Capítulo XV

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— ¡Cabalgad, en formación! —ordenó Éomer a sus hombres

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— ¡Cabalgad, en formación! —ordenó Éomer a sus hombres.

Aelya observó con admiración como cientos de jinetes descendían por la colina, levantando polvo y pasto con el feroz galope de los caballos.

— Dependen de las bestias para moverse. —hubo burla en el comentario de su padre, aunque no lo suficiente como para que apareciera un indicio de sonrisa en su tosco rostro.

Algunos beórnidas rieron ante las palabras del líder. 

Grimbeorn asintió hacia la nada, y su sencillo gesto bastó para que sus guerreros se lanzaran también tras la marcha de los rohirrim. La piel, la ropa y los delgados huesos de los cambiapieles se transformaron en enormes bestias que alcanzaron con rapidez la marcha de los hombres. Osos pardos, negros y tan blancos como la nieve. Lobos del tamaño de un corcel, y venados con cornamentas tan imponentes que arrancarían a un corpulento hombre de la tierra. Hubo regocijo en sus miradas al contemplar el asombro de los rohirrim.

Aelya miró a su padre de reojo. Encontraba su rostro más ojeroso, con arrugas más prominentes que la última vez que lo vio. No pudo evitar preguntarse si aquel deteriorado aspecto había sido causado por su marcha. Al momento, sintió que la tierra le respondía con un sí rotundo. 

— Tardarán tres días en llegar a Minas Tirith con ese paso. —Aelya asintió en silencio, y su padre prosiguió, esta vez, observándola a ella— Nosotros arribaríamos antes por nuestra cuenta, mas... Es de sobras insensato dirigirse a la guerra, y hacerlo solos sería estúpido. 

— Lamento llevar a nuestro pueblo a esto, padre. —respiró profundamente, encontrando entereza en el tremendo pesar que cargaba en su corazón— Sin embargo, sigo creyendo que es lo correcto. Su batalla es la nuestra, pues es contra el mal de Mordor, y este terminaría por encontrarnos en nuestras tierras si ellos cayeran.

— ¿Desde cuándo te has vuelto tan sensata, hija mía? —Aelya parpadeó con confusión, y casi saltó en su sitio al hallar la sonrisa de su padre.

— ¿Sensata? Padre, no lo he preguntado, pero... ¿por qué no estás enfadado? —el hombre apartó la vista hacia el horizonte, alcanzando todavía a ver la multitud de rohirrim en perfecta formación— Creí que hervirías de rabia cuando regresara, que me castigarías de por vida en la aldea por haberme marchado al Sur. En cambio... —dudó ante la templanza de su padre— En cambio, me miras como si al fin te diera orgullo.

LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora