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Lena Ritcher

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Lena Ritcher.

¿Quién era ella?

Sus padrinos podrían decir que era una chica espectacular, que si se proponía cualquier cosa, por muy mínima que parezca, ella lo lograría sin dudarlo y con esfuerzo.

Si le preguntas a Stephan, te diría que era alguien digna de admirar, que su presencia podría ser tan tensa como podría ser tan cálida. Que sería cambiar el lado de la moneda que elegiste que utilizara contigo tan fácil que notarías el cambio rápidamente y te arrepentirás de eso.

Si le preguntas a su padre, quedaría en ceros. Su mente no podría ni siquiera formular una respuesta medianamente aceptable, ¿por qué? Sencillo.

Porque él no conocía a su propia hija.

Más bien, veía en ella a Eva, a su Eva.

Sabía que era una tontería hacerlo, pero no le importaba. El solo quería a la mujer que amó de regreso, y la tenía en su hija.

Pocas veces lo comprendía en su estado de alcoholismo.

La niña que recogía sus botellas rotas y recibía las palizas por derramar un poco de agua en el suelo, por pedir un poco de atención de su parte para mostrarle el dibujo que había hecho, por querer que apreciara su magia, ella no era su Eva, era su Lena. Su niña.

La niña de la que se enamoró apenas la tuvo entre sus brazos, apreciando los rasgos marcados que había heredado de su progenitora.

El cabello rojizo lacio, fácil de dominar, sus regordetas mejillas sonrojadas, sus peculiares ojos bicolor. Oh, sus ojos. Esos ojos que lo volvían loco y lo traían a la realidad.

Los mismo ojos que lo veían con cariño y amor en cierto momento y que pasaban a estar llenos de lágrimas y terror hacia él.

No. Lo que menos quería era que esas cálidas y maravillosas pupilas bicolor lo vieran de esa manera.

Le agradaban más cuando lo veían con emoción por querer explicarle su película favorita, se sentía bien cuando unos pequeños bracitos lo rodeaban por su cuello en un infantil e inocente abrazo lleno de amor y cariño.

Pero el mismo había hecho que los mismos ojos que añoraban que lo vieran con amor y aprecio lo vieran de manera altiva y distante.

Podía notar el desprecio hacia él desde la distancia.

¿Él mismo lo provocó? ¿Su adicción hizo que todo cambiara? ¿Estaba orgulloso de eso?

Para nada. No lo estaba. Y no podía lamentarse por algo que él mismo pudo detener y no lo hizo. Pero algo que si cambiaría es la intervención de su hermano en la vida de su preciada Lena.

Quién conociera a los mellizos Ritcher sabrían lo contrarios que eran.

Mientras uno era un patrocinador al impactante equipo Bastard München, quién salía a la luz y se mostraba orgulloso de su trabajo para mejorar un equipo deportivo de las grandes ligas.

𝐒𝐔𝐓𝐈𝐋𝐄𝐙𝐀 ⸻ 𝐌𝐈𝐂𝐇𝐀𝐄𝐋 𝐊𝐀𝐈𝐒𝐄𝐑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora