Un duelo

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Pocos días más tarde, al acabar de cenar, reparó en un barullo a la salida del gran comedor. Había tenido que devolver el libro a Hermione, por lo que charlaba con Theodore por primera vez en una semana. Fue éste quien lo incitó a acercarse al tablón de anuncios.
—Prefiero enterarme si es algo importante.
—Lo dudo, pero no tengo nada mejor que hacer —contestó encogiéndose de hombros.
No tardaron en captar comentarios sobre unos duelos esa noche. Tuvieron que apartar a un grupo de gryffindors para llegar al cartel, aunque el mismo no reveló mucho más que el entorno.
—¿Un poco apresurado, no? —comentó Theodore, fulminando a uno de primero que le había empujado sin querer.
—Supongo que el viejo quiere calmar el ambiente. Entre la bestia petrificadora y la desaparición de Bins... —Le costó mencionar lo último.
—Es una buena explicación. Aunque no iré por eso —se burló su amigo —podremos hacer morder el polvo a los leones.
—Buff... Podrás, yo no debo lanzar hechizos, ¿recuerdas? —fingió molestia.
—Se me olvidaba que estás con eso. Aun así, ¿vendrás, no? Puedo hechizar a quien quieras en tu nombre.
Sintió alivio al ver que Theodore no volvía a incidir en preguntas sobre sus restricciones actuales, supuso que lo protegía estar fuera de la sala común.
—Hechiza a Draco —respondió con una mueca, viendo aparecer al susodicho entre la gente.

El grupo habitual, ya acostumbrado a la ausencia de Malfoy, se dirigió a las ocho de vuelta al gran comedor. Neville era el único nervioso y John no tenía muy claro si era sensato que se metiera en aquello. La conversación rondaba sobre Slytherin, el Heredero y el monstruo; a veces, como mucho, sobre quidditch, que era peor.
Al entrar, le sorprendió lo vacío del espacio sin las mesas. Al fondo, iluminada por un montón de velas flotantes, vio una tarima dorada. La noche fuera era oscura y sin estrellas, destacando más la luz errática sobre los rostros alrededor de la pasarela, y haciendo que ésta pareciera en llamas por los reflejos rojizos. Todos parloteaban como un rumor continuo, entusiasmados. Algunos se aferraban a las varitas ya desenfundadas, esperando y mirando a la puerta en busca del supuesto organizador.
—¿Tú por quién apuestas que se ha montado esto? —le implicó Theodore, dándole un codazo para que volviera a la realidad.
—¿Siendo optimista o no? —No le había dado muchas vueltas, pero tenía una corazonada.
—Comenta las dos, a ver que tal —sugirió Neville — yo no sé quién puede haber decidido esto, más con las restricciones por lo de... —No acabó la frase, tembló un poco, pálido.
—Tampoco pueden encerrarnos o evitar el funcionamiento de la escuela. Siendo positivo, habrá sido idea de Dumbledore, buscando que se relaje un poco el ambiente, más cuando las mandrágoras están casi aseguradas; en ese caso habrá endosado el muerto de organizar este circo o a Flitwick, que era duelista, o al profesor Snape, que deduzco que si quería el puesto de defensa también sabrá de duelos. Pero, siendo realista, el único loco capaz de sugerir esto como si no hubiese un bicho petrificador por la escuela es...
No tuvo que acabar la frase, Lockhart apareció en escena para disgusto de todos, que hubiesen pensado irse de no ver tras sus horribles túnicas ciruela a Severus Snape. El pocionista no estaba de buen humor, podía apostar que el director le había encargado que vigilara al fraude con patas. Una vez en la tarima, Lockhart movió un brazo llamando la atención.
—¡Venid aquí, acercaos! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me oís todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararos a todos vosotros por si algún día necesitáis defenderos tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consultad mis obras).
Theodore simuló una arcada y los demás rieron disimuladamente.
—Permitidme que os presente a mi ayudante, el profesor Snape —añadió Lockhart, con una amplia sonrisa, aunque el aludido estaba a punto de maldecirlo—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que os preocupéis los más jóvenes: no os quedaréis sin profesor de pociones después de esta demostración, ¡no temáis!
Desde luego, John no dejaba de sorprenderse ante la estupidez de ese mago, tuvo más ganas que nunca de atacarlo allí mismo, pero supuso que en esa pequeña demostración sufriría lo que se merecía por una vez. Podía leerse en la expresión de su jefe de casa que ni una petición de Dumbledore podría evitar que atacara en serio después de que lo desprestigiaran.
—El profesor Snape lo va a matar —murmuró Neville.
—Por una vez creo que hasta los leones se alegrarían —contestó John, destilando veneno —, pero no se merece descansar, y aún tengo que vengarme por sus clases, así que voto porque se rompa algo.
El león le miró asustado por el tono amenazante, pero Snape y Lockhart ya se habían encarado en la tarima, así que la atención volvió a la escena. El pocionista hizo un gesto seco de cabeza ante la reverencia teatral del otro. Los dos quedaron con la varita desenfundada.
—Como veis, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart en el silencio expectante de la sala—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar —añadió, provocando risillas dispersas en el público y que la poca paciencia desapareciera del rostro de su contrincante.
—Una... dos... y tres.
Las dos varitas se movieron, pero fue la voz de Snape la que resonó en la sala.
—¡Expelliarmus!
John notó un zumbido al ver el destello rojo salir de la varita del pocionista e impactar en el pecho del otro, pero muy sutil para lo acostumbrado. Al ver el cuerpo de Lockhart salir de la tarima e impactar contra el muro con un crac, se unió al vítor de las serpientes, que habían perdido ya el ánimo de disimular.
—Más que desarmarlo lo ha hecho puré —comentó Theodore, viendo como Lockhart se ponía en pie a duras penas, disimulando muy mal el dolor.
—No lo suficiente, parece que hasta pude recoger su dignid... Hay no, es el sombrero, no tiene de lo otro —añadió John, mientras el profesor se tambaleaba, buscando la varita probablemente.
Su jefe de casa, por otro lado, parecía satisfecho, pese a que no borró la mueca de disgusto en ningún momento.
—¡Bueno, ya lo habéis visto! —intentó acallar las risas el fraude, subiendo a la tarima a duras penas —. Eso ha sido un encantamiento de desarme; como podéis ver, he perdido la varita... ¡Ah, gracias, señorita Brown! —La chica, muy roja, se la tendió, como si no viese el ridículo que hacía su ídolo —. Sí, profesor Snape, ha sido una excelente idea enseñarlo a los alumnos, pero si no le importa que se lo diga, era muy evidente que iba a atacar de esa manera. Si hubiera querido impedírselo, me habría resultado muy fácil. Pero pensé que sería instructivo dejarles que vieran...
Por una vez Lockart debió notar la amenaza en los ojos del pocionista, porque cambió de tema.
—¡Basta de demostración! Vamos a colocaros por parejas. Profesor Snape, si es tan amable de ayudarme...
Lockhart, para desgracia del grupo, se acercó a Neville, no sin antes mirar con algo de reticencia a John, que por puro reflejo metió la mano en el bolsillo y agarró su varita.
—Señor Longbottom, que le parece hacer un duelo con...
Vincent dio un paso adelante por compasión a su amigo, que había venido a mirar y estaba blanco como el papel.
—¡Oh! ¡Me parece bien señor Crabble y...
John desconectó, el profesor Snape se movió hasta el trio Gryffindor habitual. Hermione le echó una mirada suplicante y, aunque una vocecita le instaba a ignorarla, se alejó de sus amigos. Llegó justo cuando su jefe de casa llamaba a Draco y Bulstrode, una chica que recordaba de la selección apenas, pero que destacaba en las clases por su robustez y fuerza bruta, que competían con las de Vincent a menudo. No tuvo que sumar mucho para entender que Potter se batiría con Malfoy, pero se sorprendió de que Hermione se encarara con la otra. La chica iba a tener problemas si la desarmaban, y estaba demasiado nerviosa para hacer un buen papel.
—¡Poneos frente a vuestros contrincantes y haced una inclinación! —exclamó Lockhart antes de que pudiese interactuar con su amiga.
Hermione intentó sonreír e hizo un gesto de manual ante su contrincante, pero la otra no lo devolvió.
—Una, dos y... tres.
A la de dos todas las serpientes en el estrado ya habían disparado. John ignoró los demás duelos, apenas percibió como Draco y Harry se lanzaban de todo menos hechizos de desarme, o como el de Neville era una cadena de intentos fallidos por ambos lados. Sólo vio a Hermione trastabillar ante el primer expelliarmus, perdiendo la varita. Esquivó un par de ataques, que por suerte eran lanzados con lentitud, pero cuando alcanzó de nuevo su arma, Bulstrode pisó su mano. Hermione dejó las buenas maneras a un lado y golpeó también a la otra, haciendo que aquello se volviera una pelea muggle. Por desgracia, la Slytherin era más fuerte, y no tardó en acorralarla. En la sala todos atendían al duelo de Potter, así que John subió a la tarima cuando le pareció que eso no llevaría a buen puerto, impidiendo que la grandullona cogiera del cuello a Hermione.
—Yo de ti no haría eso. — Levantó la varita como amenaza.
—¡Alto! ¡Alto! —se escuchó a Lockhart, lo que le dio un segundo de sorpresa para coger a Hermione del brazo y bajarla al público.
—Gracias —susurró la chica, aferrada aún a él.
No contestó, Lockart seguía gritando en aquel caos, y hasta Neville y Vincent se habían detenido para mirar como Harry bailaba. Draco, riendo descontroladamente, estaba a punto de rematar el trabajo cuando el profesor Snape intervino.
—¡Finite incantatem!
Tanto Harry como Draco pudieron detenerse al fin. Lockhart comenzó a revisar los daños de todo el mundo, eso sí, sin lanzar un solo hechizo que arreglara nada. John se separó al fin de Hermione, incómodo de repente.
—Gracias —repitió la chica otra vez, como si no supiera que más decir, un poco roja.
—Ha sido cutre lo de disparar antes, aunque efectivo. Y no creo que el estrangulamiento muggle esté contemplado en un duelo, así que... —intentó justificar su intervención. El ruido de estática volvió un segundo.
Hermione rio un poco, recuperando una actitud más normal.
—No hace falta que te justifiques...
—...Necesito un par de voluntarios, Longbottom, Crabble, ¿qué tal vosotros? — recuperó la atención la voz de Lockhart.
—Mala idea, profesor Lockhart —intervino Severus Snape, que había hecho otros planes —. Longbottom suele provocar catástrofes con los hechizos más simples, y no quiero tener que devolver a nadie en una caja de cerillas.
Neville se puso rojo de vergüenza, pero dio un paso atrás. John rio.
—Se supone que es tu amigo —le regañó Hermione.
—En el fondo le está haciendo un favor. Tampoco quería participar en un principio.
—¿Qué tal Potter y...?
Malfoy, algo había de obvio en esa asociación, pero un pitido inundó su cráneo, haciéndole apretar los dientes.
—West?
Lockhart miró en su dirección con algo de temor.
—Me consta que el señor West...
—Bueno, mañana iba a retirársele la norma de no usar magia, no creo que venga de un día.
Los ojos negros del pocionista le atravesaron, tuvo que empujarle Hermione para que reaccionara. Draco le fulminó mientras caminaba hasta el lugar que había ocupado antes, enfrente de Harry. La verdad es que no temía usar de nuevo la magia si su jefe de casa lo consideraba oportuno, sólo que le había pillado por sorpresa; y odiaba los duelos.
