_Con la vida en las manos_Parte 2

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Las horas pasaban lentas e insoportables en aquella sala de espera, pero la pelinegra no tenía pensado moverse de ahí

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Las horas pasaban lentas e insoportables en aquella sala de espera, pero la pelinegra no tenía pensado moverse de ahí. La luz blanca del lugar y el continuo vaivén de médicos y pacientes hacían que se perdiera la noción del tiempo ahí dentro, como si los minutos y los segundos no transcurrieran.
Para su fortuna, o más bien, por desgracia, esta vez se encontraba acompañada de Jaime y Don Damián, que como si no hubiera surtido efecto alguno en ellos lo ocurrido con su propia mujer e hija, se habían presentado en aquel hospital con toda la tranquilidad e indiferencia del mundo y con una preocupación que distaba mucho de pertenecer a una persona que realmente sentía afecto por Marta. Y sentía rabia e impotencia, porque eran esos seres con los que había tenido que convivir su amor toda su vida, con los que había tenido que crecer. No le extrañaba en absoluto el comportamiento de la Marta que había conocido nada más entrar a trabajar en la tienda: fría, rígida, calculadora, cuando en realidad era una mujer tierna y sensible. No quería imaginar la soledad que había tenido que sentir durante toda su infancia e incluso en su adolescencia, esa etapa en la que más que nunca necesitamos a alguien en quien apoyarnos. Nunca había sentido tan de cerca esa frialdad de la que tanto le había hablado Marta.

Lo único que Fina podía limitarse a hacer en esos momentos era acompañar a los señores, o más bien ignorarlos como habían hecho con ella desde su llegada.

El silencio reinaba en la sala, pues Damián leía el periódico y Jaime fingía estar interesado en una revista de medicina con más años que Matusalén. Apostaba a que no había leído ni una sola línea en los quince minutos que llevaba ojeándola.
Algo que había agradecido enormemente de esa indiferencia tan característica de los dos hombres, era la poca curiosidad que les había despertado verla allí. A diferencia de lo que habrían hecho otras personas, ellos a penas habían reparado en su presencia ni se habían molestado en preguntar por qué se encontraba allí, si sólo era una "simple dependienta" más en la tienda. Definitivamente, esa gente era de piedra, pero en ese momento lo prefería así.

De repente, un alboroto en el pasillo rompió la tensa calma. Voces apresuradas y el sonido de pies corriendo resonaron en la sala de espera. Fina sintió un nudo en el estómago y un miedo visceral se apoderó de ella. Sin pensarlo dos veces, se levantó de golpe y corrió hacia el origen del revuelo. Vio cómo el médico que trataba a Marta junto con varias enfermeras corrían en dirección a su habitación.

Salió corriendo de allí, dejando atrás a Jaime y a Damian, que ni siquiera habían levantado la mirada de sus pasatiempos, y se apresuró a llegar a la habitación de la rubia. Sabía que no podía hacerlo, pero necesitaba saber qué estaba ocurriendo, si su amor se le estaba yendo del mundo. En ese momento, Fina no atendía a razones, no podía pensar en otra cosa que no fuera ver a Marta, no quería atender a reglas, no quería escuchar a todos los médicos que trataban de sujetarla con desesperación para impedirle el paso.

El corazón de Fina latía con fuerza, y el pánico la impulsaba a moverse más rápido.

— ¡No puede entrar, señorita, es una emergencia! — le dijo con firmeza una enfermera, pero Fina no escuchaba.

🎀 One-Shots #Mafin 🎀 - (Marta & Fina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora