Gracias Futaro; Las quintillizas

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La luz del atardecer se filtraba por las cortinas de la habitación del hospital, bañando de un cálido resplandor la figura de Futaro, que yacía en la cama con una serenidad que contrastaba con la agitación que reinaba fuera. Las quintillizas Nakano se encontraban allí, cada una lidiando con la noticia de su enfermedad de manera diferente.

**Ichika**, la mayor, se mantenía firme, sosteniendo la mano de Futaro mientras le susurraba palabras de aliento. **Nino**, con los ojos rojos de tanto llorar, se aferraba a la esperanza de un milagro. **Miku**, siempre la más reservada, se encontraba sentada en una esquina, con los auriculares puestos, pero sin música alguna que pudiera ahogar el silencio de la realidad. **Yotsuba** intentaba animar a todos con una sonrisa forzada, mientras que **Itsuki**, la más joven, no podía apartar la mirada de Futaro, como si temiera que, al hacerlo, él se desvanecería.

**Futaro**: (con voz débil) "Ichika... ¿podrías leerme ese guion que escribiste? Siempre me ha gustado cómo cobran vida tus historias."

**Ichika**: (con voz temblorosa) "Claro, Futaro. Pero esta vez, tú serás el héroe que salva el día, ¿de acuerdo?"

**Nino**: (interrumpiendo) "¡No! ¡No hables como si te estuvieras despidiendo! ¡Todavía tienes que graduarte con nosotras y cumplir todas esas promesas!"

**Futaro**: "Nino, siempre tan apasionada. Gracias por eso. Me has enseñado a luchar con todo lo que tengo."

**Miku**: (levantándose y acercándose) "Futaro, ¿recuerdas esa canción que te gustaba? La he estado practicando... para ti."

**Yotsuba**: (con lágrimas en los ojos) "¡Vamos, Miku! ¡Canta con todo tu corazón!"

Miku asintió y comenzó a cantar con una voz suave que llenó la habitación de una dulzura melancólica. Todos escuchaban en silencio, permitiendo que la música los envolviera en un abrazo invisible.

**Itsuki**: (acercándose a la cama) "Futaro, siempre serás nuestro tutor, ¿verdad? Nos enseñaste mucho más que solo lecciones de la escuela."

**Futaro**: "Itsuki, siempre tan seria y dedicada. Sí, siempre seré vuestro tutor, en el corazón y en los recuerdos."

Las horas pasaron, y con ellas, las risas y las lágrimas se entremezclaron en una danza de despedida. Futaro compartió momentos individuales con cada una de las hermanas, recordando anécdotas y sueños compartidos.

Cuando la noche cayó, Futaro cerró los ojos por última vez, con una sonrisa en sus labios y rodeado por las cinco jóvenes que habían marcado su vida de manera indeleble. Las quintillizas se abrazaron, sabiendo que, aunque su tutor había partido, el legado de amor y aprendizaje que les dejó perduraría para siempre.

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