Multijugos

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Los días pasaron, espesos y largos. El colegio estaba imbuido por un espíritu conspirador, sobre todo por parte de los nacidos muggles, que sentían la amenaza del heredero de Slytherin tras la aparición de Colin Creevey petrificado. Una cosa era una gata odiada por todos, otra un alumno. John sólo lo conocía del pequeño encuentro con él y su cámara mientras ayudaba a Ron Weasley, y había tardado en ponerle nombre hasta ese momento, por lo que no pudo darle más igual. No temía que lo petrificaran por los pasillos, no con la carga que llevaba en la cabeza tras el exorcismo. Si moría en un corredor solitario, quizá sería el karma, el pago por su inconsciencia y egoísmo. Hermione le evitaba casi siempre, como si ocultara algo y temiese irse de la lengua, por lo que no sabía que opinaba de supuesta bestia; Neville sólo tenía a Vincent para refrenar su compra de amuletos falsos, y debía ser el único sangre pura acobardado por la situación. Lejos de sentirse solo, se encontró bastante a gusto en su basura. Iba a clase, donde tenía excusa para no usar magia gracias a una nota del director, comía lo mínimo, estudiaba más de la cuenta para no ver a Bins al cerrar los ojos y trataba de dormir en vano. No podía usar glamours, aun así, se dio cuenta de lo irrelevante que era lucir ojeroso, la gente jamás lo acusaría de un delito, no era nadie. No tenía nombre, ni fama, ni un talento envidiable en comparación, por ejemplo, a Theodore. Era el escalón más bajo de su casa.
Llegó el frío total y nada cambió, pero un sábado se sorprendió al encontrar a Ginevra Weasley igual de cansada que él en la biblioteca. A pesar de tener delante el libro de transformaciones y un pergamino, no escribía, la tinta de su pluma se había secado en la punta, aunque la chica la sostenía con fuerza, aún sobre el papel.
—Ginny —saludó seco, sobresaltándola.
—Uff... Ya temía ver a George y a Fred, se han propuesto hacer de mi vida algo terrible. —Él la miró interrogante, sentándose al lado. Su espalda crujió y sus heridas, todavía a medio curar, se estiraron, pero lo ignoró; se estaba acostumbrando a aquello —. Ellos, quieren animarme, dicen que me ven mal después de lo de... —Ginny tembló un poco —. Colin —acabó con un susurro.
John sopesó la situación, no creía que esa chica se llevara bien con el fotógrafo pesado, pero... El chico era fan de Potter, quizá habían hecho un club. Sonrió un poco ante ese pensamiento.
—¿Erais amigos? Yo lo conocí de refilón.
—Se sentaba a mi lado en algunas clases... Y, bueno, era de los pocos y... —La pelirroja volvió a temblar, pero esta vez dejó la frase a medias.
—Bueno, sólo hay que esperar a las mandrágoras y el profesor Snape hará su magia. Tendremos a la señora Norris molestando. También a Colin... —Intentó animarla, no le gustaba ver a la chica tan triste por algo que no había provocado. Él merecía el castigo de la culpa, ella no.
—Yo... —Ginny hizo un gesto similar a Hermione, como si no se atreviese a contar más y sufriera por ello —. Gracias.
Se quedaron en un silencio cómodo un rato, él sacó un trabajo de encantamientos que tenía a medias y ella reaccionó al fin, escribiendo en su pergamino los deberes de transformaciones. Levantó la vista para mirarla al sentir un pinchazo agudo en su cabeza, le costaba concentrarse. Ginny contemplaba su propia bolsa con duda y rechazo, pero también con anhelo.
—¿Pasa algo? —preguntó, más para sacarla del ensimismamiento que otra cosa.
La chica negó un poco antes de hablar.
—Oye, sabes la diferencia entre una transformación fija y una de larga duración. No entiendo los nombres si al final las dos vuelven a su estado original, aunque sea mucho tiempo después.
La dejó cambiar de tema, se había sentado para distraerse, no para ayudarla.
—Bueno, las transformaciones fijas pueden durar milenios, pero se crean con un ritual que las alimenta y no pueden ser modificadas fácilmente. —La palabra ritual se espesó en su boca —. Las de larga duración se alimentan de la magia del usuario y duran lo que éste quiera: un anillo familiar que se transforma al separarse de la piel o una conversión en animal. Podrías mantenerlos toda la vida, son muy estables, es tu decisión no hacerlo.
—No tienen un tiempo para que se deshaga el hechizo como el de las cerillas... Y unos se hacen con un ritual y no cambian y los otros... —Ginny se perdió escribiendo, concentrada en sus deberes otra vez.
John siguió con lo suyo, al menos hasta que la hora de cenar los atrapó.
—Me voy, Ginny. Si quieres acabar el trabajo, quédate, pero vigila la ho...
—Vengo contigo —La chica le miró como si la soledad fuese temible.
—Vale, vamos entonces.
Recogieron y caminaron con calma hacia el Gran Comedor, de vez en cuando sentían las miradas de algunos alumnos encima, sobre todo serpientes. John las devolvía, desafiante, consiguiendo casi siempre que se apartaran; Ginny, sin embargo, se apocaba y se acercaba a él, llegando a agarrarlo del brazo como si pudiera protegerla de los maleficios que no llegaban.
—Eres una sangre pura, levanta la cabeza orgullosa, ¿o no has quedado en Gryffindor? Además, piensa que no pueden morderte ni las serpientes, ya que me atacarían a mí de rebote, que también soy una.
La chica dudó, parándose en mitad de un corredor, pero apartó la vista del suelo.
—Es muy fácil decirlo...
—Lo sé —Sin saber que hacía le ofreció el brazo otra vez.
Ginny sonrió y aceptó el gesto con un breve sonrojo en las mejillas.
—¿No dirán nada? — pregunto ella al ver que llamaban más la atención.
—Liz siempre se me engancha... Y sus padres creen que nos vamos a casar, así que como mucho dirán que salimos juntos. — La chica se encendió de vergüenza —. ¿No quieres poner celoso al niño-que-nadie-sabe-como-sobrevivió? —Eso último le ganó un codazo molesto, pero los dos rieron.
No se había dado cuenta de que la vida seguía hasta ese momento. El rostro de Bins gimiendo y deshaciéndose se le antojó un sueño durante un instante.

Tira por cordura: El secreto y la serpiente Where stories live. Discover now