Rival - Ruelle
Le di un golpe al muñeco forrado de una armadura, enterré mi daga en su garganta con toda la fuerza que mi divinidad me permitía. Chirrió, se sintió duro y difícil, pero la hoja se resbaló hacia el interior como si supiera qué hacer. El muñeco brilló y retrocedió, se tambaleó y cayó al suelo, rodeado de una luz blanca muy tenue.
Tomé un poco de aire y me senté en el suelo del salón de entrenamiento, en uno de los subniveles del palacio, solo por encima de los calabozos donde una vez me tuvieron encerrada.
Observé al muñeco, luego a la daga que una vez le perteneció a Astra. Descansé, tomé un poco de agua y analicé qué clase de mejora necesitaría el muñeco para que la simulación fuera más real. Llevaba tiempo sin usar la daga, demasiados meses, había perdido la práctica.
Había comenzado a entrenar dos días después del incidente con Pirra. Si algo me dejó mi lucha contra ella era que necesitaba entrenar con mi daga, de nuevo, aprender a compensarme con ella al menos mientras averiguaba cómo reparar mi espada. No podía depender de un arma, pero tampoco podía depender de mis poderes divinos. Más allá de iluminar, de usar la esperanza y de potenciar mis habilidades físicas, no había mucho que pudiera hacer. Mis amigos, por sus atributos, tenían un repertorio más amplio en cuanto a su magia, pero yo debía sobrevivir con la información sobre mis enemigos y mis habilidades básicas.
Ese era mi tercer día de entrenamiento. Me había decidido a ello cuando no estaba con Sara pensando en el tema de los humanos, cuando no practicaba con Logan para controlar las grietas, cuando no investigaba con Kirok sobre Urano y cuando no debía solucionar alguna inconformidad de las deidades que ahora vivían en el Olimpo.
El palacio estaba sobrepoblado. No afectaba en nada físicamente, pero con tantas deidades ahí entre aliados y refugiados era como tener una bomba a un segundo de explotar siempre.
Solté un suspiro. Esos días había estado más ocupada de lo que había pensado.
Seguía sin haber noticias confiables sobre Pandora. Las oceánidas de Evan, al igual que Deimos y Fobos, recorrieron los lugares que Pirra nos indicó, pero no había rastro de Pandora en ninguna de esas localidades. Ni cerca. De nuevo se esfumó en el aire. Tal vez solo jugaba con nosotros, quería confundirnos. En Kamigami no podía transportarse, aunque si podía abrir grietas entonces había más sobre sus poderes que desconocíamos.
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Kamika: Dioses Supremos
FantasyEN PROCESO. El tiempo pasó, las cosas cambiaron. Ahora todo es diferente. El mundo jamás será como lo fue antes. Y el cumplimiento de una profecía anunciada por el antiguo Oráculo está cada vez más cerca. La relación con los humanos aún es tensa, c...