—Vale, ¡excelente! — Lockhart recuperó la compostura, moviéndose hacia Harry —. A ver, cuando el señor West te apunte con la varita tienes que hacer esto.
El fraude dio tres vueltas extrañas a su arma antes de que se le escurriera, casi haciendo caer al suelo. El profesor Snape sonrió un segundo antes de acercarse a su oído.
—Serpensortia.
John sonrió también con malicia, pero no se atrevió a volverse o responder; la palabra no acababa de irse de su oído, serpenteante y grave, y sentía como una opresión en el pecho. Era un hechizo de invocación, aparecería una serpiente. Fácil de controlar, muy Slytherin y, sobretodo, efectista. Potter pidió a Lockhart que repitiera la explicación con algo de miedo, como era natural. Él no tenía nada en contra del cuatrojos, pero si su jefe de casa sí... hoy prefería ganar puntos.
—Buenos consejos ¿eh? —se burló sin darse cuenta de que el pulso se le aceleraba.
—Podría ser peor —Harry se hizo el valiente.
Lockhart le dio a Potter una palmada en el hombro.
—¡Sólo hazlo como yo!
—El qué, dejar caer la varita... —leyó en los labios del león.
John no pudo evitar reír ante eso.
—Uno, dos y... tres.
—Serpensortia —conjuró nada más empezar el duelo, saboreando las silabas y notando arder el cráneo cuando la serpiente apareció.
El animal silbó enfadado, enroscándose antes de atacar al aire. John se sintió mal ante la forma reptante y negruzca, pero obtuvo cierta satisfacción porque no hubiese explotado nada. Harry, al otro lado, no sabía qué hacer y trató de retroceder.
—No te muevas, Potter — advirtió el profesor Snape, complacido con la reacción al conjuro.
John miró al fin al pocionista, cayendo en la cuenta de que no era un hechizo que necesitara de un escudo, sin contar que sus efectos eran menos dañinos que los de salir volando hasta el otro lado de la sala.
—Me encargaré de... —Su jefe de casa no pudo acabar la frase.
—¡Permitidme! —intervino Lockhart.
Tras un movimiento de varita la serpiente voló, cayendo muy cerca del público con un golpe seco, que la enfadó e hizo que se retorciera y atacara en varias direcciones. Un chico de Gryffindor se tropezó en la huida, viéndola elevarse sobre sí misma y enseñar los dientes ahora hacia él.
Harry saltó antes de que nadie reaccionara, silbando al animal, éste respondió positivamente y dejó de atacar, quedando en el suelo en calma absoluta, casi inmóvil.
—¡¿A qué crees que jugamos?! —espetó el otro chico cuando Potter se volvió hacia él, huyendo de allí como alma que lleva al diablo.
El profesor Snape avanzó haciendo desaparecer a la serpiente. John quedó allí un momento, creía recordar algo sobre hablar con las serpientes... Theodore le dio un codazo y lo sacó de en medio. Hermione le miró un segundo antes de acercarse a Harry, como si sopesara llamarlo o no, pero acabó por ayudar a Weasley a sacar a rastras al tercero de allí. Todos se apartaban de ellos como de la peste.
—Salazar Slytherin hablaba con las serpientes —susurró al recordar esa parte de Hogwarts una historia. Lo referente a su casa era casi lo único que había leído íntegramente.
—Sí, y... —Theodore le animó a continuar.
—Potter no puede ser el heredero de ninguna manera —fue Draco quien contestó —. Sería estúpido pensarlo, aunque tuviese sangre de Slytherin, cosa improbable y no imposible siendo su familia una de las antiguas... Es un mestizo y vive con los muggles.
John se tensó.
—Aunque quizá eso es demasiado pensar para muchos —añadió el rubio, más por llenar el silencio que otra cosa.
—Estoy de acuerdo, no creo que Potter quiera petrificar a nadie o soltar bestias milenarias. Lo que no implica que me interese tu opinión al respecto. Hablaba con Theodore.

Tira por cordura: El secreto y la serpiente Where stories live. Discover now