9. Euforia entre deidades

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Stampede - Lindsey Stirling & Alexander Jean

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Stampede - Lindsey Stirling & Alexander Jean

No sabía cómo las ninfas oréades tenían tanta energía, pero lo cierto era que no había deidad que amara más las celebraciones como ellas

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No sabía cómo las ninfas oréades tenían tanta energía, pero lo cierto era que no había deidad que amara más las celebraciones como ellas. Y encontrar una excusa para celebrar no era difícil. Ahora tenían la mejor de las excusas.

Cuando el milagro de Artemisa —así lo habían llamado—, llegó a oídos de Diana no hubo mucho que hacer al respecto. La ninfa también lloró cuando fue a buscar a Cailye, y sin intercambiar una sola palabra se abrazaron, como si no hicieran falta las palabras.

—¡Esto hay que celebrarlo! —Fueron las palabras de Diana. Sus oréades la acompañaron en su exclamación y pronto las otras ninfas.

Al atardecer de ese mismo día había una gran movilización de ninfas y otras deidades que se unieron a la celebración. Cailye, la agasajada, tenía energía suficiente para organizar todo un banquete y ayudar con las decoraciones. Cuando me di cuenta me habían arrastrado con su felicidad al bosque Savernake, en Inglaterra, donde el suelo estaba lleno de flores de jacintos violetas y los árboles parecían moverse al compás de la alegría en el aire.

La mejor noticia que el mundo de los dioses había recibido en mucho tiempo.

Para cuando llegamos al bosque un agradable olor dulce cubría el ambiente. Las ninfas no tardaron en poner luces, en acomodar al grupo de ninfas que tocaban la música en un rincón junto con algunas de las musas, y el servir mesas llenas de aperitivos. Las plantas crecieron del suelo por obra de muchas de las ninfas, adornando más los árboles y sirviendo como mesas y sillas organizas. Flores atemporales también crecieron por todas partes.

El júbilo se podía sentir en el ambiente, las risas de las ninfas eran interminables. Las amazonas pronto llegaron, las que quedaban, y colmaron el lugar con más energía.

El espacio, de unos doscientos metros cuadrados, con una arboleda rodeándolo, se convirtió en una pista de bailes y risas. Ninfas de todos los clanes estaban ahí, incluidos Nerón y Clare, de las oceánidas, docenas de ninfas, al menos las que estaban en el Olimpo y unas cuantas más. Tal vez había más allá de la arboleda, en ese momento la energía estaba tan dispersa que no pude notar hasta dónde nos extendíamos.

Kamika: Dioses SupremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora