En las mazmorras

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Bell salió de la oficina de Hephaestus con una mezcla de emoción y temor. Sabía que debía salir de su zona de confort y enfrentarse al mundo exterior, pero la idea le resultaba abrumadora. Mientras caminaba por los pasillos, los murmullos de los otros miembros de la Familia Herrero no cesaban.

—¿Ese es Bell?

—Dicen que finalmente va a salir del taller.

—¡No puedo creerlo!

Bell ignoró los comentarios y se dirigió hacia la sala de entrenamiento, donde esperaba encontrar algo de paz. Sin embargo, su tranquilidad duró poco. Al entrar, fue recibido por varias chicas que entrenaban allí. Eran miembros de la Familia Hephaestus, y sus miradas se posaron inmediatamente en él.

—¡Bell! —exclamó una de ellas, una chica de cabello castaño y ojos verdes—. ¡No puedo creer que hayas salido del taller!

—Sí, bueno, Hephaestus-sama me pidió que lo hiciera —respondió Bell, rascándose la nuca con nerviosismo.

Otra chica, una rubia alta con ojos azules, se acercó demasiado, invadiendo su espacio personal.

—Te ves más fuerte de cerca, Bell. ¿Qué tal si entrenamos juntos?

Bell dio un paso atrás, incómodo con la proximidad.

—Eh, gracias, pero creo que entrenaré solo por ahora.

Las chicas no parecieron escuchar su negativa y se acercaron aún más, rodeándolo.

—Vamos, Bell, no seas tímido. Nos encantaría entrenar contigo —dijo otra chica de cabello negro, guiñándole un ojo.

Bell comenzó a sudar, sintiéndose atrapado. No estaba acostumbrado a tanta atención, y mucho menos de parte de chicas tan persistentes.

—Chicas, de verdad, prefiero estar solo —insistió, tratando de mantener la calma.

Pero las chicas continuaron presionándolo, haciendo comentarios insinuantes y tocándolo ligeramente en los brazos y hombros. Bell finalmente logró escapar con una excusa rápida, dirigiéndose a un rincón de la sala de entrenamiento.

"Esto es demasiado", pensó mientras levantaba una espada de entrenamiento. Intentó concentrarse en sus ejercicios, pero las miradas y los susurros de las chicas lo ponían nervioso. Nunca había deseado tanto volver a la tranquilidad de su taller.

Después de un tiempo, decidió que era suficiente por un día. Salió de la sala de entrenamiento y se dirigió al exterior, buscando un lugar donde pudiera estar solo. Encontró un pequeño jardín detrás del edificio principal y se sentó en un banco, mirando al cielo.

—¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? —se preguntó en voz alta.

Mientras estaba inmerso en sus pensamientos, sintió una presencia familiar. Miró a su lado y vio a Tsubaki acercándose con una sonrisa.

—Parece que te estás adaptando bien, conejo —dijo, riendo suavemente.

Bell suspiró.

—Es más difícil de lo que pensé. Las chicas no me dejan en paz.

Tsubaki se sentó a su lado y lo miró con comprensión.

—Eres un chico talentoso, Bell. Es natural que llames la atención. Pero necesitas aprender a lidiar con eso si quieres cumplir tus metas.

Bell asintió, sabiendo que tenía razón.

—Lo intentaré, Tsubaki.

Ella le dio una palmadita en la espalda y se levantó.

Esta Mal Ser Un Herrero En Una MazmorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora