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Emma levantó la mano y tocó la puerta del despacho con firmeza. Ella solía evitar a Hans y por primera vez luego de mucho tiempo lo estaba buscando. Había intentado platicar con él durante el desayuno, pero su resaca había sido tan profunda que había ordenado que nadie hiciera ruido.

Ella necesitaba que estuviera sereno para mantener la conversación que quería con él. Debía aprovechar que su hijo estaba en los establos tomando sus clases de equitación para que no escuchara ni por casualidad la charla.

Emma no había querido explicarle la noche anterior el por qué debía tener cuidado con lord Marshall. ¿A qué madre le gustaría decirle tales atrocidades a su hijo? Además de que era incómodo, un niño jamás debería pasar por ese tipo de situaciones. Iba a ser hasta lo imposible para protegerlo del mal que habitaba en el mundo exterior.

—Adelante. —la voz de su esposo sonó desde el interior y el miedo la invadió de repente. ¿Y si dejaba las cosas así? Evitar problemas también era una manera de sobrevivir para ella. Obviamente no descuidaría a Ethan y cuando el barón estuviera en la casa, Emma lo escondería y lo mantendría alejado de aquel sujeto.

—Soy yo. —le avisó entrando con lentitud. Era como entrar en la guarida del lobo. —¿Te encuentras mejor?

—Si. —respondió sin mirarla. Estaba ocupado revisando papeles mientras que seguía bebiendo una copa de vino. —¿Qué quieres?

—Venía a comentarte algo que sucedió anoche. —dijo avanzando hacia él. No se atrevió a sentarse en las sillas dispuestas frente al escritorio sin su invitación. Tampoco es que planeara quedarse allí mucho tiempo. —Es sobre el barón Marshall.

—Si vas a volver a quejarte de que mis amigos vengan a cenar entonces puedes irte. —su tono amenazante la hizo agachar el rostro y morderse el interior de la mejilla. Debería darse la vuelta y evitar ese sufrimiento, pero Ethan era más importante y debía ser fuerte por los dos.

—Lord Marshall entró a la habitación de tu hijo cuando se retiró para usar el servicio. Lo descubrí tocándolo y le dijo a Ethan que no nos lo contara. —se arriesgó a conectar su mirada con él y tembló ante la seriedad de su semblante.

—Seguramente Ethan está inventando cuentos. —replicó sin demostrar emoción alguna.

—No, Hans. Yo lo vi. Creo que ese hombre quería lastimarlo y actuó como si no fuera así.

—Te lo imaginaste. —descartó la idea como si le hubiera dicho una tontería y siguió ignorándola.

—Tienes que creerme. Si yo no hubiera llegado, no sé qué le habría hecho a nuestro hijo. Estaba casi encima de él y lo estaba acariciando. Ethan no es tan pequeño y no es el tipo de historias que él dice. —estaba desesperada. Si su esposo no los ayudaba entonces, ¿a quién iba a recurrir?

—Basta, Emma. Estás cruzando el límite de mi paciencia. —se terminó de beber la copa con un solo movimiento y la estrelló contra el escritorio al dejarla en la superficie. El estruendo la hizo dar un salto en su sitio y tuvo que esconder sus manos tras su cuerpo para que no la viera temblar.

—Hans, te lo pido. No dejes que se acerque a Ethan en el futuro. Lord Marshall no es de confiar.

—¿Así que tú eres más inteligente que yo?

—¿Qué? No, no he dicho eso.

—Es claro que lo insinúas. —se levantó y empezó a acercarse con pasos lentos. —¿Acaso tu eres capaz de discernir qué personas son dignas de mi confianza y yo no? ¿Soy un estúpido para ti, Emma?

Un Conde En Mi Camino - Lambton #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora