6. Fuego en el corazón

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Rolling in the Deep - Adele

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Kirok me seguía como una fiel sombra mientras caminaba a paso rápido por los pasillos del Olimpo

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Kirok me seguía como una fiel sombra mientras caminaba a paso rápido por los pasillos del Olimpo. La tristeza se había enfriado en mi corazón hasta que solo dejó una tensa ira contenida. Podía notarlo por la forma en la que las deidades me miraban al pasar.

Apresuré el paso, Kirok igual. Apreté la bolsita de tela que guardaba los trozos de mi Arma Divina y me tragué el nudo en mi garganta. Necesitaba entender lo que sucedía.

Me fui del campo en cuanto los sollozos se volvieron leves lamentos, sin hablar con nadie ni despedirme del padre de Evan. Mis amigos se quedaron; no supe qué hizo Andrew con Dominique. Solo sabía que quería volver al Olimpo e ir a ver a la única deidad que podría darme respuestas.

—Espérame aquí —le pedí a Kirok en cuanto me paré frente a una gran puerta roja, con gravados de fuego, muy lejos de los edificios principales.

Kirok asintió sin decir una palabra y se paró dándole la espalda a la puerta, como si vigilara.

Toqué la puerta y ésta en seguida se abrió, dándome la bienvenida a una habitación oscura y grande, donde tan solo había una ventana que filtraba una inusual luz roja.

Tomé aire y entré, la puerta se cerró a mi espalda.

El taller de Hefesto era uno de los lugares más extraños del Olimpo. Tenía todo un mundo dentro de esa habitación, con tres grandes chimeneas a fuego vivo, martillos y picas por todas partes, y muchos metales que los humanos nunca tocarían; sin cortinas, para evitar accidentes, y demasiadas mesas. Había armas con aleaciones divinas que brillaban en la oscuridad, armas hechas con diferentes materiales y a pedidos específicos. Y en medio de la habitación colgaba un caldero que iluminaba el techo de un color dorado intenso.

En cada esquina, apostado y oculto en las sombras podía ver a sus autómatas. Bestias de hierro forjados por él mismo como si fueran sus centinelas, gigantes, del alto de la habitación. Nunca los había visto moverse, pero las historias eran aterradoras.

Si me detenía lo suficiente podría ver el polvo de oro y lágrimas volar por ahí, polutas mágicas y el residuo energético de grandes armas.

Hefesto solo forjaba para dioses y héroes, sus técnicas y materiales eran, en su gran mayoría, todo un misterio incluso para Zeus. Reconocido por tener un carácter peculiar recibía pocas visitas. Si él no era aterrador, sus autómatas sí que lo eran.

Kamika: Dioses SupremosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora