombo Base en la zona de ingreso bajo la pobre iluminación de neones y la única luminaria de la columna de distribución. El ritual comenzaba, y él estaba en el centro de todo.

Teo, Lisette y los dos chinos, que estaban desnudos, apreciaban el despliegue sin prestar atención a la alerta previa de un intruso.

Acompañada por el monstruo peludo gigante, Margea, indicó dónde colocar el diván.

Esperanza, en su camarote, recibía el último beso de Mascarade, borrando la esperanza de un gran amor con un largo trago de champagne, cegada por su obsesión de ser la emperatriz del mundo. Que la maldita zorra fuese un cliché no era precisamente una pista reveladora.

Jenny Merlot contra LaDÍnastÍaDoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora