Capítulo 2. Taking myself home.

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Cuando pasan dos horas desde que estoy conduciendo por la iluminada carretera, me doy cuenta de algo importante. No tengo dinero, ni ropa, ni comida ni cualquier cosa esencial para mantener una vida segura en mi viaje. Ugh, maldita sea, estoy muriendo de hambre.

Mantengo una mano en el volante y con la otra palmeo mis bolsillos. Luego, recuerdo que perdí mi chaqueta de cuero café claro cuando le vendí mi coche a Dick. Nunca se la pedí de vuelta, en parte porque me recordaba a casa y en parte porque nunca estuve lo suficientemente sobria en el bar de Dick como para pedírselo. Así que localicé la bencinera más cercana y estacioné.

Mi móvil estaba sin vida, en mi bolsillo de mis pantalones, me había quedado sin carga anoche, pero no pensé en tomar el cargador cuando traté de hacer una dramática salida del motel. Me bajé del coche y el sol ardió en mi piel. Llevaba una camiseta blanca ceñida con tirantes gruesos y unos pantalones negros ceñidos también. Eran mis favoritos, los había comprado con mi dinero ganado al ser camarera en un restaurante el año pasado. Cuando Kyle y yo trabajábamos y no dependíamos de las apuestas de él. Además tenía amarrada mi blusa cuadrillé de colores morados y celestes a mi cadera. Así que tenía calor, en medio verano, en medio de la carretera, a tres horas de casa. Y estaba muriendo de sueño, hambre, sed y por un buen baño.

Me acerqué a la cochera y la abrí. Y quise dar un grito de gozo y júbilo. Dios, maldito Dick, te amo.

Había una caja con provisiones, comida de viaje (fideos prefritos para recalentar y golosinas), botellas de agua, un cepillo de dientes, una pasta dental, un maletín de primeros auxilios y lo mejor de todo: Un fajo de billetes de diez.

Al lado de la caja se ubicaba mi chaqueta y una nota en el bolsillo del pecho. "Buen viaje, cariño" escrita por el mismísimo Dick Hunter. Tenía que agradecerle luego.

Con la liga elástica de mi muñeca amarré mi largo cabello castaño en un tomate improvisado. Luego, tomé el fajo de billetes, una botella de agua, una golosina, el cepillo y la pasta de dientes y por último la nota de Dick. Cerré la cochera, tomé mi bolso del asiento del copiloto y metí el fajo de billetes, el cepillo y la pasta. Me senté allí, me comí la golosina y la botella de agua. Disfrutando de lo simple que era. Una galletón gigante de chocolate con cobertura de mantequilla de maní y una botella de agua tibia. Pero era lo mejor de la vida. A pesar de que nunca me gustó la mantequilla de maní, este galletón parecía ser celestial. Dejé la nota de Dick en el espejo retrovisor, para verla cada vez que mirara atrás en la carretera. Como que me gustan los símbolos.

Después de haber terminado mi desayuno, cerré el coche y entré en la bencinera. Pagué por una ducha y me pasaron una toalla y un jabón.

"No damos champú o acondicionador." Me dijo la cajera, con cara de no haber dormido en toda la noche, lo que probablemente había hecho. Señalé mi cabello amarrado en forma de tomate.

"Lo tengo cubierto, esperaré hasta casa" dije y de inmediato una sonrisa me cruzó la cara. Casa. Ya no significaba una mugrienta habitación con olor a drogas y alcohol y un maloliente conserje que te da revistas de prostitutas en oferta. Significa dos padres, olor a comida casera, y un hermano correteando por la sala.

"Lo que sea" contestó la señora, volviendo a su revista de modelaje desteñida.

Corrí hacia el baño y ocupé la ducha comunitaria. Rápidamente fregué todo mi cuerpo, tratando de sacar el olor y la suciedad que me habían acompañado este año del infierno. Cuidando de no dañar más mis hematomas en el muslo derecho, en el costado izquierdo de mi tórax y los pocos que habían a lo largo de mis brazos.

Me puse la misma ropa anterior, pero luego recordé que en este tipo de bencineras tienen camisetas y bikinis para el verano, sobre todo con el logo de la bencinera. Tomando mis cosas salí del baño y compré otra camiseta de tirantes blanca, un bikini blanco para que no se notara debajo de la camiseta y unos shorts.

Al volver a vestirme, esta vez en el baño comunitario, me preocupé de cepillar mi cabello con los dedos antes de volver a amarrarlo en un tomate. Mi cabello llegaba hasta mi cintura, tenía las puntas mal teñidas de un color azulado y el resto era mi color natural. Castaño oscuro, casi claro, más como un color chocolate. Combinaba con mis ojos. Mi rostro decía "perdida" por todos lados. Estaba más delgada de lo que debía, tenía ojeras debajo de mis ojos, mis mejillas se hundían debajo de mis pómulos y mis labios estaban destrozados; secos, agrietados, en carne viva por todas las veces que me los mordía y los hacía sangrar por los nervios.

Era un desastre, pero tenía que arreglarme a mí misma si quería dejar el pasado atrás. Me cepillé los dientes, me aseguré de sacar todo el maquillaje de mi rostro y volví a salir del baño. Compré un brillito y lo puse en mis labios. Al verme en el espejo me veía más natural, más viva. Sonreí al espejo y parecía feliz. Espero volver a serlo.

Tomando mis cosas, volví a meterme en el coche, con otra botella de agua y otra golosina a mi lado. Y después de recargar el tanque, emprendí mi viaje a casa.

Pasó una hora y tuve que detenerme de nuevo. No porque estuviera cansada o porque tuviera que hacer pis otra vez. Sino porque pasé el primer lugar donde Kyle y yo nos detuvimos en nuestro escape de casa. Era un restaurante bonito, pero ahora estaba cerrado. Decía la palabra CLAUSURADO en todas las puertas y ventanas. Solo me estacioné ahí, mirando el polvo yacer en un estúpido restaurante que empezó con todo esto. Mientras más lo miraba, era capaz de escuchar más fuerte mis carcajadas y de sentir las suyas contra mi espalda al abrazarme.

"Tu risa hace la mía" me había dicho él, en mi oído, luego lo había besado y yo me había vuelto a reír por las cosquillas.

"Eres un romántico empedernido" le acusé, golpeando con mi codo, suavemente, su costado para que se detuviera. La gente comenzaba a mirarnos raro, ahí sentados en el sillón de la mesa, yo apoyada en él, con dos porciones grandes de patatas fritas y dos hamburguesas.

"Te amo, dulce, eso es todo" susurró. Mi cabeza se giró hacia él y lo besé, con fuerzas, y él me devolvió el beso, acariciando mi cintura con cariño.

"Te amo, Levi." Respondí contra sus labios.

No sabía en ese entonces que iba a acabar conmigo, con lo que yo era. Pero lo sabía ahora. Y a pesar de las lágrimas corriendo por mis mejillas, tomé el volante con fuerzas, tratando de olvidar el remolino de sentimientos en mi estómago y seguí mi camino.

El viaje era muy solitario, así que prendí la radio. Me sorprendió escuchar mi CD de Daughter, mi banda favorita. Puse la canción Home, para ponerle ánimos de drama al viaje y la puse en repetición el resto del viaje. Sirvió para darme las fuerzas para seguir conduciendo las siguientes dos horas seguidas, sin parar, hasta detenerme en frente de la casa donde había vivido 16 años de mi vida, y de la cual nunca debí irme.

El coche de mi padre estaba estacionado y había otro más pequeño, seguramente de mi madre. Mismo jardín, mismo coche, mismos arreglos. De seguro que ahí se habían quedado. Me tomó diez minutos más y dos repeticiones de la canción para tomar las fuerzas para salir del coche. Dos pequeños jugueteaban en el parque a dos casas de mí. Yo solía jugar en ese parque.

Con cada paso la inseguridad de encontrar las cosas como yo lo deseaba se agrandaba. ¿Seguirían juntos? ¿Mamá había encontrado a alguien más o él a alguien más? ¿Me recibirían? ¿Luke me querría? ¿Algún perro me ladraría como la desconocida que soy para él después de dos años? ¿Habrían usado mi cuarto? ¿Habrían tirado mis cosas? ¿Escucharían mis golpes en la puerta con el ruido de la televisión? ¿Escucharía mamá mis segundos golpes desde la cocina que despedía un olor a carne a la cacerola? ¿Se desmayaría ahí, en la puerta, al mirarme con los ojos bien abiertos, la boca entre abierta, mi padre que me abría la puerta? ¿Me sonreiría en algún momento? ¿Me abrazaría? ¿Me daría uno de esos besos en la frente? ¿Me cerraría la puerta en la cara?

"Papá..." lloré, con los dientes apretados, tratando de detener las lágrimas de salir de mis ojos. "Di algo, por favor" pedí.

Su cabello tenía más canas que la última vez que lo había visto, sus ojos tenían más arrugas, pero era la misma cara. Mi papá. Mi papá me sonrió. Mi papá despidió lágrimas de alegría por sus ojos. Mi papá me abrió los brazos y yo salté a ellos. Mi papá me dio uno de esos besos en la frente y yo reí mientras lloraba. Porque estaba en casa. Y todo iba a estar bien.

Last road I takeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora