Capítulo 2: despedidas

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     El viaje transcurrió con normalidad: no hubo asaltos, no se encontraron gente pidiendo limosna... Sí, el miedo absoluto se había apoderado de los habitantes de la Tierra.

     En cuanto llegaron a París, no tuvieron ningún problema en averiguar dónde debían ir, ya que una multitud se dirigía a la Torre Eiffel. La familia se unió a ella, avanzando con lentitud debido a los millones de habitantes franceses que habían acudido a la llamada de su presidente.

     La ciudad, sin duda alguna, se había deteriorado mucho. Llamarla"la ciudad del amor" parecería un crimen en aquellos momentos. El calor extremo, los tornados, las lluvias ácidas y otras catástrofes habían acabado con todo el esplendor y la belleza de la capital.

     Tras otra hora de caminata, al fin se encontraron en lo que antaño había sido uno de los monumentos más visitados del mundo y el símbolo de Francia. Ahora, sin embargo, era una simple construcción de metal de casi un siglo de antigüedad que apenas podía mantenerse entera.

     Gaston y sus padres se sentaron lo más cerca que pudieron de la torre, quedando a diez metros de esta. Continuamente recibían empujones de gente que intentaba encontrar un sitio para descansar y los gritos de niños extraviados se oían aquí y allá. Gaston pensó que habían tenido mucha suerte al no haberse perdido con la aglomeración de personas que había alrededor del lugar citado.

     Por otra parte, el chico se sentía cada vez más intranquilo y agobiado. Toda su vida había estado acostumbrado a estar con un reducido número de personas a la vez (su familia, la gente del pueblo), y el cambio de veinte a millones y millones era demasiado brusco como para aceptarlo.

     Entonces recordó que tenía su libro de Le Petit Prince en su mochila. Animado por una nueva distracción, se la descolgó de los hombros con ímpetu y, tras abrir la cremallera, sacó su objeto favorito en el mundo y comenzó a leer inmediatamente.

     No llevaba la noción del tiempo, ya que se había metido de lleno en la historia del niño rubio, pero cuando su padre le sacudió de los hombros con suavidad, se vio obligado a dejar ese mundo de fantasía y volver a la realidad.

     —Hijo, mira hacia la torre —le pidió David, señalando el desgastado monumento—. El presidente va a hablar.

     Gaston, como impulsado por un resorte, volvió a guardar su posesión en su mochila y obedeció a su padre. En el hueco triangular de la construcción había aparecido una nave como la que el chico había visto un día atrás desde el porche de su casa, solo que de menor tamaño. No tenía forma de platillo, tal y como dicen en las películas, sino cuadrangular y con una cúpula en la parte superior que permitía una panorámica desde el interior del vehículo flotante. Además, era difícil determinar el material con el que había sido fabricada: era brillante, de aspecto sólido pero ligero y muy resistente. El color de la nave era una mezcla entre gris oscuro y azul marino.

     La cúpula se retiró y se proyectó el interior de la nave en una gran pantalla un ser que parecía poseer todos los colores del Universo en su piel y un aspecto casi humano, provocando exclamaciones de asombro entre los franceses. Sin embargo, pronto desaparecieron, puesto que la voz del alto cargo resonó en todo el centro de la ciudad:

     —Habitantes de Francia, ha llegado el gran día; el día de la salvación de los humanos. ¡Se acabó el miedo, el hambre, la pobreza, el aire contaminado y el calor! Con ayuda de nuestros nuevos visitantes, la vida de todos nosotros cambiará... sobre todo la de nuestros niños —Esbozó una sonrisa de dientes blancos y prosiguió con su discurso—. A ellos les brindaremos una oportunidad única, nunca conocida antes en la historia de la humanidad: vivir en un planeta distinto a la Tierra. No deben preocuparse —agregó, ante los gritos de réplica de las familias—, ya que posee unas condiciones muy parecidas, casi idénticas, a las de nuestro planeta. De hecho, hace bastante tiempo descubrimos este exoplaneta y lo consideramos un posible lugar para desarrollar vida allí.

      >>Yo mismo enviaré a mi hija, para demostrar que nuestros hijos no corren ningún peligro, es más, estarán más seguros allí que aquí. Por otro lado, las naves que se usarán en el viaje a su nuevo hogar son última tecnología, y no hay siquiera riesgo por accidente.

     >>Nuestros niños partirán hoy, lo antes posible, pero les dejaré tiempo para despedirse. Oh, esperen. Seguro que se preguntan qué pasa con nosotros, los adultos. Ya que los niños aceptan mejor los cambios, hemos decidido empezar con ellos y, si todo va bien, pronto nos reuniremos con ellos en el planeta.

     Las palabras del presidente calaron a todos las familias, incluyendo la de Gaston. Todos sabían que era la única oportunidad del ser humano para sobrevivir, pero de todas maneras se podía notar el miedo. De hecho, apenas se oía nada, solo algunos murmullos y sollozos aquí y allá. David y Clara fueron de los primeros en aceptarlo, y comenzaron a hablar con su hijo. Primero fue David:

     —Gaston, puede que no quieras ir, pero créenos cuando te decimos que allí serás muy feliz —Puso una mano sobre la mascarilla del chico y continuó—, no tendrás que llevar esto, ya que el aire será limpio y puro. No hará ni la mitad del calor que hace aquí, y estarás solo un tiempo sin nosotros. Vosotros sois fuertes, todo saldrá bien y tu madre y yo iremos allí para estar contigo muy pronto. Prometido.

     —Lo sé, papá, y lo acepto —fue lo único que pudo decir Gaston.

     Su madre también tenía que decirle algo a su hijo:

     —Mi pequeño, tal y como ha dicho tu padre, no debes preocuparte. Todo saldrá perfecto. Por otro lado, ¿Sabes por qué te pusimos ese nombre? —El chico negó con la cabeza y Clara esbozó una sonrisa—. Bueno, Gaston significa extranjero, y como eras tan diferente a nosotros pensamos inmediatamente en que ese sería el adecuado para ti —ella no podía tener más razón. Su hijo no era rubio de ojos claros como Clara ni poseía el pelo castaño claro de su padre. Él tenía el pelo muy oscuro y los ojos marrones más oscuros que los de David—. Ya te lo he dicho muchas veces, pero te lo diré una vez más: eres igual que tu abuelo, en todos los sentidos. Por ello, no dudo que conseguirás sobreponerte a todo.

     Con ojos cristalizados, el niño se echó a los brazos de su madre y después a los de su padre. La voz del presidente volvió a sonar, pidiendo que los niños se dirigieran a la nave gigante que acababa de aterrizar al lado izquierdo de la Torre Eiffel.

     —Adiós, extranjerito mío —se despidió la madre de Gaston, rompiendo el abrazo y plantándole un beso en la mejilla. Su padre la imitó y, finalmente, marido y mujer se quedaron viendo cómo su único hijo se alejaba de ellos y de sus vidas, y sus lágrimas acumuladas florecieron en forma de llanto silencioso.

     El joven se encontraba en la misma situación, y no se atrevía a girarse para mirar a sus seres queridos, ya que estaba seguro de que volvería con ellos y se negaría a irse. Casi le costaba andar, y cuando llegó por fin al lugar indicado, le pareció que acababa de caminar diez kilómetros.

     Gaston se puso a la cola de niños que había delante del vehículo y vio cómo justo antes de subir a él un extraterrestre de piel multicolor (no supo distinguir si era hombre o mujer), estaba realizando un cacheo al primer niño de la fila. Gaston se encogió y se preguntó si le dejarían subirse con su mochila, que contenía su libro.

     Cuando llegó su turno, el ser le cacheó y cogió y registró su mochila. Afortunadamente, le sonrió y se la devolvió. El chico suspiró, aliviado, y subió por la rampa que lo llevaría al interior de la nave.

     Ya dentro, se quedó sorprendido: había miles de asientos de aspecto cómodo y, en la parte delantera, los mandos del vehículo. Además, esa nave poseía una cúpula y ventanillas rectangulares en las paredes que rodeaban los asientos. Ya había varios niños sentados en ellos, por lo que los imitó y se sentó en el más próximo a una ventanilla.

     Allí sentado, aguardó el despegue mientras pensaba en todas las palabras que le habían dicho sus padres ese día, para aprendérselas de memoria y poder tener ese último recuerdo de sus seres queridos hasta el momento del reencuentro.

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Buenas lectores. Siento el retraso, ayer Wattpad me iba de pena y no me dejó subir el capítulo así que bueno, lo subo ahora. Bueno, ¿Qué os ha parecido este capítulo lectores? A mí casi se me salta una lagrimita en la escena de Gaston con sus padres ¿Y a vosotros? Pronto subiré el capítulo tres, en el que sucederán muchas muchas cosas. ¡Hasta la vista y gracias por leer!

Veinte años luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora