Jeonghan y la Guardia son incapaces de huir del Rey Lee y su destino. Las pruebas que atravesaron juntos serían sólo el comienzo de la gran misión que se les presenta en el Carat Castle. Se ven forzados no sólo a volverse más fuertes y compatibles c...
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La luz del sol cayendo directo sobre sus párpados jamás había sido una experiencia tan terrible como esa mañana. Jeonghan estaba tan exhausto como para dejar que el sueño lo venciera de la peor forma. Siendo vulnerable de nuevo. Dejar de sentir que se encontraba en un lugar peligroso, dejar de estar alerta.
Al menos unas diez mucamas entraron como en un desfile en su habitación, cargando ropas, joyas, zapatos y cajas con dudoso contenido. Se pararon en una fila frente a su cama e hicieron una gran reverencia. Jeonghan apenas y podía entender lo que estaba sucediendo. Se talló los ojos y se sentó en la cama.
— Buenos días, Alteza.
Alteza... Apenas y podía creer que era él a quien llamaban de ese modo.
— Buenos días.
— Su Majestad quiere verlo.
Jeonghan suspiró y salió de la cama. Todas esas mujeres estaban ahí para prepararlo y llevarlo ante el Rey. Por supuesto que no podría verlo con sus ropas acostumbradas. Ni siquiera contaba con algo digno del Rey en Xila.
— ¡Majestad! — se escuchó de pronto haciendo que Jeonghan se quedara congelado.
El Rey Lee hizo su aparición frente a él. Todos los sirvientes se inclinaron sobre una rodilla ante su presencia. Pero Jeonghan sólo hizo una larga reverencia. Sus pijamas eran delgados y escasos. Su cabello largo estaba alborotado, no parecía digno de la realeza. Se sintió avergonzado de presentarse de ese modo, aunque después de todo había sido él quien irrumpió en sus aposentos.
— Buenos días, Príncipe Jeonghan — dijo con una sonrisa de lado. Como si se burlara.
— Majestad — respondió a secas.
Ambos se miraron a los ojos, segundos que a Jeonghan le parecieron una eternidad, pero no iba a agachar la mirada. En menos de un día estaría en el mismo rango que él, y no planeaba pasar el resto de su vida siendo un sumiso ante el Rey Lee. Ni siquiera sabía qué pasaría con él, después de todo había roto al menos veinte reglas. Sería demasiado lindo pensar que el Rey pasaría todo por alto.
— ¿A qué debo tan encantadora visita... En mis aposentos?
— La Guardia aún no ha sido convocada a sus puestos — dijo caminando hacia la ventana — Normalmente pasan una o dos semanas para que el consejo dé un veredicto.
El Rey acarició las flores que se encontraban en la mesita para tomar el té que daba a la ventana. Un gran florero las sostenía.
— Sin embargo, tu caso es diferente — se giró y volvió tras sus pasos. Jeonghan, al contrario, no se movió un centímetro — Tomarás el trono de Giardia mañana. Necesitamos apresurar todo.
— Majestad — cuestionó — Si bien, toda mi vida he estudiado sobre el reino, en ningún libro se menciona cómo liderar una nación. Me encantaría que considerara posponer la coronación.