Capítulo 2.

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            El ambiente estaba pesado y era caluroso. Los alumnos de la escuela de Scretches guardaban la esperanza de la última clase, de que la señorita Tyler los dejara salir diez minutos más temprano. John movía su lápiz amarillo entre los dedos con rapidez mientras esperaba que el tiempo pasara más rápido, para la suerte de él, y de todos los alumnos, los miércoles salían de clase al mediodía. Soltó el lápiz sobre la mesa y arqueó su espalda soltando un bostezo. Ya quería salir de allí, ir a comer y luego ir a su trabajo de medio turno en uno de esos cafés.

─Recuerden que la semana que viene se corregirán los cuadernos─ dijo la profesora con una de sus típicas sonrisas─, ya pueden salir.

Todos los alumnos soltaron chillidos de felicidad y salieron del salón como una manada, a excepción de John, él se dedicó a recoger sus cosas con tranquilidad para luego salir del salón con paso lento. Salió del colegio, tomó un cigarrillo entre sus dedos y luego se encajó los auriculares y sonrío frente a la canción que el reproductor aleatorio había puesto, When the Sun Goes Down de Arctic Monkeys. Comenzó a caminar hasta su casa mientras le daba caladas al cigarro entre sus dedos, le agradaba la tranquilidad.

Él siempre había sido una persona un tanto despistada, el mundo podría caerse pero él no se daría cuenta porque una buena canción sonaba en sus oídos. John vivía en su mundo, y así le agradaba vivir, era feliz con cigarrillos, buena música y un cuaderno para escribir los retorcidos poemas que se le ocurrían de vez en cuando.

Si no hubiese sido por todas las personas corriendo hacia él, John no se habría enterado de lo que estaba pasando. Las personas pasaban a su lado empujándolo en una búsqueda por escapar, pero, ¿escapar de qué?

La confusión llenó su cabeza, y sin pensarlo dos veces tomó el brazo de una mujer que pasaba junto a él e hizo una pregunta mientras la observaba con ojos amenazantes.

─ ¿Qué sucede?

─ ¡El monstruo! ─la mujer que había tomado tenía cara de espanto─ ¡Se la comió! ¡A la mujer! Horrible, simplemente horrible─ la mujer se soltó del agarre y salió corriendo.

Si John no hubiese leído tantos cómics o hubiese visto tantas películas acerca de monstruos posiblemente no se habría alarmado tanto, pero para él monstruos era igual a caos y caos era igual a muerte. Como la naturaleza del ser humano siempre era ir directo hacia su muerte, sus piernas comenzaron a caminar automáticamente hacia el lugar del que todos corrían.

John era alguien reservado, se guardaba sus locuras para el cuaderno dentro de su bolso, que más bien era como un diario, y casi nunca hablaba con nadie. Siempre le había gustado la soledad, para él la soledad era la mejor compañía, ya que para él la mejor compañía era él mismo. Jamás había sido una persona muy amable o sociable, siempre había sido John inmerso en su mundo de fantasías y música.

La gente corría hacia él con una velocidad impresionante, pero cuando comenzó a ver los cuerpos inertes y sangrientos en el piso supo que la masacre había comenzado. Al ver a uno de los monstruos su mano se aferró a su teléfono, como si ese fuese un ancla con la realidad que le aseguraba que no estaba en un sueño. El monstruo levantó la cabeza y rugió, un rugido descomunal que llenó todo y que hizo vibrar las calles, sus piernas automáticamente se dirigieron a un escondite, que era la tienda de deportes del centro de la ciudad.

La tienda estaba vacía, así que no tuvo problema con brincar el límite establecido para un comprador y entrar en el almacén, aunque igual ya creía que si los monstruos estaban en la calle ninguna regla valía. Jamás había tenido mucho amor por el deporte, siempre le había parecido que el deporte hacía que la gente se alejara de la realidad y que todos descuidaran sus vidas. John prefería el arte, el arte de la música y las letras específicamente. Amaba escuchar y tocar música por horas, sin importar nada ni nadie, pero el pensamiento de la palabra "nadie" le hizo recordar a alguien. Su hermana pequeña.

Sus piernas corrieron hacia la parte trasera del almacén en búsqueda de una puerta. Debía buscarla y encontrarla, ¡era solo una niñita! Una niñita de tan solo tres años que estaba en el hospital. Tiró de la puerta trasera de la habitación y corrió hacia el hospital como si su vida dependiera de ello, aunque en realidad si podía ser así.

La calle tras la tienda de deportes estaba vacía, por suerte, así que no tuvo inconveniente en recorrerla rápidamente para llegar a la calle principal donde estaba el hospital. Habría llegado en segundos si no fuese porque había uno de los seres en las puertas del hospital devorando a un señor. Palideció por un segundo y sus piernas temblaron, pero hizo un esfuerzo y logró mantenerse en pie.

De un segundo a otro vio como el ser se desplomaba a un lado del cuerpo del hombre muerto. No le interesó saber quién había acabado con el monstruo, o cómo lo había hecho, solo corrió hasta la entrada del hospital y empujó la puerta para encontrarse con la blanca recepción. Estaba vacío. Todo el hospital estaba vacío, claro está, a excepción de los pacientes.

Sus pies fueron por el camino que ya se sabía de memoria por haberlo recorrido tanto. Cruzó a la derecha una vez más y vio el pasillo con las puertas blancas a cada lado. Caminó hasta la puerta con el número "302" grabado y la abrió lentamente como si temiera despertar a su hermana.

El interior era distinto, era el lugar en el que toda niña desearía estar solo si no se tratara de un hospital. La camilla estaba en el centro de la habitación, pero a los lados se encontraban coronas de princesa, espadas de pirata, vestidos brillantes, dibujos coloridos y cuentos de hadas. La niña en la camilla estaba dormida, como casi siempre, arropada hasta el cuello y con una ligera sonrisa adornando su rostro. John no pudo evitar sonreír al ver a su hermana, él solo vivía por la pequeña, solo vivía para hacerla reír cada tarde, solo vivía para hacer de pirata con tal de verla feliz, porque allí, entre las cuatro paredes que conformaban la habitación, John era otro, era el juguete favorito de una niña de tres años con cáncer.

La niña movió la cabeza y lo vio. Ella lucía cansada, pero la sonrisa en su rostro no se la quitaba nadie. Lo invitó a acercarse con una sonrisa y John aceptó gustoso. En el camino tomó un gorro de pirata y lo ajustó en su cabeza sonriéndole de vuelta a la niña, ella se giró un poco y tomó su corona de princesa.

─Viniste temprano─ le dijo la niña en medio de un bostezo.

─Sentí que una princesa me necesitaba─ respondió él─, ¿cómo te sientes, Alice?

─Bien porque llegaste─ la niña se movió hasta sentarse en la cama y amplió su sonrisa─, hoy he visto una película de princesas en el canal de Disney.

─ ¿Y te ha gustado?

─Quiero tener cabello, como las princesas.

─Tu eres una princesa distinta─ John tomó la mano de su hermana─, claro, mucho más linda que ellas─ Alice soltó una risa y se acercó a su hermano para dejar un beso sobre su mejilla.

Muchas veces los chicos de su escuela le habían insultado con cosas como "gay" cuando llegaba a la escuela con rastros de pintura en su rostro o manos, o cuando llevaba algo de escarcha pegada a su ropa, pero a él no le importaba mucho si después de todo, la niña seguía sonriendo.

La puerta sonó tres veces y luego se abrió con un suave rechinido. John no pudo evitar voltear a verla con pánico, él sabía el desastre que se había desatado en las calles, y no sabía de que eran capaces los seres que en ellas habitaban.

─Permiso...─ la voz de un hombre llenó la habitación y John sintió un escalofrío recorrer su espalda─ ¿Podemos hablar afuera? ─ el hombre frente a la puerta tenía mucha estatura, además de que lucía como esos hombres malos de película, con la piel oscura, la cabeza rapada y miles de tatuajes llenando sus brazos. John asintió ante la petición, y luego de sonreír a su hermana y dejar el gorro de pirata se acercó a la puerta y salió tras el hombre.

─ ¿Qué quiere? ─ su voz no tembló, y John agradeció eso ya que sentía que su voz parecería gelatina recién hecha.

─Te hemos estado observando─ otro escalofrío recorrió a John tras las palabras del hombre.

─ ¿Hemos?

─Sí─ el hombre sonrío un poco y clavó su mirada en el chico─, la Alianza te quiere con nosotros.

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