Capítulo 2

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Estaba en el pasillo, sola en la oscuridad de la noche, con lágrimas deslizándose por mi rostro. Ayer comenzaron las clases, y ya no podía evitar sentirme abrumada por la desesperación. Mis padres habían decidido marcarme con la Marca Tenebrosa, lo que significaba que tendría que luchar junto a Voldemort en la guerra que se avecinaba cada vez más.

No me malinterpretes, jamás estaría del lado de Potter. Es solo que todo esto me parece tan extraño y confuso. No quiero ser ni mala ni buena, simplemente deseo encontrar mi propio camino en este caos.

El peso de la responsabilidad que ahora llevaba en mi brazo izquierdo era abrumador. Sabía que, con la Marca Tenebrosa, no había vuelta atrás. Estaba atrapada en un destino que no había elegido, en una guerra que no deseaba librar. Pero, ¿qué opciones tenía?

Miré a mi alrededor, el castillo en penumbras parecía más siniestro de lo habitual. Los pasillos que antes conocía como la palma de mi mano ahora se sentían extraños y hostiles. Los ecos de mis pasos resonaban con una soledad que me aplastaba el pecho.

—¿Qué debo hacer? —susurré al vacío, sin esperar respuesta.

Quería gritar, quería rebelarme contra el destino impuesto por mis padres, pero el miedo me paralizaba. No era cuestión de valentía o cobardía; era la sensación de estar atrapada entre dos mundos, ninguno de los cuales sentía mío.

No deseaba unirme a Potter y su pandilla, pero tampoco quería ser un peón más en el tablero de Voldemort. Quería encontrar una manera de ser libre, de ser yo misma, sin las ataduras de las expectativas y los miedos de los demás.

Secando mis lágrimas con la manga de mi túnica, tomé una profunda respiración.

La idea que tenía en mente me agobiaba, pero decidí intentarlo de todos modos. Me acerqué al balcón que había en el pasillo y me apoyé contra la barandilla fría de piedra. Miré hacia abajo, observando los numerosos pisos que se extendían bajo mis pies. El vértigo me envolvió, pero también sentí una extraña calma en la posibilidad de liberar mi dolor de una vez por todas.

Cerré los ojos y tomé un profundo suspiro, dejando que el aire frío de la noche llenara mis pulmones. Esta idea me aterraba, pero sabía que de alguna manera, liberaría el dolor que me consumía desde adentro. La opresión en mi pecho, el peso de la responsabilidad y el miedo al futuro se mezclaban en un torbellino de emociones que me empujaban hacia el borde.

El viento acariciaba mi rostro, llevando consigo una sensación de libertad efímera. La noche estaba en silencio, solo interrumpida por el lejano murmullo del castillo. Sentía que en ese momento, el mundo entero se había detenido, esperando mi decisión.

Abrí los ojos y miré al horizonte, donde el cielo estrellado parecía infinito. Pensé en todo lo que había pasado, en la marca en mi brazo y en la guerra que se acercaba. Pero también pensé en lo que aún podría ser, en la fuerza que debía encontrar dentro de mí para enfrentar lo que venía.

Estaba a punto de dar el paso final cuando una voz me hace detenerme de golpe.

—Megan, no lo hagas —dijo Harry con firmeza, su tono cargado de urgencia.

Me giré hacia él, encontrando su mirada decidida y tensa. Mis ojos se estrecharon con frustración.

—Déjame —respondí bruscamente, sin poder ocultar mi irritación.

A pesar de mi pedido, Harry se acercó más, su determinación palpable en el aire.

—No puedes hacer esto. Ven conmigo —insistió, su voz resonando con firmeza.

Me sentí aún más irritada por su intervención. ¿Quién se creía que era para darme órdenes?

—No necesito tu ayuda, Potter —respondí con dureza, sin apartar la mirada del abismo que me llamaba.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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