Aelya entró como un vendaval en los establos, levantando la tierra con sus pisadas llenas de ansiedad. Su pecho subía y bajaba ferozmente al escudriñar el lugar, al buscar allí la figura de aquel hombre que, al fin, entendía que tanto anhelaba. Su garganta estaba seca y no había rastro de aire en sus pulmones, por lo que, cuando encontró su cabellera rubia entre los estantes, tan solo pudo jadear en silencio.
Éomer ignoró su presencia, ensillando el caballo ante él. Quería cabalgar por las llanuras que bordeaban la ciudad, ahogar en un viaje en solitario todo ese deseo no correspondido. Jamás se había quebrado su corazón de forma tan dolorosa, y es que, era la primera vez que lo entregaba.
Escuchó las indecisas pisadas a su espalda, lentas y suaves, con el ligero arrastrar del vestido. Antes de oír su voz, encontró su dulce aroma flotando para él.
— No ha sido nada cortés que os hayáis marchado así. —reprendió, y él soltó una risa tosca al oír tal estupidez dicha con tanta seguridad— No me habéis permitido responderos. —Éomer negó, entregándole todavía como única imagen su espalda— Qué caballero... —ironizó y, por largos segundos, esperó por una palabra suya, pero Éomer apenas se movía, únicamente importándole el ajuste de las correas sobre su corcel.
Un tortuoso silencio los invadió. En la distancia, ligeramente, llegaban retazos de las conversaciones de los hombres, del rechinar de los animales, sin embargo, incluso con todo ello, era más sonoro el respirar de ambos. Tan pesado que caía aplomo sobre sus pechos, sobre sus corazones torpes y primerizos.
Aelya se estrujó nerviosamente el vestido antes de hablar.
— No os correspondo. —confesó, y el susurro de aquellas palabras terminó en el pecho de Éomer, profiriéndole un dolor indescriptible. Cerró los ojos, acariciando con resignación al corcel— Debéis saber que no soy una dama, ni una princesa. No hay nobleza en mi sangre, ni modales dignos de un palacio en mi actuar. —respiró profundamente, y sus pensamientos se obnubilaron al tenerlo tan cerca, su espalda tan al alcance de sus dedos— Sois el heredero de Rohan, y un día seréis llamado rey.
— ¿No me correspondéis por mi título? —dijo con desagrado, pues era un destino que ni él mismo se había planteado, ni jamás había soñado. Su primo debía heredar un día el trono, no él.
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LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀ
Fanfic𝗲𝗼𝗺𝗲𝗿 𝗳𝗮𝗻𝗳𝗶𝗰𝘁𝗶𝗼𝗻 El pueblo de los cambiapieles se creía extinto a lo largo y ancho de toda la Tierra Media, pero todavía restaban descendientes, solitarios y recelosos de los extraños. Esta es la historia de Aelya, hija de Gimbeorn...