Capítulo 2: Destinos y mates

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Para los olvidados, para que un día volvamos a ser recordados.

Mont.

❄️

Caro.

No puedo apartar la mirada del jade que descansa en mi palma, reluce aún más entre las líneas rosadas que dibujan mi piel pálida allí.

La mirada más bella, retadora.

La de un chico...

Sabía que no existía, era imposible. Alguien real no se veía así, por más ser sobrenatural que fuese.

Las puertas del templo real me reciben cerradas. No hay guardias en la entrada y eso me hace respirar más calmada, aliviada.

Escondo el jade en mi mochila y aliso los pliegues del vestido sencillo que Soo escogió para mí en la mañana. Alzo la mirada tratando de recordar dónde está el ladrillo que desajustó Mei hace un año, el mismo que hemos usado para salir y volver a entrar a casa.

Rodeo el palacio imperial hasta que lo veo, uno nuevo porque mamá nos había descubierto el otro. Esta vez eran dos ladrillos sobre salidos, así era más fácil subir.

Amarro mis faldas a cada lado para que el ancho corte no me estorbe, rodeo mi cuello con el velo, la larga cabellera negra queda al descubierto, los adornos extravagantes me tienen con dolor de cabeza.

Tomo impulso y subo el muro, teniendo cuidado de no caer, algo poco probable ante la práctica y el tiempo.

Termino en la cima, las hermosas flores del jardín me hacen cerrar los ojos y llenar mis pulmones del aroma más puro en China. Y lo mejor de todo, en mi hogar.

Me detengo al encontrar flores de pétalos verde claro, vivaces y hermosas.

¿Estoy imaginándolo o siempre han estado allí?

Decido bajar sosteniéndome de los bordes entre cada ladrillo. Medio sonrío cuando mis zapatos rozan el suelo, doy un salto y tierra firme.

Acomodo mi vestimenta, paso el velo lentamente detrás de mi cabeza para no desacomodar el peinado que tomó hora y media en ser realizado.

Escondo mi cabellera, la mitad de mi rostro. Desato los nudos que mantenían mi vestido al nivel de mis rodillas y me permito admirar un poco más las flores.

Almas gemelas.

Según papá, así se llamaban. En su contexto dulce y soñador, un amor sin dolor pero siempre con esfuerzos. Acciones de negación y sacrificio, el poder más grande en el mundo. Quien tuviera amor, había escalado en la vida.

Un aliado.

Ese era el nombre que les tenía mi madre. Un aliado, algo muy aparte del amor. Alguien en quien confías durante la guerra que es la vida, quien te mantiene en la línea de batalla esperando la muerte antes que la derrota.

Una pérdida de tiempo...

Esa era Mei. Un obstáculo, un problema. Algo que te hace débil, ordinario.

Demasiado frívolo... en todas las perspectivas.

Odiaba ser esto, odiaba tener que esperar a que alguien más encontrara esa persona especial para mí, porque al parecer ese "alguien" conocía mejor que yo lo que necesitaba.

Entonces...

El lazo de mates era para mí...

Un sueño doloroso.

Cautivando Al Capitán © (L.I 0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora