Segunda Parte: Capítulo XVII

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El aire estaba plagado de polvo, de arena tan fina que entraba a los pulmones como esquirlas de cristal

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El aire estaba plagado de polvo, de arena tan fina que entraba a los pulmones como esquirlas de cristal. Aelya subió el pañuelo en su nariz, arrastrando la punta de su espada por las baldosas de arenisca. Estaba exhausta y hambrienta. La figura de su padre, siendo un oso negro e imponente, cruzó por el rabillo de su ojo. Poco después se escucharon los gritos de lamento de varios hombres.

Clavó la rodilla en el suelo ante una de las jaulas, habían encontrado cientos a lo largo del valle del Este, más allá del mar de Rhûn, más allá del Este mismo. Rompió a golpes las cadenas que apresaban a los hombres y mujeres, y le pasaron corriendo bajo el brazo, asustados, agradecidos. Uno de ellos no se movió de su lado, un hombre corpulento, con su piel agrietada por el sol, con los brazos cubiertos de las magulladuras de años de esclavitud. Tenía una expresión oscura en el rostro, y su nariz aguileña no ayudaba a suavizar los rasgos toscos.

— Podéis iros. —señaló hacia las salidas de las cuevas de arena, donde el sol dejaba entrar todavía un haz de luz amarillento. El hombre no se movió. Aelya hizo un esfuerzo en recordar su idioma, algunas palabras que se había visto obligada a aprender tras tantos años aparecieron en su mente— Huid. Al Oeste. —soltó con torpeza, con un acento tan marcado por sus tierras que apenas le fue comprensible al hombre. A pesar de haber reflejado en sus ojos entendimiento, no se movió— Ronan. —llamó a uno de sus hombres, que al igual que ella no tenía espacio para tomar su forma animal en tan angosto pasillo. Cuando lo tuvo a su lado, indicó con su mirada al esclavo— ¿Qué significa eso en su rostro?

Ronan se inclinó para mirar entre el revoltijo de cabello negro del hombre, por encima de su ceja, en su sien izquierda, había una runa marcada a fuego.

— No la reconozco, mi señora. —se lamentó— No se parece a ninguna que hayamos visto antes.

Aelya asintió, pensativa. Dio media vuelta para buscar a su padre mientras seguía rumiando sobre ello. Tras tantos años habían liberado más personas de las que alcanzaba a contar con su mano, muchas de ellas habían sido selladas con fuego, dejando así en claro qué propósito tenían. Había visto lágrimas, flores, espadas y monedas de oro grabadas en sus sienes, mas aquella runa era la primera vez que la encontraban. 

LA HEREDERA DE LOS CAÍDOS ⎯⎯ ᴇᴏᴍᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora