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La casa que su padre le había dejado como herencia era bastante linda y grande. El único problema que había era las condiciones de la estructura.

Solo tres de las cinco habitaciones de la planta superior eran habitables. Las estancias del servicio eran una pena, el comedor y la sala de visitas tenían polvo y mugre, y la cocina necesitaba un cambio drástico para funcionar con toda su capacidad.

En la parte de afuera iba a bastar con pintar las paredes y limpiar los ventanales. El jardín debía ser podado y Emma ya se imaginaba a sí misma sembrando una variedad de plantas en la tierra para adornarlo.

No podía quejarse. Había sido un regalo y con las reparaciones a realizar estaría entretenida. A Ethan le gustaba la idea de crear un hogar desde cero y ella le daría el placer de hacerlo.

Estaban revisando la propiedad todavía cuando se dirigieron a la parte trasera y se fijaron en el espeso bosque que rodeaba la casa. Incluso había un camino de piedra que era fácil de seguir. Su hijo hizo amago de correr y adentrarse, pero ella se lo impidió tomándolo del hombro.

—Ni siquiera lo pienses, jovencito. —lo reprendió con la mirada. Era un sitio peligroso para un niño. Ya se imaginaba la cantidad de animales salvajes que estarían esperando para capturar una jugosa presa y devorarla.

—Pero, mamá... —se quejó él de inmediato. —Prometiste que me dejarías explorar.

—Y lo harás siempre y cuando sea conmigo. —se agachó para ponerse a su altura y explicarle con paciencia. Lo último que quería era un berrinche de su parte. —Es mejor que estemos juntos. Me daría mucho miedo que te perdieras en el bosque. Si tu desapareces, ¿quién va a protegerme de los monstruos?

Las palabras calaron con fuerza en su cabecita y asintió convencido de que debía obedecerla. Puede que le aterrara no saber qué se escondía entre los árboles, pero no se cerraba a la posibilidad de inspeccionar la naturaleza de la mano de su hijo.

—No debe preocuparse por la seguridad del muchacho, señora Jones. —dijo la cocinera poniéndose a su lado. —En el bosque solo hay conejos y ardillas. Está era una zona de caza antiguamente y todos los zorros que había fueron capturados hace muchos años. Además, el camino está únicamente conectado a los dominios del conde de Durham, Lord Lambton. Es un noble muy amable y le aseguro que no se molestará si pisan su propiedad.

—¿Hay otras casas cerca? —preguntó Emma confundida. Desde que se habían alejado de la parte central de la ciudad, ella había notado que en ese vecindario las construcciones eran mínimas y daba la sensación de que eran mansiones exclusivas.

—Solo la del conde, señora. —le respondió con solemnidad. —Lord Lambton es un hombre respetado por estos lares y jamás ha tenido inconvenientes con nadie. Debería hacerle una visita formal cuando este instalada.

—Por supuesto. —era preferible actuar como si estuviera de acuerdo con ella y así no darle chance de que la interrogara. Lo último que quería era relacionarse con la nobleza y si estaba en sus manos no hablar con el dichoso conde de Durham pues así lo haría. —Está empezando a helar, Ethan. Vamos a cambiarnos para merendar y mañana iremos a pasear por el bosque.

—De acuerdo, mamá.

La señora Madsen los acompañó dentro y les preparó la cena. Tenía manos habilidosas y un buen gusto. Ethan devoró el plato en minutos y luego fue al cuarto que había elegido como suyo para vivir.

La cocinera se retiró una hora más tarde. Pudo entregarle las llaves de toda la propiedad y también le explicó los pormenores a tener en cuenta respecto a la seguridad. Le había dicho que rara vez ocurrían problemas entre los pobladores o visitantes. En definitiva, era un lugar muy tranquilo y pacifico por lo que no debía temer que a mitad de la noche o en otro instante alguien la molestara o irrumpiera en la casa.

Un Conde En Mi Camino - Lambton #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora